
Nuestro sistema tributario mantiene una baja fiscalidad sobre el consumo y los tipos sobre el valor añadido son inferiores a los de Alemania, Francia y otros miembros de la UE
Los sistemas tributarios de los países desarrollados reproducen esquemas comunes. Por un lado, imposición directa sobre los ingresos personales y empresariales e imposición sobre el consumo general y sobre bienes especiales. A ello se añaden las cotizaciones sociales, la fiscalidad de bienes raíces, la de las rentas de capital o plusvalías y un amplio elenco de figuras que desde los distintos niveles administrativos -centrales, regionales y autonómicos- gravan hechos imponibles diversos, como la constitución de un negocio, la circulación de un vehículo, la recepción de una herencia o la tenencia y disfrute de un electrodoméstico. Las variaciones se encuentran en las cifras en que se materializa cada impuesto y cómo afecta a la tributación personal de los contribuyentes, a la recaudación total del país y a las oportunidades de la empresas.
De la comparativa europea, se desprende que, si bien España tiene unos tipos en la renta personal que no difieren demasiado de casos como el italiano, sí muestra diferencias favorables en el Impuesto sobre el Valor Añadido. Así, el tipo máximo del 16 por ciento es inferior al de Italia, Bélgica, Irlanda o Francia. Algo que contribuye a que nuestro país sea el segundo de la UE con menor fiscalidad sobre el consumo.
1. España
La presión fiscal en porcentaje del PIB en 2007 suponía en España un 37,1 por ciento. La tributación directa se materializa en el IRPF -con cuatro tramos que van del 24 al 43 por ciento- y el Impuesto sobre Sociedades, con un tipo general al 30 por ciento y uno específico para pymes al 25 por ciento y señaladas deducciones en materia de reinversión de beneficios extraordinarios y de incentivos a la inversión. Algunas de las englobadas en esta categoría podrían desaparecer en 2012. El gravamen sobre el Patrimonio ha desaparecido y el Impuesto sobre Sucesiones y Donaciones presenta diferencias por comunidades autónomas. Tiene 16 tramos que oscilan, en un caso general, entre el 7,65 y el 34 por ciento y la tarifa se modula en razón de la proximidad de parentesco y el patrimonio preexistente del receptor. El Impuesto sobre el Valor Añadido (IVA) consta de tres tipos -4, 7 y 16 por ciento- y en materia de impuestos especiales se gravan distintos productos, entre los que se encuentran los alcoholes, las labores del tabaco y los energéticos, recientemente elevados.
El Impuesto sobre Transmisiones Patrimoniales y Actos Jurídicos Documentados grava los inmuebles a un tipo del 7 por ciento y los bienes muebles al 4 por ciento. En su vertiente de Actos Jurídicos el tipo es el 1 por ciento y recae en ciertos documentos y escrituras sobre cualquier bien cuantificable. Tiene otro hecho imponible, el de Operaciones Societarias -constituciones, ampliaciones y liquidaciones- que tributa al 1 por ciento. Esta tercera línea del tributo es un caso singular que apenas se recoge en sistemas tributarios extranjeros. Además de las tasas y precios públicos, existen otros tributos a nivel autonómico y local.
2. Unión Europea
La fiscalidad es uno de los reductos de soberanía que los Estados de la UE no están dispuestos a ceder. La Comisión puede presentar propuestas legislativas en la materia, pero su aprobación necesita de unanimidad: basta el veto de un Gobierno para bloquearlas. Como bloqueada está hace un lustro la propuesta de armonizar la base imponible del impuesto sobre sociedades. Ni siquiera ha pasado de la fase de idea la creación de un impuesto europeo para que los ciudadanos contribuyan directamente al presupuesto comunitario, en lugar de que este se nutra de los presupuestos nacionales y de la recaudación de aranceles aduaneros. El Impuesto sobre el Valor Añadido (IVA ) también es lo más parecido a una figura armonizada, aunque cada país es libre de subir y bajar sus tipos, siempre que no los coloque por debajo de un mínimo.
