
Cinco años después de que comenzasen las obras de ampliación del Museo del Prado, Rafael Moneo (Tudela, 1937) pone el broche de oro a una carrera que, como la de todos los grandes, ha provocado tantas críticas como halagos.
En 1998, con el proyecto de reforma recién adjudicado, este navarro hijo de una ama de casa y un ingeniero declaraba que "el Prado no debe verse en el futuro como un agregado de edificios, me gustaría que siguiera teniendo valor preferente el edificio de Villanueva". 152 millones de euros más tarde (el presupuesto inicial era de 42 millones) parece que lo ha conseguido.
Ganador del Pritzker
Los nuevos 22.000 metros cuadrados de la pinacoteca nacional que unen el claustro de Los Jerónimos con el edificio original no eclipsan la fachada clásica. Pero ésta sólo es la última obra del único español que ha conseguido hacerse con el Pritzker, el galardón más prestigioso del mundo de la arquitectura.
Le fue otorgado en 1996, cuando ya había diseñado algunos de los edificios emblemáticos de su carrera: la madrileña estación de Atocha, el Kursaal de San Sebastián, el Museo de Arte Romano de Mérida y las bodegas Julián Chivite, en su Navarra natal.
Difusor de la arquitectura
Pero lo que hizo que el jurado se decidiese por el español como ganador fue su servicio a la difusión de la arquitectura: "Moneo no sólo diseña edificios, sino que pone sus teorías y su conocimiento al servicio de la educación, combinando estas dos cualidades y enriqueciendo la una con la otra", afirmaba Jay A. Pritzker, presidente de la Fundación Hyatt, organizadora de los galardones.
Y lo cierto es que Moneo ha dividido su vida entre sus dos pasiones: la mesa de arquitectura y las pizarras de la universidad.
Desde que en 1961 se licenció en la Escuela de Arquitectura de Madrid comenzó a formarse con maestros como Francisco J. Sáenz de Oiza, pero enseguida le picó el gusanillo de la docencia: en 1966 se convirtió en profesor de la Escuela de Arquitectura de Madrid hasta 1985, cargo que combinó en la década de los 70 con sus clases en la Escuela de Arquitectura de Barcelona.
Pero el reconocimiento internacional llegaría cuando a principios de los años 80 fue profesor invitado de las prestigiosas escuelas de Lausanne, Princeton y Harvard. Además, entre 1985 y 1990 ocupó el cargo de decano de la Graduate School of Design de Harvard.
Desde entonces, y aunque en ningún momento ha dejado de trabajar, los últimos años han servido para el reconocimiento del profesional consolidado: Medalla de Oro de Bellas Artes del Gobierno español, Premio de Arquitectura Contemporánea de la Unión Europea, Medalla de Oro del Royal Institute of British Architects... Ya se sabe que los navarros cuando se empeñan en algo, no paran hasta conseguirlo.