Economía

Ucrania, una potencia en ciernes

Viktor Yushchenko, presidente de Ucrania. Foto: Bloomberg
Al grito de "¡Somos invencibles!", miles de ucranianos protagonizaron uno de los acontecimientos políticos más sonados de los últimos años: la Revolución Naranja. No aceptaban la victoria electoral del filo-ruso Viktor Yanukovich, que juzgaban amañada, y su movilización provocó la repetición de los comicios.

Ganó el líder pro-occidental Viktor Yushchenko, que había sido envenenado -su cara sufrió una enorme transformación, por culpa del dióxido-, y el país volvió a la normalidad... o casi.

Desde entonces -finales de 2004-, la trayectoria de Ucrania no ha sido un camino de rosas: hace año y medio, sin ir más lejos, el presidente se vio obligado a cesar a su Gobierno en bloque, a raíz de unos escándalos de corrupción que también le costaron el puesto a la primera ministra y adalid de las insurrecciones, Yulia Timoshenko.

Progresión económica a buen ritmo

Pero en el terreno económico, la segunda nación más grande de Europa funciona cada vez mejor: aunque en 2005 sólo creció un 2,6 por ciento, el año pasado su PIB aumentó cuatro puntos más, hasta los 81.664 millones de dólares, y las autoridades prevén un comportamiento similar para este ejercicio.

Eso sí, la inflación no mejora -en 2006 fue de un preocupante 9,5 por ciento-. "Los principales riesgos vienen de la subida del precio de la energía, las presiones inflacionistas, las diferencias regionales y la existencia de un ajuste estructural incompleto", alertan desde el ICEX. Además, "la política y la economía son difíciles de separar: los grandes oligarcas tienen representación parlamentaria de forma directa o indirecta". Y, según Coface, las "divisiones ideológicas, geográficas y lingüísticas merman la capacidad del Ejecutivo ucraniano para acometer las reformas necesarias".

Que nadie se llame a engaño: la inestabilidad sociopolítica es una constante, la democracia sigue frágil y las finanzas públicas dependen en exceso de Rusia, tanto a nivel energético como para las exportaciones de metal. Sin embargo, Ucrania ofrece unas ventajas competitivas que la convierten en un destino atractivo para la inversión extranjera.

Vayamos por partes: en términos geográficos, la situación del país es interesante, porque delimita la frontera entre la UE y Rusia, beneficiándose de los derechos de tránsito del gas ruso hacia Europa occidental. Por otro lado, el endeudamiento del país se ha contenido, lo que reduce notablemente su debilidad económica; y, en el ámbito laboral, la mano de obra cualificada sale barata -el salario mensual no supera los 200 euros-.

No es un mercado saturado

Ucrania es un mercado de gran tamaño que no está saturado: a diferencia de lo que sucede con otros países del Este, brinda oportunidades de negocio en casi todos los sectores. "Es una nación en crecimiento que se está abriendo al exterior. Probablemente ingrese en la Organización Mundial del Comercio este año, y luego iniciará las negociaciones sobre un acuerdo de libre comercio con los Veintisiete", apuntan desde la Oficina Económica y Comercial de España en Kiev.

Otro aspecto positivo tiene que ver con el consumo: sus habitantes gastan más cada día que pasa y aprecian mucho "lo que viene de fuera". Ahora bien, el sector más rentable para la inversión extranjera parece ser la construcción -tanto para edificar como vender materiales-: la actividad más dinámica de la economía ucraniana se caracteriza por el déficit de viviendas, locales de negocio y hoteles, una realidad que eleva la demanda y genera beneficios potenciales altos. El problema es que falta transparencia, la corrupción aún hace mella en los negocios y, además, resulta difícil acceder a la compra de terrenos.

El turismo también ofrece buenas perspectivas -especialmente en los Cárpatos-, y el potencial agrícola del país es "enorme", según el ICEX. Pero lo más sugerente probablemente esté relacionado con los proyectos orientados a mejorar la eficiencia energética. Ucrania, cuyas tensiones con Rusia dejaron a media Europa helada el año pasado -por la crisis del gas-, puede ser una opción de primer orden en un área tan complicada para la UE.

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