Economía

Octavio Granado: el secretario de Estado con cara de ministro

...Y, ¡fíjate bien!, a Octavio Granado se le está poniendo cara de ministro. Con estas palabras me despedía el pasado miércoles, al término de la Junta Directiva de CEOE, un destacado dirigente empresarial que no dudaba en apostar por el secretario de Estado de Seguridad Social como sustituto de Celestino Corbacho al frente de la cartera de Trabajo.

Yo, la verdad, en los escasos cuatro días transcurridos desde entonces no he tenido oportunidad de ver, frente a frente, el rostro de Granado, pero sí tengo que decir que la mayoría de las fuentes consultadas desde entonces, en los ámbitos empresarial, sindical y en el PSOE, me aseguran que, hoy, es la opción más firme que tiene en mente Rodríguez Zapatero para cubrir la vacante del ministro trasvasado a Cataluña para intentar remendar los descosidos del Tripartito en el voto del PSC.

Y es que su condición actual de responsable de la Seguridad Social convierte a Granado en la persona más idónea para llevar a cabo la tarea más importante que tiene el Gobierno a corto plazo: la reforma de las pensiones. No sólo por conocimiento, sino porque es el hombre más capacitado y mejor considerado por los nacionalistas vascos y catalanes para negociar el apoyo parlamentario del PNV y de CiU a esa reforma.

Pero también hay que recordar que Octavio Granado une a sus responsabilidades de Gobierno la condición de secretario federal de Economía y Empleo del PSOE, lo que le convierte en un hombre de prestigio y peso en el partido, justo el perfil que quiere dar el presidente al Ejecutivo que salga de la remodelación.

Otro elemento que juega a su favor es el debate de los Presupuestos, que coincide justo con la fecha prevista para la salida de Corbacho del Gobierno. Nadie como Octavio Granado conoce mejor las cuentas del Estado y, en especial, las de Trabajo, mientras que cualquiera otro candidato necesitaría un tiempo para ponerse al día, del que la premura del debate no permite disponer.

Y si a esto añadimos su estrecha amistad con Zapatero, con quien despacha con frecuencia y con el que en muchas ocasiones comparte paseos dominicales y palco en el estadio, pues... blanco y en botella. Claro que en el PSOE ya nadie se fía del jefe y de sus veleidades y todos saben ya que lo que hoy parece rojo mañana puede ser azul..., o viceversa.

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