Economía

El análisis: Boyer respalda la subida de impuestos y ve luz al final del túnel para 2014

Miguel Boyer publica hoy en El País un relevante artículo-diagnóstico sobre la situación económica española, en el que desmonta diversos tópicos, analiza con realismo la coyuntura y sugiere caminos de avance, que, en lo sustantivo, no son discrepantes de la trayectoria gubernamental.

Para quien fue el primer ministro de Economía de Felipe González, tras desempeñar un papel eminente en el abandono de las tesis marxistas por el PSOE -después se ha retirado a su vida privada y se le ha criticado por su familiaridad con medios conservadores-, es "demasiado pronto para que los Gobiernos relajen sus esfuerzos para restablecer la salud del sector financiero y el apoyo a la demanda global con políticas de expansión macroeconómica".

"Las previsiones no pintan mal"

Boyer resta credibilidad a los augurios que afirman que España saldrá tarde y mal de la crisis: las previsiones del FMI para España "no pintan tan mal como se desprende de las interpretaciones de ciertos analistas y aficionados"; en cualquier caso, según el FMI, en 2014 España estará creciendo nuevamente al ritmo de Estados Unidos, por encima de Alemania e Italia. Pero lo más relevante del análisis es que respalda la subida de impuestos que ha decidido el Gobierno, una "opción respetable, por ser una decisión valiente e impopular, que ha recibido el apoyo del Banco de España".

Un gasto público "bien elegido"

Pero ese respaldo tiene una condición: que el dinero recaudado mediante la elevación de la presión fiscal -unos 6.400 millones de euros- no vaya sólo a contener el déficit sino que sea aplicado a un incremento selectivo del gasto. Porque "es un lugar común, desde la teoría keynesiana, que las economías no son, ni funcionan, como los hogares, ni siquiera como las empresas. Un mayor gasto público, bien elegido, estimula el crecimiento y puede reducir el déficit, en vez de agrandarlo".

Boyer, en fin, aunque insinúa que la subida de impuestos no era estrictamente necesaria -España terminará este año con una deuda bruta del 53% del PIB frente a una media del 78% de los mayores países europeos-, opta decididamente por mantener las políticas de demanda, es decir, por el gasto público selectivo, por los estímulos fiscales a la inversión, frente a las dudosas políticas de oferta en forma de bajadas de impuestos: "el multiplicador del gasto público tiene más efecto que el contractivo de un alza tributaria".

Abaratar el despido

Boyer es comprensivo con la negativa gubernamental al "abaratamiento del despido". Primero, porque entiende que en las circunstancias actuales "los sindicatos lo tomarían como una provocación". Y, segundo, porque las causas de las amplísimas fluctuaciones del empleo en España son mucho más profundas. Y cita el caso de Irlanda, con un sistema laboral completamente desregulado y un sector construcción también muy potente, donde la crisis ha generado el estallido de la 'burbuja inmobiliaria' y una subida del desempleo proporcionalmente semejante a la española.

En 2007, la inversión en construcción en Irlanda era del 15,6% y en España del 15,7%, frente al 9% en EEUU, Alemania, Francia, Reino Unido e Italia.

Los beneficios de la crisis

Boyer refiere, por primera vez -y ello es reconfortante-, los efectos benéficos de la crisis: cuando se reduzca en España el excesivo peso de la construcción -que exige además numerosos empleos temporales-, se reducirá la gran fluctuación de empleo, que ha sido una lamentable característica de nuestro mercado laboral.

Y con las lecciones que sacarán los gobiernos de la coyuntura, es de esperar que los tipos de interés se mantengan suficientemente altos para que no se creen nuevas "burbujas". Naturalmente, el espacio que dejará vacante la construcción en el sistema económico deberá ser compensado mediante la expansión del sector servicios "para mantener un crecimiento suficiente del PIB y del empleo".

Ello exige, a medio y largo plazo, una fuerte inversión en educación y una reforma laboral que reduzca la temporalidad. Una temporalidad que dificulta la formación profesional y daña la productividad y la competitividad económica. "Ése es un fin alcanzable -escribe Boyer- con sólo dos tipos de contratos, uno indefinido y otro por tiempo determinado, y no la cantilena de 'abaratar el despido'".

En medio de tanta confusión, de tópicos con poco fundamento y de digresiones retóricas, la claridad de Boyer tiene, sin duda, un plausible efecto iluminador.

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