A un año de que se inauguren los Juegos Olímpicos en la capital china, ya son muchos los logros de los que puede presumir el Partido Comunista, pero no por ello respira tranquilo. Los riesgos que podrían ensombrecer este gran escaparate se antojan de difícil solución.
El país asiático vislumbra los Juegos Olímpicos como una oportunidad histórica para presentar sus credenciales ante el mundo. "Tratarán de realzar su imagen internacional y su legitimidad en clave doméstica", explica Xiao Qiang, experto en China en la Universidad de Berkeley. El reto va más allá de lo deportivo: "organizar con éxito esta cita es la demostración del poder e influencia de un país", evidencia Liu Qi, responsable del Partido Comunista en Pekín. Y dada la legitimidad que el éxito concedería al partido único, no se han escatimado esfuerzos.
Una inversión histórica
La inversión doblará a la de Atenas hace tres años: 40.000 millones de dólares, destinados a complejos deportivos, kilómetros de metro y nuevos hoteles, entre otras obras. El boom olímpico ha aportado al crecimiento de Pekín más de dos puntos porcentuales cada año desde 2003.
De los 31 recintos deportivos, para cuya construcción se han empleado entre dos y tres millones de toneladas de acero, 12 son totalmente nuevos. Entre ellos, destaca el diseño radical del Estadio Nacional, con capacidad para 91.000 espectadores, que pasa por ser uno de los legados arquitectónicos más espectaculares que heredará la ciudad.
"Las instalaciones son las mejores que nunca he visto", declaró Jacques Rogge, presidente del Comité Olímpico Internacional (COI). La mayoría de construcciones, en un país que no deja de ser una dictadura donde las decisiones se ejecutan manu militari, están ya concluidas o en su fase final.
Gracias a ello y a unos 400.000 obreros emigrantes con sueldos paupérrimos de unos 100 euros al mes, no ocurrirá como en Atenas, donde el COI vivió con auténtico pánico los retrasos. Ahora bien, adaptar la ciudad a las necesidades olímpicas ha tenido también un enorme coste humano.
Al menos 1,5 millones de personas han sido desalojados de sus hogares después de su demolición, según denuncia la ONG Centro por el Derecho a la Vivienda y Contra los Desalojos (COHRE en inglés), con sede en Ginebra.
Arbitrariedad
Lo peor es que, como es habitual en el país asiático, muchos desalojos se han realizado con la consabida dosis de arbitrariedad. De todos los afectados, "un 20 por ciento han pasado de tener una vida con bajos ingresos a otra genuinamente precaria", reza el informe de COHRE. Al festival del ladrillo que vive Pekín también se ha apuntado el sector hotelero.
Cuando arranquen los Juegos, Pekín habrá construido 110 nuevos hoteles. Se estima que la ciudad recibirá durante la competición a medio millón de turistas extranjeros, que dejarán en las arcas locales unos 4.500 millones de dólares. Lo que es sólo una parte del retorno económico que recibirá China.
Tirando la casa por la ventana
Con una audiencia estimada en televisión de 4.000 millones de espectadores, los 60 patrocinadores oficiales (el doble que en Atenas) han tirado literalmente la casa por la ventana, con el punto de mira puesto en ese potencial mercado consumidor chino del que todo el mundo habla.
Por ejemplo, se ha publicado que Adidas desembolsará 73 millones de euros, o que hay tres marcas oficiales de cerveza, o que el patrocinio de cuatro años se ha pagado a 65 millones de dólares, o que la aportación (secreta) de los 11 grandes espónsores, como Lenovo o Volkswagen será también estratosférica. Según fuentes del COI, no hay duda: los de Pekín serán los Juegos Olímpicos más lucrativos de la Historia.
Pero, pese a los buenos augurios, la capital china se enfrenta también a riesgos evidentes. El historiador chino Xu Guoqi reduce a una sola palabra lo que los Juegos suponen para el Gobierno chino: weiji, suma de los caracteres wei (peligro) y ji (oportunidad). Pekín tratará de posicionar la cita olímpica desde el lado amable: 560.000 voluntarios, unos Juegos verdes y eficientes energéticamente además de una campaña de educación, sin desperdicio, para que la población anfitriona respete las colas, no escupa al suelo y tampoco ensucie las calles.
Hasta limitarán la presencia policial. "Demasiada policía arruinaría la atmósfera", aseguran. Pero como dice Xu, "hay peligros ocultos".
Denuncia de abusos
Uno de ellos, las protestas de disidentes y ONG para denunciar los abusos de la dictadura. Ayer mismo, varios activistas extranjeros fueron detenidos en la Gran Muralla por sus proclamas en contra de la ocupación ilegal del Tíbet; y una rueda de prensa no autorizada de Reporteros Sin Fronteras fue intervenida por la policía. Para el activismo, es ahora o nunca. Hasta el cineasta Steven Spielberg ha amenazado con retirarse de la dirección artística de los Juegos si Pekín no presiona a Sudán para que pare las matanzas en Darfur.
Otro de los factores que más desprestigio podría acarrear para China es la contaminación de la capital, que junto con el doping podrían arruinar deportivamente la competición. Para paliar los efectos, ya se ha anunciado que un tercio de los 3,3 millones de vehículos de Pekín tendrá prohibido circular.
Además de los cientos de millones invertidos en trasladar industrias lejos del centro, las fábricas que aún permanecen serán obligadas a parar su producción durante esos 17 días. China asegura que ha invertido ya 3.000 millones en limpiar el aire y el agua de la capital. Pero algunas delegaciones deportivas ya han avisado de que con semejante contaminación atmosférica, será difícil que se batan récords.
La seguridad alimentaria es otra gran preocupación, especialmente después de los últimos escándalos registrados en China. Pero el Gobierno ha asegurado que el suministrador oficial de carne porcina criará en los próximos meses cerdos libres de hormonas, para evitar sorpresas en los controles antidopaje.
También está previsto, al menos antes de la ceremonia de inauguración, el lanzamiento de cohetes con yoduro de plata, que provocan lluvia. Todo con objeto de cumplir con el eslogan olímpico de "un mundo, un sueño".