Alemania sorprendió a Europa y al resto del mundo al poner sus datos económicos encima de la mesa el pasado viernes. Con un crecimiento del 2,2% respecto al primer trimestre del año y del 3,7% en tasa interanual, el país germano se situaba así como un posible motor de la economía europea y, por tanto, mundial, después de que Estados Unidos y China no cumplieran por completo con las expectativas de ser las locomotoras para el conjunto de la economía internacional.
Por un lado, el crecimiento de la economía estadounidense fue menor del esperado en el segundo trimestre del año y, por otro, China parece no estar todavía lista para tirar de la recuperación global.
El aumento del paro, la caída del consumo y el descenso de las exportaciones coinciden en ser el ancla de las dos primeras economías mundiales... mientras Alemania sacaba pecho. Sin embargo, la economía germana también tiene su talón de Aquiles a pesar de haber conseguido tirar del PIB europeo entre abril y junio hasta situarlo en el 1,7%. Berlín se convertía en la gran esperanza para muchos países, que aprovecharían su tirón...
No obstante, según la conclusión de varios expertos consultados por elEconomista, Alemania no podrá sustentar sola ni siquiera la recuperación europea. El fuerte despegue de su Producto Interior Bruto no se sustenta sobre unos cimientos tan estables como sería necesario en este momento.
Su mayor pilar son las exportaciones en un contexto internacional todavía pendiente de las incertidumbres. Éste se complementa con un repunte de la inversión empresarial y una mínima subida del consumo interno, que continúa en su tradicional atonía, algo que algunos economistas tildan de debilidad para alcanzar la esperada consolidación.
Las ventas al exterior aumentaron un 28,5% respecto a junio de 2009, cuyo valor se cifra en 86.500 millones de euros. Asimismo, sus importaciones se incrementaron un 31,7%. Aun así su balanza comercial arrojaba un superávit en el primer semestre del año de 74.600 millones.
Dependencia del exterior
El liderazgo de Berlín depende de la situación de la economía mundial. Y es que países emergentes como China, la India o algunos países árabes son fuertes importadores de productos alemanes. De hecho, las exportaciones destinadas a estos Estados crecieron un 26,2% en el primer semestre en tasa interanualizada, según datos de la Oficina Federal de Estadística alemana.
No obstante, para el segundo semestre del año se prevé "una recaída o moderación de la economía mundial", lo que lastraría las exportaciones, según afirma el presidente de Freemarket, Lorenzo Bernaldo de Quirós, en lo que coincide con las valoraciones del director de Estudios del IEE, Gregorio Izquierdo. Además, el relanzamiento de las ventas al exterior alemanas se sustentan en un euro débil, que llegó a situarse en 1,18 dólares tras la crisis de deuda soberana producida en junio.
El euro, sin embargo, podría cobrar fuerza a partir de los últimos datos de la economía estadounidense. En el segundo trimestre, su PIB aumentó un 2,4% en tasa interanual.
Este resultado, peor del previsto, se suma a la "inusual incertidumbre" a la que se enfrenta la economía nacional para los próximos meses, según afirmó el presidente de la Fed, Ben Bernarke, así como a una caída del consumo interno que no vaticina una mejora de las importaciones de la primera economía del mundo.
Precisamente por vivir de las exportaciones y haciendo hincapié en el estancamiento del consumo interno, el más duro con el país germano es José Carlos Díez, economista jefe de Intermoney: no ve en Alemania ni siquiera una locomotora, sino como un simple vagón. "Pese a todo, es una economía enferma", insiste Díez al apuntar a un crecimiento medio anual en la última década inferior al 1 por ciento.
"El dato del segundo trimestre no lo volveremos a ver, el tercer trimestre será bueno, pero las dudas están ahí para el cuarto trimestre y todo 2011", reconoce.
Ángel Laborda, director general de coyuntura de Funcas, también muestra su prudencia en especial sobre la evolución del consumo. Sin embargo, Laborda insiste en que el despegue de Alemania es positivo porque tarde o temprano ayudará a las economías que "no pueden tirar con fuerzas propias".
Sin embargo, el director del Instituto de Política Economía de Colonia, Juergen Donges, destaca como un elemento favorecedor el hecho de que "el alemán consuma lo que necesita".
A éste suma otros tres grandes puntos diferenciadores que hacen crecer a Berlín, algo que no sucede con otras economías, entre las que está la española: nunca han tenido una burbuja inmobiliaria, la recesión ha tenido una derivada mundial y las empresas han hecho notables esfuerzos antes de la crisis en materia de reestructuración de plantillas, mejoras de la productividad, reducción de costes o inversión en innovación.
No obstante, los expertos consultados no auguran una caída de la economía germana, sino un crecimiento más moderado que el registrado en el segundo trimestre. Aunque las exportaciones disminuyan, "el aumento de la inversión empresarial tirará del consumo interno", explica Florentino Felgueroso, economista de Fedea.
Pero pese a que Alemania no podrá sola salvar a Europa ni al mundo, su crecimiento acentuará una brecha que se había venido cerrando en los últimos años: la Europa de las dos velocidades, entre las economías ricas y las menos ricas.
"Las desigualdades se agravan en las recesiones y menguan en las expansiones", reconoce Javier Díaz-Giménez, profesor del IESE. Y, en este punto, la inversión en I+D es el elemento diferenciador entre los países que se consideran centro y los de la periferia, lo que engloba a economías mediterráneas como Grecia y España; las economías del Este, Irlanda, Portugal y los bálticos.
Los avances técnicos como baza
Los economistas consultados destacan que el conocimiento es la baza que tiene que explotar Europa para competir en el contexto internacional, porque los emergentes siempre ganarán la partida de los precios. "La brecha crecerá entre los países que no saben exportar y los que sí.
Toda nación que no tiene avances técnicos está condenada", reconoce el catedrático de Economía, Juan Velarde, para instar a los Estados a "empezar en casa" la recuperación poniendo en valor los puntos fuertes internos.
A este respecto, varios expertos dicen que la crisis servirá para que cuando llegue la esperada recuperación las economías salgan reforzadas y no centren sus crecimientos en sectores pobres en valor añadido como la construcción en el caso español. "Casi todos los países al final tienen que hacer las reformas estructurales necesarias.
Las recesiones ayudan a entender mejor las necesidades de adaptación", insiste Díaz-Giménez. "La crisis tiene como lado positivo que tarde o temprano obliga a los Gobiernos a recapacitar sobre las políticas, además habrá más supervisión y transparencia", dice Donges.
Sin dudas sobre el hecho de que Alemania lidere ese grupo de cabeza, algunos expertos como Donges plantean que economías como Francia, que creció el 0,6 por ciento intertrimestral, no está tan claro que vayan a situarse en los primeros puestos. "Sí estarán, además de Alemania, Holanda, Austria, Dinamarca y los nórdicos", prevé.