Economía

Deporte y petrodólares

El Golfo Pérsico se erige en la nueva meca del deporte gracias a las espectaculares infraestructuras y suculentos premios en los torneos que ofrecen las megafortunas de los Emiratos Árabes.

Qatar nunca ha contado con un piloto profesional compitiendo por el mundial de Moto GP. Sin embargo, tiene uno de los circuitos más modernos del mundo, que en 2008 se convirtió en el primer gran premio en correrse de noche. Sin salir de la zona, Bahrein y Abu Dhabi nunca han sido cuna de pilotos de Fórmula Uno. A pesar de ello, el paddock ha quedado impresionado con los espectaculares circuitos que ambos emiratos han levantado y que constituyen dos orgullos del calendario mundial. 

Los Emiratos Árabes Unidos tampoco son una potencia futbolística. Desde 1990 no se clasifican para la fase
final de una Copa del Mundo. Pero eso no significa que no puedan presumir de estadios espectaculares, como los de Abu Dhabi, que el pasado mes de diciembre acogieron el Mundial de Clubes, en el que participó y ganó el Barcelona. Qatar, que nunca ha jugado un Mundial a nivel de selecciones, también se prepara para asombrar al mundo con su candidatura a la edición de 2022. ¿Su baza? La capacidad para levantar las mejores infraestructuras deportivas del mundo.

Caballos

No son dos casos aislados. La afición de los magnates y dirigentes árabes por el mundo de la competición y los petrodólares que reportan sus ingentes inversiones están haciendo de la zona una auténtica meca del deporte, hasta el punto de que en algunas disciplinas Doha o Dubai figuran como las principales citas del calendario. Un ejemplo es el turf. Cada año se celebra la Dubai World Cup, el torneo de carreras de caballos más lucrativo del mundo, con más de 10 millones de dólares en premios y una bolsa de 6 millones para el ganador. No se corre en una pista cualquiera. Hasta la fecha se disputaba en el hipódromo Nad Al She- ba, pero a partir de marzo de 2010 está previsto que la Dubai World Cup se celebre en el nuevo complejo Meydan Racetrack, la pista más grande jamás construida. La tribuna central mide un kilómetro de longitud y tiene capacidad para albergar a más de 60.000 espectadores.

Es un complejo deportivo que incluye un museo, un hotel de lujo y más de 10 restaurantes. El aparcamiento tendrá capacidad para 10.000 vehículos y se podrá llegar en barco a la zona VIP, gracias a un canal fluvial desde la ciudad de Dubai. Construirlo ha costado la friolera de 1.250 millones de dólares.

No es una cuestión de elitismo deportivo, sino que casa con la cultura de la zona. Si a un jeque árabe le gusta el fútbol no sólo compra un club, como fue el caso de Mansour bin Zayed Al Nahyan con el Manchester City en 2008, sino que también apuesta por contar con un estadio que sea la envidia de medio mundo. ¿Para que juegue el equipo local? No. Para que la FIFA lo tenga en cuenta a la hora de designar sedes de sus competiciones internacionales.

Isla artificial

Pasa lo mismo con otras disciplinas, como por ejemplo el tenis o el golf. ¿Qué tienen que hacer los dirigentes de un emirato para que los mejores tenistas del mundo jueguen en su territorio? Primero, construir la mejor pista posible. Segundo, crear un torneo con una dotación económica en premios que lo haga irresistible. Así pasa con el Doha Masters Femenino de la WTA, cuyo cheque para la vencedora asciende a un millón de dólares.

La sequía del desierto tampoco supone problema alguno a la hora de diseñar un campo de golf. No uno cualquiera, sino el primero del mundo diseñado por TigerWoods, con un complejo de resorts de lujo para atraer a las grandes fortunas del mundo.Y es que ése es el segundo punto de los faraónicos proyectos deportivos de la zona: su explotación comercial. El recientemente inaugurado circuito de Abu Dhabi, por ejemplo, cuenta con un lujoso hotel dentro de su recinto.

Aunque la aventura más compleja quizás sea la que emprendió el emirato de Ras al Khaimah, capaz de construir una isla artificial con un puerto exclusivo para optar a celebrar algún día la Copa del América de vela.

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