Economía

¿Cuál es la mejor forma de reducir los déficits públicos?

Los abultados déficits públicos de muchos países son uno de los peligros sobre los que más alertan últimamente economistas y expertos. Pero además de las dos herremientas que tanto se mencionan para tratar de reducirlos, pocos mencionan otras dos posibilidades que existen para conseguirlo. Irwin Kellner, economista jefe de MarketWatch, las desvela sin dejar de lado los desafíos que suponen.

"A primera vista, recortar el creciente déficit de Washington supone utilizar una combinación de dos opciones bien conocidas pero igual de difíciles de digerir: reducir el gasto público y subir los impuestos", explica Kellner.

Según el economista, en el caso particular de Estados Unidos, que una u otra medida tenga más peso depende de qué partido político tenga más poder en ese momento, puesto que cada uno suele inclinarse más hacia una u otra solución.

Por ejemplo, "históricamente, los demócratas han tendido a favorecer el aumento de impuestos sobre el recorte del gasto. Los republicanos, por otro lado, optarán antes por esto último que por subir las tributaciones".

Otras herramientas

Sin embargo, "no hay forma de que las autoridades consigan reducir el déficit actual únicamente rebajando el gasto o elevando impuestos. Además, una decisión así podría dañar seriamente las políticas y programas de largo plazo del Gobierno, por no mencionar el impacto sobre el crecimiento global de la economía", advierte este experto.

Así, Kellner recuerda que hay al menos otras dos formas de luchar contra el déficit, "una es ideal; la otra, está cargada de peligro".

La manera más deseable de reducirlo, es también la más complicada, "hacer que el crecimiento económico se acelere. Cuanto más alta es la tasa de crecimiento de la economía, mayores ingresos por impuestos genera, lo que, combinado con una cierta contención del gasto, hundiría el déficit si ambas tendencias pudieran mantenerse durante el tiempo suficiente".

Aparentemente, esta estrategia es buena para todo el mundo, ya que "¿quién podría estar en contra de implementar una política que cree empleo, ayude a la gente a mejorar sus finanzas y a la vez impulse las ventas y las ganancias empresariales?", se pregunta el economista del portal financiero.

Sin 'varitas mágicas'

Pero Wellner ve una pega obvia: la cuestión práctica de cómo lograr algo así, algo sobre lo que "ningún partido tiene las respuestas clave".

"Las dos grandes crisis recientes anteriores sucedieron tanto bajo mandato republicano como demócrata. En ambas ocasiones se infirió sobre los impuestos, subiéndolos o bajándolos, y el resultado en ambos casos fue, tarde o temprano, una caída del déficit", relata el columnista.

Así, en la presidencia de Reagan, hubo un recorte de impuestos, pero combinado con un aumento continuado del gasto, lo que hizo crecer el déficit que, una vez que la política monetaria empezó a ser más expansiva, impulsó el crecimiento económico.

Durante la presidencia de Clinton, aumentaron los impuestos, básicamente para los ciudadanos de mayores ingresos, que son los que más ahorran, y se dio más manga ancha a la gente con menores recursos, más propensos al gasto. Y esto también se tradujo en crecimiento económico.

La peor solución

"Cualquiera de estos métodos funcionaría hoy", señala Wellner, aunque admite que no lo haría en el entorno político actual, en el que cada vez resulta más complicado que los principales partidos se pongan de acuerdo en lo más básico, no ya en decisiones tan difíciles e impopulares. Y esto no es un fenómeno único de Estados Unidos, evidentemente.

Como consecuencia de esta falta de opciones inmediatamente viables, "probablemente acabaremos utilizando el cuarto método: inflar nuestra economía como tantos países han hecho a lo largo de la historia", augura el economista. Es decir, estimular el incremento de la inflación.

Este método parece a priori el más sencillo, porque deja todo en manos de la Fed y su manejo del dinero, pero también es el más peligroso y destructivo.

"La inflación hace crecer los ingresos nominales más rápido que los gastos, pero los dólares que genera tienen cada vez menos valor. Esto daña a los bonistas y los tenedores de dólares, además de a los ahorradores, incluso aunque provoque un incremento del precio de las acciones", advierte Kellner.

WhatsAppFacebookFacebookTwitterTwitterLinkedinLinkedinBeloudBeloudBluesky