Economía

Hong Kong renace con China: se ha convertido en su centro de referencia

El 1 julio de 1997 la isla de Hong Kong, después de más de un siglo y medio bajo soberanía británica, volvió al seno de la madre patria china. Ese día en el que la bandera roja ondeó de nuevo en la antigua colonia, la incertidumbre era máxima.

Ocho años antes los tanques en Tiananmen habían puesto en la picota el proceso de apertura económica impulsada por el régimen comunista, así que las previsiones para el día después en Hong Kong no podían ser más apocalípticas. Unos veían ya al Ejército Popular de Liberación desfilando por las calles hongkonesas, otros aventuraban que la plaza financiera sería engullida por la voracidad del gigante asiático, otros hablaban del fin de las libertades. La crisis, pensaron muchos, era inevitable.

Un país, dos sistemas

Tal era la inseguridad que destilaba el status quo que iba a estrenarse, el de "un país dos sistemas", que por aquel año la diáspora de ciudadanos británicos no había hecho más que empezar: hoy, una década después, sólo quedan en Hong Kong unos 25.000 de los 175.000 británicos que allí residían en 1996. El primer día bajo soberanía china se saldó con un inmejorable debut, disparando la bolsa a máximos históricos. Pero al día siguiente, el 2 de julio, el mercado de valores se derrumbó. El baht tailandés entró en barrena y produjo el colapso en cadena de varias economías asiáticas, entre ellas la de Hong Kong. A partir de entonces, la antigua colonia se vio en la tesitura de tener que emprender una increíble carrera de obstáculos que duró hasta 2004.

Y es que, primero, se desató la crisis financiera asiática. Llegó después el pinchazo de la burbuja puntocom, a continuación el brote de gripe aviar y luego la recesión en EEUU y el terrorismo del 11-S, para culminar con el zarpazo del SARS. Los desastres, mayúsculos e imprevisibles, se sucedieron uno detrás de otro. Pero ninguno podía achacarse a Pekín. "Fueron cosas que no se habían anticipado. Todo lo que nos podía afectar, ocurrió. Y todo lo malo que ocurrió fuera de Hong Kong nos golpeó", recuerda David O'Rear, economista jefe de la Cámara de Comercio de Hong Kong. Paradójicamente, la política no tuvo tiempo de influenciar como en un principio se creyó. "Los factores externos difuminaron los propios efectos de la retrocesión de la soberanía", explica O'Rear.

Parálisis de su economía

Durante aquellos años de depresión todo se paró: se desplomó el mercado inmobiliario, se hundió el consumo, creció el paro, se frenó el crecimiento… En 2003, en pleno SARS, Hong Kong tocó fondo: cerraron comercios y restaurantes y se evaporó un 40 por ciento de los extranjeros de la ciudad. Fue entonces cuando, a petición de Hong Kong, Pekín intervino directamente -y por única vez en 10 años- en la política económica de la isla. "Fue Pekín quien ayudó a salir del bache. Autorizaron a los chinos a viajar a Hong Kong sin visado y con ello incentivaron el despegue del sector minorista", señala José Luis García-Tapia Bello, consejero de la Oficina Económica y Comercial de España en la ex colonia.

Durante esa época, el 70 por ciento de los turistas provenían de China continental. "Gastan lo mismo que los europeos o estadounidenses pero no en hoteles de cinco estrellas sino en las tiendas, con lo que su contribución a la economía local es indudable", advierte O'Rear acerca del turismo chino, que hoy representa el 55 por ciento de los 25 millones de turistas que recibe la isla al año. Ello marcó la resurrección económica de la plaza financiera, que volvió -hasta hoy- a la cresta de la ola con dos años seguidos de crecimiento al 7 por ciento, la recuperación del mercado inmobiliario, el repunte del consumo y el empleo en máximos. En esa recuperación, obviamente, mucho tuvo que ver también el arrollador ciclo de bonanza en la economía mundial, ya que dos tercios de la economía hongkonesa depende del comercio.

Pero hubo más factores

"Hong Kong se ha convertido en este tiempo en el gran motor del delta del río Perla, que acoge al otro lado de la frontera unas 400.000 fábricas, de las cuales casi 60.000 son hongkonesas", asegura García-Tapia. En Cantón fue precisamente donde Deng Xiaoping, el presidente chino impulsor de las reformas en los 80, creó tres de las cuatro Zonas Económicas Especiales del país, auténticos laboratorios del capitalismo pensados para atraer la inversión extranjera con el anzuelo de la liberalización legal y las exenciones fiscales, con objeto de monitorizar su evolución antes de implantar el sistema a nivel nacional. En ese contexto, Hong Kong supo aprovechar sus vínculos históricos y culturales con China para ser los primeros en participar de lleno en el milagro chino.

Desde entonces, la isla ha invertido 273.000 millones de dólares en China, prácticamente lo mismo que el resto de países del mundo juntos. También ha podido, gracias a ello, acometer una transición tranquila desde una economía basada en la producción a otra de servicios. Pero su primacía y destacado rol en el gigante asiático se los debe también a la protección que le ha brindado el acuerdo de libre comercio firmado con Pekín en 2003. Éste garantiza que una mayoría de productos hongkoneses entren libres de impuestos en territorio chino, a la vez que ha dado acceso preferencial a las compañías de Hong Kong del sector servicios. En otras palabras, frente a los temores del intervencionismo de Pekín previos a 1997, hoy hay unanimidad en que China ha sido la chispa que ha permitido el renacer de la economía de Hong Kong.

La tercera pata del citado acuerdo con China fue el consentimiento de Pekín para conceder a la antigua colonia el estatus de centro financiero internacional. "Ello multiplicó la voluntad de muchas compañías internacionales de querer salir a bolsa en Hong Kong", asegura David O'Rear. La retrocesión de la soberanía a China, el crecimiento brutal del gigante asiático y la avalancha de salidas a bolsa han convertido a Hong Kong en la ciudad financiera más importante del este y sureste de Asia, según este economista. "Desde Alemania a EEUU, Hong Kong se ha convertido en la última década en un centro financiero global", remata.

El futuro pasa por China

Una década después, parece inevitable que el futuro de Hong Kong esté irremediablemente vinculado a China, tal como así ha sido a lo largo de casi toda la Historia. Si el gigante continúa escalando económicamente a su ritmo actual, Hong Kong será uno de los lógicos beneficiarios que podrá capitalizar el furor actual por China.

De hecho, el momento de retornar a la madre patria, en plena apertura y prosperidad de China, quizás no pudo elegirse mejor. Pero incluso si la economía china se ve menoscabada en el futuro por alguna de las múltiples amenazas que la acechan, Hong Kong siempre podrá erigirse en alternativa. Para muchos, la mejor decisión de Pekín con respecto a su nuevo y rico territorio durante estos 10 últimos años ha sido, precisamente, el no intervenir. "Desde 1997, Pekín sólo quiere una cosa de Hong Kong: que no sea problemática. Que no cause problemas financieros, políticos o sociales", señala el profesor Yan, de la universidad Tsinghua.

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