
La medida de un héroe la otorga su adversario. ¿Qué sería del general Custer si no se hubiera enfrentado a un ejército de indios 20 veces superior en número que su Séptimo de Caballería?
O, siendo algo menos cruentos (sólo algo menos): ¿Qué sería del Correcaminos sin el Coyote? Desde luego, un personaje brilla más cuanto más relumbre su némesis.
Y Esperanza Aguirre, actual presidenta de la Comunidad de Madrid, ha debido de recordar esta máxima de las novelas de aventuras a la hora de autorizar su biografía, que acaba de publicar La Esfera de los Libros y que ha dejado claro que las diferencias entre la primera mujer que ha presidido una comunidad autónoma y su compañero de partido, el alcalde de Madrid, Alberto Ruiz-Gallardón, conforman un abismo. Y acudiendo al topicazo: un abismo insondable.
Lucha de poder en el PP
Se trata -ahora que al fin una de las dos partes pierde el pudor- de una beligerancia que va desde la ideología hasta lo personal, pasando por la forma de gestionar una administración (Esperanza, tan austera; Alberto, tan derrochador... o eso dicen los que apoyan a Aguirre, claro).
En el libro Esperanza Aguirre, la presidenta, escrito por Virginia Drake, desde luego, hay muchas pruebas de la austeridad de la ex presidenta del Senado.
Adiós a la Visa y a primera clase
Como demuestra, por ejemplo, el recuerdo de su primer día al frente del Ministerio de Educación y Cultura (en el primer Gobierno de Aznar). "Le dije al vicepresidente económico, Rodrigo Rato, que el capítulo II de los Presupuestos (gastos corrientes, alquileres, luz, teléfono...) era impresentable que no se redujese. Si en nuestras casas podemos gastar menos luz y teléfono, en los ministerios también".
Aquel año, subraya el libro, Aguirre fue de los pocos ministros que no se quejó de la congelación de las partidas ministeriales (el PP acababa de tomar el relevo y las arcas no estaban para muchas fiestas).
Es más, la ministra de Cultura predicó con el ejemplo y anuló todas las Visa vinculadas al Ministerio y prohibió a todo su equipo que se desplazara en primera en los viajes en avión o tren. En clase turista, pues, a no ser que se tratase de un vuelo transoceánico, que hay que estar cómodo para poder descansar.
No llega a fin de mes
También cuenta el libro de Virginia Drake que en uno de esos viajes iniciales -en Miami, para ser más exactos- el embajador quiso llevarla a comer a un restaurante de lujo y ella le convenció para ir a un McDonalds.
Toda esta leyenda podría encajar con otra, que la propia Aguirre ya se ha encargado de matizar. (La biografía, con todo, se supone que está autorizada por ella misma). Resulta que en cierto paraje de la obra, la presidenta madrileña admite tener problemas para llegar a fin de mes porque no cobra pagas extra y estaba acostumbrada a ellas por su cargo como presidenta del Senado. Pero eso, según la protagonista, es ficción.
Historia es, sin embargo, su celo ante el gasto público. Si en el Ministerio aterrizó eliminando privilegios, su primera actuación como concejala del PP en la oposición en el Ayuntamiento de Madrid (donde comenzó su carrera política) es bastante elocuente. Nada más hacerse cargo de su trabajo en el distrito de Moncloa-Aravaca, denunció que el presidente de la zona, el comunista Mario Nolla, se había pagado un viaje a París con fondos públicos. El edil nunca se recuperó de aquella denuncia, pese a que contó con el apoyo de Tierno Galván.
Tenacidad y ambición
Esperanza, pese a todo, nunca lo ha tenido fácil (es lo que dice el libro, al menos). Desde su propia condición de mujer - "qué pena que no sea chico... llegaría a ministro", le dijeron de pequeña- a la complicada carrera que le tocó afrontar. Como ministra, tuvo que voltear la imagen de casquivana que le cayó a raíz del rumor sobre Saramago (se dijo que ella exclamó "qué gran pintora" y todo fue un bulo). Pero sí admitió desconocer como ministra de Cultura quién era Santiago Segura cuando toda España le situaba por su papel en El día de la bestia. (Torrente vino más tarde).
Como presidenta del Senado vivió un oasis y recuperó imagen y fuerza para encaramarse a la Presidencia de la Comunidad de Madrid, con escándalos urbanísticos de por medio (el caso Tamayo, que obligó a repetir las elecciones). Y allí fue donde topó de nuevo con su viejo amigo Alberto Ruiz-Gallardón (los dos entraron juntos en el Ayuntamiento cuando fueron elegidos concejales, 20 años atrás) y donde todas las diferencias mutaron a irreconciliables. Sobre todo, cuando los dos lucharon por presidir el PP de Madrid y Esperanza arrasó. Ese enfrentamiento, de hecho, se ha antojado como un prólogo al que quizás tengan algún día para ser el candidato a la Moncloa.
Aguirre vs Gallardón
Eso es el futuro. Ahora, la biografía abre heridas como que Gallardón sabía del golpe de Tamayo desde el día antes o insiste en la deslealtad del alcalde hacia su partido...
Pero nadie mejor que la propia Aguirre para explicar su guerra:
"Alberto quiere hacer creer a todo el mundo que él representa el centrismo, y yo, lo más rancio y conservador de la derecha. Reconozco que Alberto es cojonudo. Tiene a los medios de comunicación en un puño, vive para esto, es un político de raza, incansable... Pero yo no puedo estar de acuerdo con darles la píldora del día después a las niñas de 12 años, ni con la subida de impuestos... Nuestras diferencias son de concepción política, y yo entiendo que la de Alberto es conservadora.
Lo que ocurre es que un día encargó una encuesta que le reveló que los madrileños eran de izquierdas, y se convirtió en el progre por antonomasia. Y yo, que siempre he sido neutral, que no me he movido de mi sitio por ser siempre la misma, que he sido muy criticada por ser espontánea, por ser natural, por hacer políticas liberales... parece que soy la que molesto".