
La crisis financiera ha tumbado bancos como Lehman Brothers, aseguradoras como AIG, Estados como Islandia... Si la escalada continúa, podría desmembrar la región del mundo más integrada política y económicamente: la Unión Europea. Un revés para quien asegure que para salir del túnel es imprescindible la colaboración internacional. "
La factura que podría romper Europa títula en portada la última edición de The Economist, el semanario que Romano Prodi, ex presidente de la Comisión Europea y ex primer ministro italiano, definió como "la Biblia para los no creyentes [en la UE]". La revista británica se refiere al coste de rescatar de una posible bancarrota a países de la zona euro como Grecia e Italia; Estados del Este de la UE como Hungría, Letonia y Rumanía; y otros fuera del club como Croacia, Serbia, Ucrania y Turquía.
El nuevo Telón de Acero, titulaba este lunes un apocalíptico The Times, alertando sobre la división entre los Veintisiete Estados del club comunitario. El diario económico galo Les Echos advertía este martes del riesgo de "desintegración europea". Argumentaba que "si no hay un plan de rescate del sistema bancario de los países del Este, podrían verse seriamente cuestionadas las ampliaciones de la UE en 2004 y 2007 que han puesto fin a la división de Europa y han contribuido a consolidar la democracia".
Poca coordinación...
El francés Dominique Strauss-Kahn, director gerente del Fondo Monetarios Internacional (FMI) lamentó el martes que los jefes de Estado y de Gobierno de la UE fueran incapaces de pactar una respuesta común a la crisis en la cumbre que celebraron en Bruselas el domingo. El Banco Central Europeo (BCE) también reclama más atención para el Este.
El Mundo subrayaba el lunes que "la Europa rica" se negaba a "lanzar un plan de ayuda masivo" para el Este. Pero en lo que va de crisis, Europa no ha diseñado ni un plan de rescate bancario, ni un plan de estímulo económico, ni uno de ayuda al automóvil ni, ahora, un plan para reflotar a los ex satélites de la extinta Unión Soviética.
Bruselas y los Gobiernos nacionales se han limitado a alumbrar ante cada problema una caja de herramientas: un abanico de soluciones que cada país es libre de aplicar en función de su situación. Las medidas que contienen no provocan, supuestamente, efectos colaterales. En teoría, sirven para que cada país salga de la crisis sin zancadillear al vecino. Hasta ahí alcanza la coordinación de la UE frente a la coyuntura actual. Y ni siquiera eso es seguro.
... y mucho resquemor
Antes de desdecirse en la cumbre europea del domingo, el Gobierno checo había acusado de proteccionismo al Ejecutivo francés y al resto de sus socios de Occidente. Praga y otras capitales de su entorno temían que el Oeste se hubiera lanzado a una carrera de subsidios a sus industrias nacionales del automóvil y la banca. Carrera en la que las peor pertrechadas haciendas públicas orientales no podían competir. Resultado: el Este perdería la ventaja de su mano de obra barata y se invertiría el sentido de la deslocalización de empresas que tantos puestos de trabajo ha creado en sus territorios.
El domingo, antes de la cumbre de los Veintisiete, nueve países del Este celebraron un desayuno restringido para criticar a sus socios del Oeste por su proteccionismo y escasa solidaridad. Polonia, la anfitriona del desayuno reivindicativo, quizás olvidó que recibirá 67.284 millones de euros de los Fondos Estructurales de la UE entre 2007 y 2013. Bruselas intenta acelerar el pago de este dinero para que sirva contra la crisis.
En la cumbre, Hungría osó reclamar a sus socios ricos de Europa un fondo de hasta 190.000 millones de euros para ayudar al Este. Contra el vicio de pedir, sus socios esgrimieron la virtud de no dar. Bruselas matizó que se ayudará al necesitado, pero caso por caso. Fue más sorprendente la respuesta de otros países orientales: rechazaron la idea de un plan regional para no dar a los mercados la imagen de que todos se encaminan irremediablemente y de la mano hacia la bancarrota.
España y América Latina
El Banco Europeo de Inversiones (BEI), el Banco Europeo de Reconstrucción y Desarrollo (BERD), y el Banco Mundial (BM) anunciaron la semana pasada un préstamo de 24.500 millones de euros a bancos y empresas del Este, dentro y fuera de la UE. Al presidente del BM, el estadounidense y republicano Robert Zoellick, le preocupa que la crisis devuelva a los brazos de Moscú a países como Ucrania, después de lo que ha costado americanizarlos. Bruselas responde que ya ayuda a los miembros de la UE, y que el resto queda bajo los paraguas del FMI y del BM.
Austria es el país rico más inquieto. La quiebra del Este arrasaría su banca, muy expuesta a los riesgos de la región tras amasar pingües beneficios gracias al todavía reciente crecimiento económico exponencial de la misma. También están expuestos, aunque menos, los bancos de Italia y Francia.
Para España, el peligro llega desde América Latina, región emergente con abundante presencia ibérica y que también amenaza con resentirse del colapso mundial del crédito, y de la repatriación de capital que ejecutan para escapar a problemas de liquidez y solvencia las multinacionales. Pero España no es inmune al Este. Un efecto dominó que tumbara a Austria, país de la zona euro, desprestigiaría a la moneda única. El efecto en el sector bancario español, al contrario que en los países centroeuropeos, es muy limitado, al tener una presencia mínima en la región.
El euro, tocado
Los mercados temen que quiebren países como Irlanda o Grecia, y podrían apostar por esta posibilidad hasta provocarla. Las reglas de la UE prohíben que el club socorra a los países del euro, para obligarlos a mantener sus cuentas públicas saneadas. Pero Berlín ya admite que si alguna capital de Eurolandia necesitara apoyo, la apuntalaría de manera bilateral para evitar la vergüenza de que el FMI zurza los agujeros del euro. Y le impondría unas condiciones durísimas de ajuste para hacerle pagar muy caro el descrédito que su bancarrota supondría para la moneda única.
Bruselas aún dispone de 15.000 millones de euros para respaldar países atribulados de la UE y ajenos al euro, tras haber prestado 6.500 millones a Hungría y otros 3.100 millones a Letonia. El martes rechazó que la vía para protegerlos de la crisis y la vertiginosa devaluación de sus divisas sea, como pide Hungría, admitirlos urgentemente en la zona euro sin exigir que cumplan los criterios previos de estabilidad de sus monedas y de sus cuentas públicas. Uno de los lastres de estos países es que se han endeudado en divisas extranjeras y, al desplomarse sus monedas nacionales, la deuda se les ha disparado.
Bruselas considera que ningún país candidato al euro estará preparado para su adhesión antes de que pasen dos años y, para entonces, el temporal debería haber amainado. Si se les colaran antes, la moneda única perdería credibilidad.