Economía

La UE aprobará la asignatura de reducir el CO2 en el año 2010

Chimenea de la central nuclear de Goesgen, en Suiza. Foto: Archivo
Hasta que el árbitro no pita el final de una contienda ningún resultado está garantizado. Pero los representantes de la política medioambiental de la UE hace ya varios años que recorren los foros internacionales con sus cálculos y previsiones debajo del brazo: el objetivo es mostrar la imagen de una Europa comprometida con Kioto y ejemplar en su cumplimiento.

Es su manera de cimentar su autoridad moral a la hora de evangelizar sobre la lucha contra el cambio climático, y de reclamar la implicación del resto de los grandes contaminadores mundiales: Estados Unidos, China e India, fundamentalmente.

A Rusia se supone que se la ató en corto cuando Bruselas ofreció a inicios de esta década su apoyo a la candidatura de Moscú a formar parte de la OMC. Apoyo a cambio de, entre otras condiciones, su sometimiento al protocolo de Kioto y sus objetivos vinculantes de reducir emisiones de gases con efecto invernadero.

La UE se comprometió, cuando todavía estaba formada por únicamente 15 Estados -antes de que a partir de la primavera de 2004 fueran llegando los doce restantes socios del Este-, a rebajar un 8 por ciento sus emisiones de CO2 a la atmósfera para paliar el efecto de los mismos sobre la capa de ozono.

El 8 por ciento no es un compromiso para cada país del club, sino general. Debe ser alcanzado entre los años 2008 y 2012, con respecto a los niveles de contaminación registrados en 1990.

Creatividad contable

Según las proyecciones de la Comisión Europea, la meta estará al alcance de la mano ya en 2010. Incluso puede que en 2012 el recorte sea del 9,3 por ciento, lo que supondría aprobar con nota. Pero como suele repetir e ironizar el español Pedro Solbes, vicepresidente segundo y ministro de Economía y Finanzas, "hacer previsiones es muy difícil, sobre todo si se trata del futuro".

Lo cierto es que en los cálculos de Bruselas se descuentan no sólo las medidas ya en vigor, sino otras adicionales que se supone que se irán aplicando en los próximos años. Así parece que sí aprobamos.

España no aprueba

Pero lo de que aprobamos depende de en qué lado de los Pirineos nos situemos. Porque si la UE en su conjunto y gracias a la creatividad de la predicciones de la Comisión Europea aprobará, España se cuenta entre los países que individualmente cosechará calabazas.

Aún teniendo permiso para aumentar en un 15 por ciento sus emisiones con respecto a las de 1990 para no estrangular su crecimiento económico, Bruselas calcula que se ha pasado de frenada y en 2010 el incremento se va a disparar hasta el 51,3 por ciento.

En el mejor de los casos, aplicando todas las correcciones e iniciativas habidas y por haber que incluye el ejecutivo comunitario en sus previsiones, el aumento de las emisiones será en nuestro país del 42,4 por ciento.

Los malos

Por si a alguien le sirve de consuelo, aunque el exceso español es con diferencia el más acusado, otros seis países se están ganando el suspenso a pulso, aunque la nota esté más cerca del antiguo insuficiente que del nada honroso muy deficiente a la española.

Austria no cumplirá su objetivo de reducir sus emisiones de gases de efecto invernadero un 13 por ciento, pero aún puede que las reduzca un 6,5 por ciento en el mejor de los casos. Bélgica las reducirá quizás un 6,6 por ciento, aunque debería hacerlo un 7,5 por ciento. Dinamarca, que debería lograr un -21 por ciento, se conformará con un -3 por ciento.

Irlanda, que tenía margen para subir un 13 por ciento, va camino del 30 por ciento aunque todavía puede corregirse y quedarse por debajo del 20 por ciento. Italia, que debería recortar un 6,5 por ciento, coquetea con un incremento del 14 por ciento, pero podría reconducirlo y cerrar el balance en 2010 con una reducción cercana al 6 por ciento. Portugal, que podía elevar sus malos humos un 27 por ciento, va camino de superar el 40 por ciento, aunque podría enmendarse hasta el 31 por ciento.

Una de las reducciones más radicales de emisiones de CO2 es la prevista para Luxemburgo, comprometido a una reducción del 28 por ciento que podría llegar hasta el 46. Pero se trata de un país mínimo cuya contaminante industria siderúrgica ha sido laminada por la globalización. Un caso parecido al de Reino Unido.

WhatsAppFacebookFacebookTwitterTwitterLinkedinLinkedinBeloudBeloudBluesky