
A las dos de la madrugada el casino del Hotel Lisboa de Macao vibra en medio de una atmósfera invadida de aromas de azar y dinero fácil. En las mesas de juego, abarrotadas de asiáticos, la mayoría chinos, no hay espacio para el glamour, la diversión, las copas o las miradas furtivas.
Manda una única consigna: apostar a destajo y hacer saltar la banca. La gran diferencia con otros casinos no es el despliegue, sino la actitud. Incluso a sabiendas de que la mayoría de los chinos lleva dentro un tahúr empedernido, cualquier debutante en semejante circo se siente intimidado ante tanta avidez compulsiva. En una efervescente y humeante sala de techos bajos y terciopelo gastado, el dinero -y no necesariamente el legal- es el único rey.
Lujo y mafias
El Lisboa, como buque insignia de los casinos que el magnate Stanley Ho operó en monopolio durante 40 años y cuya supuesta conexión con las triadas (mafias) chinas forma parte de su leyenda, simboliza el viejo Macao. Es el prototipo del hardcore gambling, que es como se define al juego cuando deja de ser un entretenimiento y se convierte en droga dura.
En los bajos del edificio, un centro comercial muy próximo al mal gusto esconde multitud de joyerías abiertas 24 horas que, al acecho de los perdedores, se ofrecen también como casas de penhores (empeños). Por los pasillos de ese feudo frecuentado principalmente por chinos, no falta el desfile de jovencitas con tacones altos que son sólo la punta del iceberg del otro gran negocio de Macao: el sexo de pago.
Stanley Ho y su compañía Sociedade de Jogos de Macau (SJM), que aglutina 18 de los 25 casinos que operan en el antiguo enclave portugués, acaparan un 55 por ciento de la cuota de mercado en el único territorio bajo soberanía china donde el juego es legal y donde ya empieza a moverse con profusión el dinero negro.
Aumento de la competencia
Durante cuatro décadas el pastel del juego fue su coto exclusivo, pero desde que en 2002 el Gobierno chino abriera el sector a los extranjeros, Ho se enfrenta a una competencia feroz.
En sólo cinco años, siete casinos, propiedad de Las Vegas Sands, Wynn Resorts y otros jugadores internacionales, le han comido un 45 por ciento del mercado. Entre todos han hecho de Macao la capital mundial del juego: en 2006 facturaron más de 6.800 millones de dólares y superaron, por vez primera, a Las Vegas. En el horizonte de todos ellos está ese mercado chino que se vuelve loco con el azar y cuya riqueza crece exponencialmente.
Más de 100 millones de chinos del próspero Cantón viven a una distancia de tres horas por carretera; a tres horas de avión, los clientes potenciales suman 1.000 millones; y, mientras Las Vegas sólo alcanza a algo más de 400 millones de personas a un radio de cinco horas de avión, Macao se pone a tiro de la mitad de la población mundial.
No es de extrañar, por tanto, que las compañías que en Estados Unidos operan un negocio que empieza a estar maduro hayan puesto ahora todo su músculo en ese pequeño rincón de Asia. "Que Macao haya superado a Las Vegas es sólo un titular. Lo importante es que, al final de esta década, será el doble de grande que Las Vegas", pronostica Harris Curtis, analista de JP Morgan. Todos ellos se están posicionando para la fabulosa batalla que se avecina.
Objetivo: el público chino
A sólo una calle de distancia del casino Lisboa, la nueva joya que el multimillonario Stanley Ho inauguró hace semanas explota en neón: es el Grand Lisboa, un surrealista edificio en forma de flor de loto cuyo interior ha sido engalanado en oro y rojo -símbolos de prosperidad y fortuna- y que se decoró según ese dudoso estilo bautizado como "chino contemporáneo".
Los tipos de juegos -que requieren 15.000 barajas de cartas diarias-, las salas VIP donde se apuesta con artillería pesada y el trato que se dispensa a los clientes buscan acaparar a un público mayoritariamente chino. SJM, que invirtió 625 millones de dólares en el Gran Lisboa, centra su estrategia futura exclusivamente en ellos, hasta el punto de que van hasta Zhuhai, al otro lado de la frontera de lo que es ya China continental, a fidelizar clientes.
