Es la eminencia gris del gobierno en la sombra de Mariano Rajoy. Cocinero antes que fraile, acumuló experiencia en los Ejecutivos de Aznar. Ha perdido su aura profesoral para convertirse en un político combativo en cualquier territorio de ese ilimitado campo de batalla que es la economía.
¿Envía el PP mensajes contradictorios sobre el ajuste presupuestario? Se les achaca que al mismo tiempo que exigen recortes se opongan a los que propone el Gobierno, lo más llamativo, la congelación de las pensiones.
Nosotros siempre hemos mantenido que había que responder a la crisis con austeridad en el gasto público, no incrementándolo como patrocinaban otros.
Ahora parece una obviedad, pero hay que recordar cuando en todo el mundo se pregonaba la necesidad de aumentar el gasto, incluso desde el G-20 y otros foros internacionales y, sin embargo, nosotros sosteníamos, casi en solitario, lo contrario. Y ello por una razón. Tratar de responder a una crisis financiera, que es la de nuestra deuda externa, con más gasto, nos ha puesto en una zona de alta vulnerabilidad, con un riesgo país peor que el de algunos países emergentes.
El Gobierno socialista, que ha echado la casa por la ventana hace un año, no se ha reconvertido intelectualmente, no está haciendo recortes que den respuesta a las necesidades de los mercados internacionales. Ahora se ve obligado a hacer sangre con ajustes que no son reformas, sino medidas para una vez, y que, si alguna vez salimos de esta situación, volverán a las andadas.
Eso se dice pronto, pero las urgencias de los mercados son las que son y no parecen aplazables.
Hay que aprovechar la crisis para abordar una profunda reforma del Estado que reduzca su tamaño, que redistribuya las competencias y que reequilibre el gasto público. Y establecer por ley la prohibición de los déficits públicos. La apelación a las exigencias de los mercados hay que interpretarla correctamente. Lo que nos piden no es la inmolación de un sacrificio, sino que restituyamos nuestra capacidad de crecer, nuestra capacidad para generar renta. Zapatero nos ha colocado en el pelotón de los torpes, que es una zona de alto riesgo.
Es un dato objetivo: la presión fiscal general ha caído hasta un entorno del 32%. ¿Justifica esta situación una subida de los impuestos?
Los impuestos, además de tener una naturaleza recaudatoria, son un mecanismo de incentivo económico muy poderoso. En función de que los impuestos sean más o menos altos, vas a tener más ahorro, más inversión, más empleo. España necesita más recaudación, pero eso no es sinónimo de subida de impuestos, sino que se extienda el número de ciudadanos que pague impuestos porque haya más gente trabajando, más gente ahorrando y más gente invirtiendo.
José Blanco dice que hace falta un milagro para conseguir lo que ustedes proponen...
No han entendido nada de lo que ha pasado en España. Se les ha caído seis puntos la recaudación fiscal y, además, han incurrido en un gasto impresionante. No entienden que la salida está en una reforma tributaria con bajadas selectivas de impuestos, porque, como decía, son incentivos muy poderosos de la actividad económica. Nuestro país tiene que estar comprometido con el empleo y eso se consigue también a través de la fiscalidad.
Si me permite un cambio brusco de tercio, me gustaría hablar del pacto energético, una de las grandes reformas pendientes que no parece arrancar...
El Gobierno ha cometido varios errores en política energética que, entre otras cosas, han convertido el llamado déficit tarifario en un gravísimo problema. Nosotros lo dejamos en unos límites perfectamente manejables, pero con el Ejecutivo socialista ha explotado hasta límites inasumibles.
Hay que instrumentar una nueva política energética, pero el Gobierno está anclado en el discurso de que lo único que se puede hacer es subir las tarifas eléctricas. No nos podemos permitir subir los precios, que ya están entre los más caros de Europa, porque eso es restar competitividad.
El Gobierno no da sensación de cohesión y de ideas claras con el almacén nuclear...
El Gobierno dice que defiende soluciones supuestamente técnicas, pero la realidad es que no ha negociado nada con nosotros ni siquiera ha hablado previamente con la Comunidad Valenciana. Me temo que en esto, como en otras decisiones relacionadas con la energía, sólo busca nuestra cobertura política, cuando lo que pone en evidencia es la enorme debilidad política del Ministerio de Industria.
¿O sea, que está muerto el pacto?
Podemos llegar a algún acuerdo parcial con el Gobierno, pero a estas alturas me parece muy difícil, si no imposible, llegar a un pacto energético general, porque el Gobierno se muestra incapaz de tomar decisiones. Aquí, a diferencia de lo que ocurrió con la reforma del sistema financiero, no vemos más que actitudes vacilantes y falta de modelo.
¿La reforma del sistema financiero a la que ha aludido, se puede dar por cerrada?
Ni mucho menos. Sólo hemos puesto el marco y ahora hacen falta decisiones acertadas dentro del sector y también que España recupere la imagen de estabilidad en los mercados internacionales para favorecer que el proceso sea más corto.
Y en la reforma laboral, ¿qué echa en falta?
Un nuevo marco de negociación colectiva, la movilidad funcional en las empresas, la formación profesional y una política real de extensión del contrato con despido de 33 días. Se ha perdido una gran oportunidad. Desde luego, lo más importante es la negociación colectiva.
Si necesito localizarle el día 29, ¿dónde podré hacerlo?
Si me pregunta si voy a hacer huelga, no la haré. La huelga general es una acción política decimonónica. Espero que fracase y sea la última vez que se convoque una huelga general en España.