Salida a bolsa o dar entrada a un inversor. Éstas eran las dos opciones que tenía Repsol para colocar una participación de su filial brasileña, con el objetivo de obtener liquidez para afrontar sus proyectos. Finalmente, ha triunfado el Plan B y la petrolera que preside Antonio Brufau consigue ahora superar sus propias expectativas. De hecho, logrará plusvalías de cerca de 9.300 millones de dólares (6.700 millones de euros) y con un potencial de rentabilizar aún más el esfuerzo realizado hasta el momento.
La razón es que la petrolera lleva en Brasil ya ocho años, en los que ha invertido 1.300 millones de dólares (944,5 millones de euros), mientras que ahora su filial brasileña está valorada en 10.664 millones de dólares (7.749 millones de euros).
Además, la compañía puede tener un claro acceso de financiación por valor de 6.000 millones de dólares, ya que prevé quedarse con el 60 por ciento valorada en 10.664 millones de dólares (7.756 millones de euros). Y es que tras la ampliación de capital anunciada, que suscribirá en su totalidad Sinopec por más de 5.200 millones de euros, nacerá una empresa por valor de 17.800 millones de dólares (13.039,6 millones de euros). No obstante, estos acuerdos deberán ser autorizados por las autoridades competentes.
Con la colocación en bolsa, la petrolera aspiraba a conseguir una liquidez de 4.000 millones de euros, pero Sinopec ha puesto encima de la mesa una oferta en tiempo y forma que fue aprobada en el consejo del pasado miércoles. La opción estaba clara.
Repsol asegura así la viabilidad de sus proyectos para los próximos 20 años y se convertirá en la segunda petrolera privada de Latinoamérica. Asimismo, con la entrada de Sinopec en la filial brasileña de Repsol, se abre la puerta a nuevas alianzas en sus respectivos planes de expansión en Brasil, ya que participarán, conjuntamente o por separado, en futuras rondas de licitación en el país.
Precisamente, las dimensiones de los proyectos en cartera de Repsol en el país latinoamericano, como la consiguiente inversión necesaria, fue uno de los puntos de conflicto con el primer accionista de Repsol, Sacyr Vallehermoso y su presidente, Luis del Rivero.
Una de las peticiones de la constructora fue compartir con otro socio el gran esfuerzo inversor que supone la presencia en Brasil, donde la compañía tiene previsto invertir 10.000 millones de euros para extraer un petróleo que sólo es rentable cuando el barril de Brent está por encima de los 65 dólares. El problema es que los proyectos más emblemáticos de Repsol se encuentran en aguas profundas donde se requieren unas técnicas de extracción bastante costosas.
El resultado es que con la llegada de la compañía china, Repsol consigue más holgura financiera, reducirá considerablemente su endeudamiento y tendrá margen para volver a su política de dividendo alcista, una de las primeras reivindicaciones de Sacyr.
Una compañía estatal
Además, el potencial de su filial brasileña continúa al alza ya que la operación anunciada ayer supone aliarse con el segundo mayor productor de petróleo y gas de China, con 296,8 millones de barriles de crudo. Y es que Sinopec es una compañía estatal donde el Gobierno chino posee un 75,84 por ciento de sus títulos, y cotiza en Hong Kong, Shanghai y Nueva York.
Pero la entrada de China en el mercado latinoamericano tiene a su vez un detonante geopolítico. El país asiático es ya el principal consumidor mundial de energía, por delante incluso de Estados Unidos. Por ello, China tiene una necesidad cada vez mayor de petróleo, en tanto que sólo es capaz de producir la mitad de su consumo y debe importar el resto.
En medio de la crisis económica, el Gobierno chino animó a sus empresas estatales de energía a salir al exterior a comprar bienes, proyectos y empresas para impulsar el crecimiento. Ya han llegado al mercado latinoamericano y estos gigantes energéticos prometen seguir dando de qué hablar.
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