3. Alemania
Soltero, sin hijos y con un nivel de renta medio. Ése es el perfil del perfecto contribuyente alemán. Cuando menos, del más castigado por el fisco, un sistema que penaliza con dureza al segmento de población de ingresos medios. En Alemania, el Impuesto sobre la Renta oscila entre el 15 y el 45 por ciento, el máximo para las rentas superiores a 250.000 euros. De media, la carga fiscal derivada de impuestos y cotizaciones sociales alcanzaba en 2007 el 39,5 por ciento de los ingresos.
Destaca la considerable reducción de la carga fiscal en los últimos años, especialmente para las empresas. El Impuesto de Sociedades se sitúa hoy en el 29,8 por ciento y el IVA se elevó con carácter general al 19 por ciento en 2007, incremento que podría no ser el último.
El debate tributario en el seno de los cristianodemócratas alemanes está servido de cara a las elecciones del 27 de septiembre. Una opción pasaría por aumentar el tipo reducido del IVA, hoy en el 7 por ciento. La tasa sobre los cigarrillos se sitúa alrededor de los 140 euros por cada mil y el litro de gasolina se grava con 65,5 céntimos de euro y con 47 céntimos el litro de gasoil.
4. Francia
Es uno de los países desarrollados con presión fiscal más alta, del 45,8 por ciento del PIB en 2006 frente a un promedio del 35,9 por ciento en los países de la OCDE. Así, no es extraño que el Gobierno de Nicolas Sarkozy se resista a las llamadas de la izquierda a subir los impuestos. Una de las primeras medidas adoptadas a su llegada al poder fue la creación del "escudo fiscal", según el cual una persona física no puede pagar más del 50 por ciento de su renta real en impuestos. Los principales tributos en Francia son el IVA -con tipos del 19,6; 5,5 y 2,1 por ciento-, la Contribución Social Generalizada (CSG), con tipos del 7,5 al 8,20 por ciento, el Impuesto sobre la Renta, con cuatro tramos del 5,5 al 40 por ciento y el Impuesto de Sociedades, con un tipo normal del 33,3 por ciento. El Impuesto de Solidaridad sobre la Fortuna con cuatro tipos del 0,55 al 1,80 por ciento, es objeto de polémicas recurrentes, a pesar de la insignificancia de su recaudación. Los Gobiernos franceses han rivalizado en creatividad para inventar nuevas fórmulas para rascar los bolsillos de los ciudadanos y desde 2002 se han creado más de 15 impuestos, 12 desde 2006.
5. Bélgica
Tiene una de las Haciendas más voraces del planeta. Los belgas cargan con la deuda desbocada que dejó el gasto incurrido para sacar al Reino de las crisis del petróleo. Aunque la presión fiscal en Bélgica va bajando, la recaudación total en 2007 era del 44 por ciento del PIB.
De la nómina de un empleado, alrededor del 50 por ciento entra en el bolsillo del trabajador en forma de sueldo neto, un 25 por ciento corresponde a las cotizaciones de la empresa a la seguridad social, otro 10 por ciento son cotizaciones del trabajador y el resto son retenciones. El tipo normal del IVA en Bélgica se eleva al 21 por ciento y el tipo medio sobre los rendimientos de capital es, según cálculos de la Comisión, del 31,1 por ciento. Al ser un país pequeño apenas se coge el coche es fácil cruzar una frontera, circunstancia que los belgas aprovechan para comprar en Luxemburgo alcohol, tabaco y llenar el depósito, y escapar así de los muy elevados impuestos sobre estos productos. Al precio de los electrodomésticos hay que sumarle una ecotasa supuestamente destinada al reciclado: un euro, por una pequeña batidora. Los cabeza de familia reciben cada año el impuesto regional (89 euros en Bruselas) y el impuesto sobre inmuebles se dispara a los 800 euros al año por un piso mediano en las afueras.
El canon que financia radios y televisiones públicas se reconvirtió porque muy poca gente declaraba tener un televisor o una radio, y se sumó al monto total de otros impuestos más difíciles de esquivar.