El premio Nobel de Economía, Joseph Stiglitz, es un referente mundial. Es profesor de la Universidad de Columbia (EEUU) y acaba de publicar el libro titulado Caída Libre, en referencia a la gravedad de la crisis económica que estamos atravesando. En una visita a Barcelona, para impartir una conferencia, recibe a elEconomista.
En su libro, defiende una profunda refundación del capitalismo. De hecho, este fin de semana en el Ecofin, se va a proponer que se aceleren las reformas del sistema financiero. ¿Cree que es posible refundar el capitalismo?
Está muy claro que necesitamos una reforma. Para mí, es lamentable que un año después del inicio de la crisis se hayan llevado a cabo muy pocas reformas. Pienso que tanto en Estados Unidos como en Europa hemos alcanzado un estado de confusión en que no sabemos qué hacer, si llevar a cabo reformas o no. Yo creo que sí es posible llevarlas a cabo. El problema es que no han de ser reformas puntuales sino reformas constantes en el tiempo. Y aquí es necesario el apoyo del Estado. Hay que encontrar el equilibrio entre el Estado y el mercado.
¿Cuándo es más fácil llevar a cabo las reformas, en tiempos de crisis o de bonanza?
Es más sencillo reformar en tiempos de crisis. Esta crisis es el resultado de la desregulación de los mercado en los últimos 20 años. El mercado no ha funcionado como debía. Creíamos que la única manera de resolver los problemas era dejándolo sólo. El tiempo ha dejado claro que el coste ha sido muy elevado. El problema ahora es que si no llevamos a cabo reformas, nos encontraremos de frente con otra crisis. Sin embargo, el escenario no es halagüeño: aumento de la deuda pública, incremento del déficit... Esta crisis nos ha dejado sin dinero para hacer frente a otra crisis.
¿El problema sigue siendo el sistema financiero?
El problema ahora es que los bancos están contraatacando y están haciendo uso del poder político. Soy muy crítico con los grandes bancos, no es ningún secreto. Ejercen un enorme poder político. Los políticos escuchan al dinero, pero la realidad económica va por otro lado. Ese poder es tan alto que, incluso, se llegan a filtrar rumores en los grandes medios de comunicación que ayudan a un hundir aún más la situación; rumores que son del todo inciertos. Ése es un fallo muy grave.
¿Cree que hubiera sido mejor dejar caer las manzanas podridas del sistema financiero en vez de salvarlas?
Pienso que se debe jugar a las reglas del capitalismo. Las manzanas caen por sí solas. Y, en este sentido, se ha cometido un grave error en Estados Unidos.
España apuesta por incrementar la flexibilidad laboral. ¿Es suficiente para salir de la crisis?
El problema de la flexibilidad laboral es que cuando se habla de flexibilidad se habla de reducción salarial. Y aquí hay un típico problema keynesiano de carencia de demanda agregada. Bajan los salarios y baja la demanda consumo. Y si no se consume, la economía no se despierta.
La clave de la flexibilidad, que en Estados Unidos ha representado un salto cualitativo de su economía productiva, ha sido que la flexibilidad va unida al concepto de movilidad, no de reducción salarial. Movilidad de pasar de un trabajo a otro, movilidad de desplazarse de un Estado a otro. Vale, es cierto, ahora nos hemos encontrado con un problema de hipotecas donde la gente está hasta el cuello y se ha frenado esa capacidad para la movilidad. Pero éste es el concepto, la flexibilidad laboral debe basarse en la adaptabilidad, no en menores salarios.
¿Cree que la carencia de ética es el problema del capitalismo?
La falta de ética es un problema cada vez más creciente. Individuos que llevan a la banca a cometer errores, sin control ninguno y con consecuencias devastadoras. Sin embargo, el problema del sector financiero va más allá de los errores técnicos o de la gestión del riesgo. El abuso continuado en las prácticas bancarias ha sido el motor del desastre financiero de los Estados Unidos, incluso hoy en día. Y lo grave es que el músculo político del Estado debería haber hecho algo frente a estos abusos para pararlo, y no lo ha hecho. Y veo muy claro la fuerza con que han influido en los Estados Unidos, por ejemplo, los grupos de presión o determinadas contribuciones entre Wall Street y el Gobierno.
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