Economía

Los líderes del G20 pasan la factura de la crisis al sector bancario

El presidente de EEUU, Barack Obama. Foto: Archivo

Toronto se convierte este fin de semana en una ciudad sitiada, donde la camaradería y el espíritu de colaboración entre los Jefes de Estado y de Gobierno del Grupo de los 20 podría resquebrajarse y dejar de lado los buenos ánimos de otras cumbres como la de Washington, en septiembre de 2008, con el cadáver de Lehman Brothers todavía de cuerpo presente o la de Londres, celebrada en abril del año pasado.

En estos momentos, el sentido de urgencia de aquel entonces ha desaparecido y la dislocada recuperación económica mundial, que no marcha ni mucho menos a la misma velocidad de crucero para todos, impone objetivos y necesidades varias que no todos quieren cumplir.

Mientras el sector financiero renace de sus cenizas, la recuperación económica sostenible a medio y largo plazo pende de un hilo, especialmente con el fantasma de la deuda soberana de Grecia, Portugal y España sobrevolando el Viejo Continente. Bajo estas circunstancias, aquellos gobiernos que tuvieron que dar luz verde a descomunales planes de rescate para garantizar la supervivencia de los bancos, creen que es hora de que estas entidades devuelvan el favor servido, eso sí con intereses.

El presidente norteamericano, Barack Obama, desembarcaba ayer en su país vecino con la mayor reforma financiera de Estados Unidos desde la década de los 30 recién sacada del horno. Un extenso grupo de medidas que brindará algo de luz sobre los recovechos más oscuros de Wall Street e impondrá una nueva tasa bancaria a los titanes de la industria bancaria, es decir, aquellos con más de 50.000 millones de dólares en activos. El fin de este impuesto, que también se cobrará a los fondos de inversión libres o hedge funds con más de 10.000 millones de dólares en cartera, será costear la propia reforma en sí y, a largo plazo, reducir la deuda nacional.

El demócrata se mostró "satisfecho" y dijo que trabajará con otros países, no sólo para coordinar los esfuerzos de cambio dentro del sector financiero "sino también para promover el crecimiento economómico global que ofrezca a cada nación un camino correcto a la sostenibilidad de sus finanzas públicas".

Obama se reunió ayer en Muskoka, a 200 kilómetros de la capital de la provincia de Ontario, con los miembros del Grupo de los Ocho, donde se debatieron temas candentes como el programa nuclear iraní o posibles sanciones a Corea del Norte tras el hundimiento de un barco de guerra en Corea del Sur.

Los objetivos de Europa

Por su parte, la Unión Europea, con Gran Bretaña, Francia y Alemania, a la cabeza intentarán convencer a sus colegas para aplicar no sólo una tasa bancaria sino también una tasa en las transacciones financieras. Esta posición ya fue defendida a comienzos de semana en una misiva conjunta rubricada por el Presidente de la Unión Europea, Herman Van Rompuy, y del Presidente de la Comisión Europea, José Manuel Barroso, dirigida a los Jefes de Estado del G20.

En este sentido, la Asociación de Banqueros Británicos, capitaneada por el presidente de HSBC, Stephen Green, reconocía en una carta dirigida al primer ministro británico, David Cameron, que líderes mundiales deben comprometerse a "implementar medidas coordinadas que garanticen el libre mercado y rechazar aquellas que fomenten el proteccionismo". Green hizo hincapié en que no se debe reducir la competitividad y la disponibilidad de crédito ya que eso supondría "dañar" la recuperación económica.

Por su parte, la Federación de Banca Internacional (IBFed), cuyos miembros incluyen bancos de EEUU, China, Japón, Canadá e India, entre otros, apuntó que los cambios dentro del marco de Basilea sobre liquidez y reservas de capital "deben ser la actual prioridad". La industria bancaria ha advertido que unas exigencias demasiado agresivas podrían reducir el crecimiento económico en EEUU, la UE y Japón en un 3% durante los próximos cinco años y sacrificar 10 millones de empleos.

De momento, en EEUU los bancos deben dejar de considerar las acciones preferentes como parte de su capital dentro del ratio Tier 1 dentro de cinco años, según la reforma aprobada a última hora del jueves. Por su parte, el presidente francés, Nicholas Sarkozy y la canciller alemana, Angela Merkel subrayaron que Francia y Alemania, de acuerdo con las conclusiones del Consejo de Europa del 17 de junio pasado, son partidarios de que se llegue a "un acuerdo internacional para instaurar un impuesto o una a tasa sobre las instituciones financieras". De hecho la alemana mostró el viernes su satisfacción antes de aterrizar en Toronto porque en Europa "estamos de acuerdo" en que los bancos deben asumir en alguna medida los costes de la crisis.

Sin embargo, países como Canadá, con su primer ministro, Stephen Harper, a la cabeza, así como Japón, Australia, Rusia y la India, rechazan esta idea ya que no consideran justo que sus bancos tengan que pagar los platos rotos de los excesos europeos y estadounidenses. Como bien expuso el ministro de Economía y Finanzas canadiense, Jim Flaherty, "una misma talla no tiene por qué valer a todos".

¿Retirada a tiempo o la soga al cuello?

Otra patata caliente que pondrá de manifiesto la tensión que enmarca esta Cumbre son los planes de estímulo. La semana pasada, Barack Obama, en una carta dirigida a sus homólogos del G20, les pedía que actuaran de común acuerdo para "consolidar la recuperación" y destacaba que "una recuperación mundial sólida y duradera debería construirse sobre la base de una demanda equilibrada a nivel mundial".

El secretario del Tesoro de EEUU, Tim Geithner, y el consjero económico de la Casa Blanca, Lawrence Summers, escudaron al mandatario en un editorial publicado el jueves en el Wall Street Journal donde señalaron que "debemos demostrar nuestro compromiso de reducir los déficits a largo plazo pero no al precio del crecimiento a corto plazo. Sin el crecimiento, los déficits actuales aumentarán e impedirán el futuro crecimiento".

EEUU ha criticado que países con superávits como Alemania o China apuesten por recortar deficits y subir impuestos para mejorar su capacidad comercial, en el caso alemán para ser más precisos, en lugar de fomentar el consumo interno e intentar fomentar las exportaciones, especiamente las provenientes de este lado del Atlántico; recuerden que EEUU celebra elecciones legislativas en Noviembre y Obama podría quedarse bloqueado en el Congreso.

China ya ha cumplido su parte de cara a la galería al mostrar su intención de apreciar modestamente su moneda por primera vez en los últimos años. "Más allá del efecto del anuncio de las autoridades chinas sobre el final del vínculo fijo entre el dólar y el yuan, estaremos atentos a la realidad de estas declaraciones", señaló ayer un alto funcionario francés. "Apreciamos la reciente decisión de China al respecto y estamos impacientes por ver una puesta en marcha decidida de esta medida", escribían Tim Geithner y Lawrence Summers en el WSJ.

Sin embargo, Merkel ha puesto el grito en el cielo. La canciller alemana se ha sumado a la estricta dieta fiscal de Reino Unido, Francia y otros países obligados, como España, ya que según su parecer, la reducción de la deuda pública es imprescindible para garantizar un crecimiento sostenible. Merkel se ha tomado como un ataque personal las declaraciones de Obama y, por eso, llegó a Toronto con ganas de guerra: "No veo que todos podamos alcanzar un consenso", afirmó.

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