Economía

Por qué el anuncio de la moneda china es un engaño

En el mercado bursátil ha cundido la euforia con la aparente decisión de China de permitir que su moneda suba contra el dólar, aunque habrá que vigilar las carteras porque, en realidad, China no ha cambiado nada.

Sólo ha hecho lo mínimo para evitar que el Congreso estadounidense la tilde de manipuladora monetaria y aplique el consiguiente recorte a las importaciones chinas. Con el tiempo -hablo de meses, si no años-, China elevará su moneda hasta donde estaba antes de la crisis mundial de 2008. Vaya cosa.

Aun así, un yuan más fuerte no va a crear muchos puestos de trabajo en Estados Unidos porque la mayor parte de las ganancias del meteórico crecimiento chino siguen sin llegar a manos de los consumidores chinos, cuyo gasto crece mucho más lentamente que la economía global del país. En 2009, el total del consumo privado en China apenas alcanzó el 35% de la economía. Hace diez años llegaba casi al 50%.

¿Por qué son tan reacios al gasto los consumidores chinos?

En primer lugar, el colchón de las prestaciones sociales sigue siendo inadecuado, por lo que las familias chinas deben cubrir los gastos de sanidad, educación y jubilación. (China ha duplicado recientemente el gasto en estos servicios, pero el total sigue siendo bajo comparado con los estándares internacionales, de alrededor del 6% de la economía china frente a una media cercana al 25% en casi todos los países desarrollados).

En segundo lugar, los hombres jóvenes chinos superan en número a las mujeres por un amplio margen, por lo que los hogares con hijos varones deben ahorrar y acumular un patrimonio suficiente como para competir con éxito en el mercado matrimonial.

En tercer lugar, la sociedad china envejece deprisa porque el Gobierno ha mantenido bajo control el crecimiento poblacional desde hace tres décadas. Es decir, los hogares tienen a su cargo a muchos ancianos y deben ahorrar por adelantado para poder sostener todavía a más.

Pero, sobre todo, China está orientada a la producción, no al consumo. Quiere convertirse en la principal nación productora del mundo. Si mantener el yuan artificialmente bajo le cuesta a China -porque sube los precios de todo lo que importa-, el país está dispuesto a pagar ese precio porque su política monetaria es, en realidad, una política industrial.

No habrá más grandes beneficios en China

Nosotros creemos que el fin básico de una economía es consumir, no producir. Por eso, sólo podemos apoyar de mala gana cualquier política industrial. Pensamos que los esfuerzos del Gobierno por reconstruir nuestras infraestructuras son un estímulo. Favorecemos las inversiones estatales en investigación y desarrollo básico, fundamentalmente para hacer de Estados Unidos un país más seguro mediante tecnologías militares avanzadas. Y concedemos deducciones fiscales en I+D a las empresas estadounidenses, independientemente de en qué lugar del mundo lo lleven a cabo.

No se engañen pensando que las empresas de Estados Unidos seguirán ganando grandes beneficios con las ventas en China. Ésta permite que las grandes compañías estadounidenses y extranjeras vendan en el país con la condición de que la producción se desarrolle en China, a menudo en empresas conjuntas con sociedades nacionales. No se trata de conocimientos estadounidenses, por lo que, en último término, podrá sustituir a las empresas de EEUU por otras chinas.

Las ventas de General Motors en el gigante asiático suben, pero los coches los fabrican allí. Incluso están diseñando y desarrollando un nuevo subcompacto para China? en China. Procter & Gamble está tan establecida en el país que muchos chinos creen que sus productos (como la pasta dental Crest con sabor a té verde) son marcas locales. Podrían serlo perfectamente porque P&G lo fabrica casi todo allí.

Otros estadounidenses están ayudando a China a levantar unas infraestructuras inteligentes, luchar contra la contaminación con tecnologías limpias, desarrollar una nueva generación de energía fotovoltaica que convierta la radiación solar en electricidad y turbinas eólicas, encontrar nuevas aplicaciones para las nanotecnologías y construir aviones comerciales y motores de aviación. General Electric ha fabricado componentes para aerogeneradores en China. Incluso si parte de esto mejora los beneficios de empresas con sede en EEUU, no se traduce en más puestos de trabajo en el país. Y, desde luego, no amplía los conocimientos técnicos aquí, sino allí.

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La política monetaria china sirve también de política social diseñada para mantener el orden. Cada año, decenas de millones de chinos pobres llegan en avalancha a las grandes ciudades del país desde el campo en busca de un trabajo mejor pagado. Si no lo encuentran, China se enfrentará a disturbios y levantamientos. El desorden masivo es uno de los grandes peligros que se le plantean a la élite gobernante china, que preferiría con creces crear trabajos en la exportación, incluso al elevado precio de subvencionar a compradores extranjeros, que permitir al yuan elevarse muy por encima del dólar y arriesgarse a la falta de empleo dentro de casa.

La incómoda verdad, de la que no se suele hablar a ninguna de las orillas del Pacífico, es que tanto EEUU como China son capaces de producir mucho más de lo que sus propios consumidores pueden comprar. En Estados Unidos, la raíz del problema es el aumento de la proporción de los ingresos totales que va a parar a los más ricos. En China también crecen las desigualdades, pero la raíz del problema allí es que la proporción de los frutos del crecimiento económico que va a parar al habitante medio disminuye y aumenta la destinada a la inversión de capital.

Nuestras sociedades están amenazadas por la divergencia entre producción y consumo. En China, el peligro son los disturbios civiles. En Estados Unidos, una larga recesión de empleo e ingresos que, si se combina con una desigualdad creciente, puede provocar una violenta reacción política.

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