"Los chinos cruzan a pie la frontera, donde les espera un autobús que les lleva gratis al casino. También les dan de comer y una ficha para que prueben suerte. Luego los llevan de vuelta", explica a elEconomista un español residente en Macao. Según explican los residentes, en la ex colonia antes sólo se oían tres lenguas: el cantonés, el portugués y el inglés; ahora, sin embargo, el mandarín (lengua oficial de China) se oye más que nunca.
No sólo juego
Muy cerca del Gran Lisboa, la compañía estadounidense Sands inauguró el pasado verano un casino con 800 mesas, el mayor del mundo por número de mesas de juego. "No se puede hacer mejor negocio que llevar a los asiáticos a los casinos. Toda esa gente necesita entretenimiento del mismo modo que alguien en el desierto necesita agua", declaró Sheldon Adelson, presidente de Las Vegas Sands y uno de 15 hombres más ricos del mundo.
Ahora bien, su filosofía de negocio es bien distinta de la de SJM:"Nuestro grupo pretende introducir el ocio, el turismo, las convenciones, la restauración y el comercio al negocio del juego".
Sólo el 5 por ciento de la facturación de Sands en Macao es por negocios distintos del juego, algo que quieren invertir para equilibrar al 50 por ciento los ingresos, al igual que en EEUU, gracias al entretenimiento, los hoteles y restaurantes. Otros pesos pesados del sector, como Wynn, Galaxy o MGM, han aterrizado en Macao o lo harán en el futuro con el mismo criterio.
El reto, por tanto, no es sólo captar, gracias a una oferta mayor, a la legión de clientes potenciales de Taiwán, Japón, Tailandia o Singapur, sean o no jugadores; también quieren cambiar los hábitos de los chinos.
Proyectos en marcha
La batalla está servida. Este mismo año Macao verá la apertura de otros seis casinos, incluido el Venetian Macao, réplica del de Las Vegas, al módico coste de 11.000 millones de dólares, mientras está en construcción la llamada "franja de Cotai", un fabuloso proyecto de ingeniería de algo más de un kilómetro ganado al mar, que acogerá a las cadenas hoteleras Sheraton, Four Seasons, Shangri-la o Hilton y sus correspondientes casinos.
A su conclusión, en 2010 y después de una inversión de 24.000 millones de dólares, Macao contará con medio centenar de casinos y será el epicentro indiscutible del juego en el mundo. Los operadores creen que, con 22 millones de turistas en 2006 y el doble en 2010, habrá bastante tarta para todos.
El presidente de Sands, Sheldon Adelson, presumió en su día de que el Sands Macao recuperó su inversión de 260 millones de dólares en sólo ocho meses y gracias a sus 40.000 clientes diarios. Lo que tiene un mérito indudable teniendo en cuenta la alta fiscalidad: un 40 por ciento.
El blanquo de dinero: el verdadero negocio
Con todo, un empresario portugués con intereses en el sector dio dos claves a elEconomista: "Primero, los controles de todo tipo son mucho menos estrictos que en Europa o EEUU. Y segundo, el verdadero negocio de los casinos en Macao es el blanqueo de dinero".
Aunque no todos los analistas coinciden en la euforia, las fabulosas expectativas de las compañías que han cerrado proyectos en Macao están en la cresta de ola bursátil. Las acciones de Sands, Wynn, Galaxy y Melco se revalorizaron el último año, respectivamente, el 120, el 72, el 50 y el 35 por ciento.
Hoy, qué duda cabe, Macao arde: los 11 millones de kilómetros cuadrados originales de la ex colonia son ya 17 más, todos ellos ganados al mar. Pero, con sólo medio millón de habitantes y una economía que depende en un 70 por ciento del juego, su futuro también depende de que los colosos mundiales del sector hayan apostado a carta ganadora.