
Los ricos también lloran y, como todo hijo de vecino, el Foro Económico Mundial no ha logrado escapar a la crisis de los 40. La edición anual que este miércoles comienza en la localidad alpina de Davos celebra su 40 aniversario sin que el planeta haya sido capaz aún de confirmar que la economía global ha recuperado el vigor suficiente como para dejar definitivamente atrás la gran recesión de 2009.
En 1971 fue fundado el Foro Europeo de Gestión, que en enero de ese mismo año celebró en Davos el primer Simposio Europeo de Gestión. La criatura creció robusta y saludable y, en 1987, fue rebautizada como Foro Económico Mundial y sus citas en Davos, pasaron a ser denominadas la Reunión Anual.
1989 fue un año histórico para Davos. Las dos Coreas escenificaron en esta reunión en los Alpes Suizos su primer encuentro a nivel ministerial. Aunque a día de hoy las relaciones entre la mitad capitalista y la comunista sigan sin ser especialmente cálidas. Ese mismo año, también aprovecharon la exclusividad del evento para mantener un encuentro trascendental el entonces primer ministro de la extinta República Democrática de Alemania, Hans Modrow, y el canciller de la República Federal de Alemania, Helmut Kohl. Allí discutieron cara a cara sobre la reunificación alemana, en lo que fue el preludio de la caída del muro de Berlín, del Telón de Acero, del bloque comunista, y del fin de la Guerra Fría.
La reforma bancaria en el punto de mira
En 1994 el Foro alcanzó el millar de socios. Desde entonces su objetivo ha sido mantenerse en torno a esa cifra para conservar su carácter de club exclusivo.
A día de hoy, se trata de una organización que emite diversos informes sobre la marcha de la economía mundial. Y, sobre todo, disfruta de un inigualable poder de convocatoria que atrae a buena parte de los líderes empresariales y políticos tanto a su reunión anual en Davos, como a los diferentes foros continentales que celebra a lo largo del año: América Latina, África, Europa, Este Asiático, Nuevos campeones (como China o India), Oriente Medio, etcétera.
En Davos, los líderes políticos y los presidentes y consejeros delegados de las principales multinacionales del planeta debaten y examinan más o menos públicamente las ideas y proyectos -nuevos o añejos- que en cada momento marcan la pauta de la agenda mundial. Y aprovechan este trampolín para intentar hacer llegar sus mensajes a todo el mundo. Este año, sin duda, la reforma de la reglamentación bancaria y las propuestas del presidente estadounidense Barack Obama figurarán entre los temas más candentes.
Muy en privado, tejen redes de contactos y, si hay suerte, hilvanan proyectos. En Davos, durante cinco días al año, se agolpan las ideas de los empresarios, el capital de los financieros, y la bendición o el rechazo de los políticos.
¿Foro útil o sólo espectáculo?
"Davos es útil porque reúne un gran número de interlocutores en un lugar único. Es una cuestión de eficacia. En cinco días se reúnen bajo un mismo techo, en un lugar en el que es difícil hacer otra cosa, quienes quieren tejer redes" explica Arancha González, jefe de Gabinete del director general de la Organización Mundial del Comercio (OMC), que este año participará en este evento por cuarta edición consecutiva.
Pero González también admite: "Hay parte de espectáculo que se nota en las delegaciones: los grandes industriales llegan solos, viven pegados a sus BlackBerry, y se mueven como pez en el agua. Muchos jefes de Estado o de Gobierno, por el contrario, llegan con séquitos de hasta cincuenta personas".
"No es un lugar para resultados inmediatos, sino para tejer alianzas y redes, para sembrar para el futuro", puntualiza González antes de explicar que en el caso de la delegación de la OMC, "si tienes a las sesenta mayores empresas del mundo y te invitan a que hables de comercio, es una oportunidad única porque son quienes empujarán a sus Gobiernos a cerrar un acuerdo para profundizar en la liberalización del comercio mundial".
Interrogada sobre la participación española en Davos y en otros foros internacionales, González explica: "Mi experiencia es que la presencia española en Davos siempre ha sido bastante discreta, tanto la política como la empresarial, si se compara con la de Alemania, Francia o Reino Unido". Y concluye: "Davos hay que verlo como un evento útil para el empresario o el político de turno".