Economía

De burbuja en burbuja: inmobiliaria, bolsa, crudo... ¿Cuál será la próxima?

Greenspan se lo preguntó en 1996. "¿Cómo sabemos cuándo una exuberancia irracional ha hecho subir indebidamente el valor de los activos?", cuestionó. Aún no hay respuesta, pero la secuencia de burbujas sigue su curso en los mercados. ¿Cuál será la próxima?

¿Quiénes somos? ¿De dónde venimos? ¿A dónde vamos? Éstas son las grandes preguntas que la humanidad se ha planteado a lo largo de la historia. Salvando las distancias, Alan Greenspan añadió una más, pero ceñida al campo de la economía y las finanzas. "¿Cómo sabemos cuándo una exuberancia irracional ha hecho subir indebidamente el valor de los activos?", se cuestionó el ex presidente de la Reserva Federal (Fed), el banco central de Estados Unidos, el 5 de diciembre de 1996. Traducido a un lenguaje más coloquial, lo que Greenspan quería expresar es: ¿cómo sabemos cuándo existe una burbuja en los mercados?

La formuló con el objetivo de remover las conciencias ante la vertiginosa subida que estaban experimentando en ese momento las acciones en Wall Street. Pero no pasó de las palabras, y éstas apenas sirvieron para contener los ascensos durante la sesión posterior. Las cotizaciones siguieron creciendo luego, hasta dar lugar al fenómeno especulativo que fue bautizado como burbuja puntocom.

Sin embargo, eso se sabe hoy, con las consecuencias ya conocidas, pero no entonces. Es decir, la euforia se define en forma y profundidad una vez que ya no hay nada que hacer y que sólo queda contemplar el alcance de la purga posterior. Porque ésta siempre se produce. "El episodio de la especulación nunca termina con una lamentación y siempre con un choque violento", constató el economista John Kenneth Galbraith en la obra Breve historia de la euforia financiera.

Eterno retorno

La crisis actual ha vuelto a confirmarlo. Al fin y al cabo, partió de una burbuja. Una más que se suma a la lista iniciada con la tulipamanía del siglo XVII. "La burbuja inmobiliaria que creó la crisis de las hipotecas subprime asumió grandes proporciones porque nuestras sociedades no entienden o no saben cómo abordar las burbujas especulativas", afirma Robert Shiller, catedrático de la Universidad de Yale, en su último libro, titulado El estallido de la burbuja.

El eterno retorno de las burbujas parece un mal inherente a los mercados. Se huelen. Se intuyen. ¿Pero quién puede asegurar su existencia? ¿Cuándo empiezan? ¿Cuál es el precio justo de las cosas? ¿Cuándo se puede hablar de burbuja, cuando los precios suben un 25 por ciento, un 50 por ciento, un 150 por ciento? ¿Es falsa, entonces, la máxima de que el mercado, con su oferta y su demanda, siempre tiene la razón? Si se sospecha de su presencia, ¿a quién corresponde reaccionar? ¿A los gobiernos? ¿A los bancos centrales? ¿Y cómo? ¿Subiendo los tipos de interés, elevando los impuestos?

"[Los datos disponibles no avalan que] un brusco repunte de los tipos que genere una significativa moderación de la economía sea suficiente para controlar una burbuja naciente", alegó Greenspan en 2002. ¿Y qué hay de la gestión del riesgo o la innovación financiera, que prometieron un mundo más estable? "Había demasiada fe puesta en los mecanismos y las herramientas con los que entender un mundo que realmente es tan irracional como el de los mercados, donde millones de participantes interactúan. Hay muchos factores psicológicos que no se pueden reducir a una fórmula", asegura John Carey, vicepresidente ejecutivo de la gestora Pioneer Investments. "Ni la legislación ni un conocimiento de la economía más ortodoxa protegen al individuo y a la institución financiera cuando vuelve la euforia", concluyó igualmente Galbraith para subrayar que todo depende en última instancia de la naturaleza humana.

El 'dinero caliente' ataca

Y ésta es ambiciosa, algo que en este caso implica buscar la mayor de las rentabilidades con el dinero disponible. Más aún cuanto más goloso pueda ser el premio final. Ahí es donde encuentra el terreno ideal la semilla de la burbuja. Y ahora, pese a la crisis, el riesgo de que germine persiste. "Hay un exceso de ahorro acumulado que se rentabiliza con dificultad. Existe demasiado dinero persiguiendo demasiados pocos activos", advierte Juan Ignacio Crespo, de Thomson Reuters.

¿Exagerado? Observando la velocidad con la que el dinero se trasvasó de los inmuebles al petróleo en los primeros meses de 2008, y luego del crudo a la deuda pública, no da esa sensación. Y lo mismo ocurre con la escalada de la bolsa y las materias primas desde marzo de este año: en este periodo el Ibex 35 avanza un 42 por ciento y el crudo, un 63 por ciento. ¿Es una burbuja? ¿O se trata de una reacción normal tras las caídas anteriores? "Es la manifestación lógica de que hay gente que tiene mucha munición para disparar. Y eso, en estos momentos, puede inflar los precios con rapidez", reconoce el director de análisis de un banco español. Es lo que los técnicos identifican como dinero caliente, aquel que se mueve con celeridad de un activo a otro, caldeando así las cotizaciones y desencadenando al mismo tiempo un efecto llamada que provoca la llegada de otros inversores que quieren subirse al carro de las ganancias a toda costa.

"Ha llegado el momento (...) de diseñar cambios a largo plazo que eviten el crecimiento de burbujas, que estabilicen los mercados inmobiliarios y los grandes mercados financieros", aconseja Shiller. Más de doce años después, la pregunta de Greenspan sigue esperando respuesta. Y mientras no llega, la próxima burbuja acecha.

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