
Después de asistir como invitado al Consejo de Ministros francés, el ministro de finanzas alemán, Wolfgang Schäuble, y su homóloga gala, Christine Lagarde, dieron un impulso a la firma de un acuerdo francoalemán sobre la reforma de la gobernancia en la UE.
El más experimentado miembro del gabinete de Angela Merkel explica cómo el programa de ajuste germano puede sostener el consumo y da el visto bueno a las medidas anunciadas por los gobiernos británico y francés.
¿Qué le dijo al Gobierno francés durante su intervención en el consejo?
El presidente de la República y la canciller federal mantienen un contacto estrecho, corriente y frecuente. La carta de invitación del presidente explicaba que el Consejo de Ministros abordaría la postura francesa en el grupo de trabajo que dirige Van Rompuy (sobre el refuerzo de la gobernancia económica en la UE). Me han invitado a participar en el debate, porque trabajamos en una posición común. Ya indicamos que la transmitiríamos a los miembros del grupo de trabajo. Después, debatiremos el refuerzo del pacto de crecimiento y estabilidad.
¿Qué le gustaría?
La cuestión es cómo aumentar la eficacia del pacto dentro de los tratados existentes. También está claro, sin embargo, que debemos plantear otras proposiciones, aceptando en último término las modificaciones a los tratados.
Entre nuestros socios existe cierto escepticismo sobre las posibles modificaciones. Muchos dicen que es un proceso de larga duración, pero si consideramos que no podemos limitarnos a las medidas financieras, sino que debemos también tener en cuenta los instrumentos no financieros, como la pérdida temporal de derechos de voto, para conseguir que los estados miembros respeten el pacto, las modificaciones de los tratados son necesarias.
Estamos de acuerdo en que las amonestaciones en caso de evolución peligrosa deben emitirse antes, que debemos contar con un procedimiento de vigilancia más eficaz y que hace falta ampliar la caja de herramientas para incluir a los fondos europeos en la reflexión. Quien no se atenga a las reglas comunes corre el riesgo de verse desfavorecido en la utilización de los fondos europeos.
¿Cómo valora los planes de ajuste del Reino Unido y Francia?
En el Ecofin evaluamos continuamente las medidas de los distintos estados miembros. Nadie ha puesto en duda que las decisiones adoptadas por el Gobierno británico son verdaderamente impresionantes. Todo el mundo ha conocido con gran respeto las medidas que ha anunciado Francia y que está a punto de implementar. No se conseguirá sin un debate de política interior. La reducción del déficit goza de popularidad en la mayoría de los países, mientras que no se concreta. Cuando las cosas se precisan, todo se vuelve más difícil.
La economía alemana se recupera más deprisa que las de otros países europeos. ¿Teme un crecimiento flojo en la UE?
La buena evolución actual de la economía alemana y, ante todo, el sorprendente buen estado del mercado laboral, demuestran precisamente que el camino a seguir son las reformas estructurales. Hay que observar la situación en cada país porque cada uno posee estructuras y experiencias diferentes.
Aun así, estamos totalmente convencidos de que una reducción del déficit público propicia para el crecimiento no hace peligrar a este último, sino que a largo plazo lo estimula. En ese sentido, existe un amplio consenso. Y gracias al consenso pudimos imponernos desde esa postura en Toronto. Al término de la cumbre ya no había críticos contra los europeos, sino que nuestros puntos de vista se aceptaron.
¿Cómo recibe las críticas de los economistas para quienes Alemania debería apuntalar más su demanda interior?
Cuando se sabe cómo se comporta la población alemana, la reducción de nuestro déficit público, es decir, es el factor más importante para reforzar la demanda interior. Los alemanes se preocupan si la estabilidad monetaria no está garantizada. Se inquietan por saber si el déficit es controlable. Reduciéndolo con moderación, luchamos contra el sentimiento de incertidumbre de la población y sostenemos la demanda.
¿Qué balance hace de los últimos G20? La población tiene la impresión de que pocas decisiones se han llevado a la práctica.
Se ha avanzado más en el marco del G20 desde el inicio de la crisis financiera y bancaria de lo que se esperaba. Desde luego, la opinión pública es a veces un poco impaciente y subestima las dificultades. Debemos explicar bien lo que el G20 puede y no puede hacer. La situación en Brasil, Vietnam, África del Sur, China o la India es completamente diferente a la de Francia, EEUU o Alemania, por lo que no conviene que nos centremos en soluciones totalmente uniformes. Lo vimos en Toronto sobre la cuestión de los impuestos bancarios.
¿El impuesto sobre las operaciones financieras sigue siendo viable a escala mundial?
Toronto ha demostrado que no llegaremos a un acuerdo en el marco del G20 en un futuro próximo. La posición común de Francia y Alemania era que, si después de Toronto veíamos que el impuesto no iba a ver la luz en un plazo previsible, tomaríamos la iniciativa para implementarlo de forma unilateral en Europa. Por ese motivo, Christine Lagarde y yo hemos pedido a la Comisión Europea y a la Presidencia de la UE que trabaje sobre este asunto. En el Ecofin celebrado hace un par de semanas decidimos plantear las primeras propuestas a partir de nuestra reunión de principios de septiembre.
El viernes se publicaron los resultados de los test de estrés. ¿Temió sorpresas desagradables?
Independientemente de los resultados que en general, en Alemania, han sido muy positivos, la incertidumbre es lo peor. Por esa razón, en la Eurozona dijimos que realizaríamos las pruebas con escenarios realistas y los resultados se harían públicos. Todo eso conducirá, ya se puede ver, a que disminuya la inquietud de los mercados en cuanto a la solidez de los bancos europeos.
¿Qué ocurre con los bancos descapitalizados?
En ese caso, deberán decidir si pueden levantar suficiente capital en el mercado. De lo contrario, los estados deben preguntarse cómo pueden ayudarles. Si un país experimenta dificultades para hacerlo, puede recurrir, bajo las condiciones vigentes, a la línea de financiación (prevista en el mecanismo de estabilización). Los bancos no tienen acceso directo a esa línea.
La vigilancia de los mercados financieros debe iniciarse el 1 de enero de 2011, pero el proceso de codecisión no ha finalizado aún. ¿Es optimista?
Tengo confianza. Cristine Lagarde y yo, con la Presidencia española y después belga, nos hemos esforzado por llegar a una solución. En diciembre pasado llegamos a un acuerdo con nuestro homólogo británico en el Ecofin. No fue aprobado por el Parlamento europeo pero creo que hemos dado un gran paso hacia delante la semana pasada. El Parlamento aplazó la primera lectura y decidimos un nuevo mandato de negociación para la presidencia -de forma consensual en el Ecofin, con una participación muy constructiva del colega británico- y todos los que participan en las negociaciones son muy optimistas. Debería ser posible alcanzar una solución en las próximas semanas, de tal forma que el Consejo y el Parlamento aprueben el proyecto, espero que en septiembre.