
Impresionante en sus alcances y ambiciones, el temario presupuestal del presidente de Estados Unidos para la economía, la salud pública y la energía pasa ahora a un Congreso desacostumbrado a resolver problemas enredados y contaminado por intereses poderosos que se oponen a varias partes de su plan. Quizás lo único que es tan alto como las metas del presidente Barack Obama son las barreras que deberá brincar su plan.
Además de enfrentar la crisis económica, Obama le está pidiendo al Congreso que actúe en asuntos contenciosos que se han debatido en momentos menos intranquilos, pero que no se han decidido: la lucha contra el calentamiento global mediante un impuesto a las industrias más contaminantes; reducir los subsidios a los grandes agricultores y granjeros; elevar los impuestos a los sectores adinerados; y hacer cambios grandes al sistema de salud pública.
Por sí solas, cualquiera de estas propuestas desataría una reyerta en el Congreso y debates feroces fuera de Washington DC.
Obama quiere que las propuestas se decidan principalmente de común acuerdo, como un plan interconectado que deshaga los elementos principales del movimiento conservador del presidente Ronald Reagan.
Se avecinan fuertes peleas
Obama delineó el plan el jueves en su proyecto de presupuesto, pero su ruta requerirá algunas leyes que significarán peleas fuertes.
"Estamos asombrados por lo intrépido y valeroso que es este presupuesto", afirmó James Horney, del Centro para Prioridades del Presupuesto y la Política, de tendencia liberal y que apoya al presidente. "Hay muchas cosas que van a ser sumamente difíciles, porque hay intereses establecidos muy poderosos que lucharán en su contra".
Obama no está proponiendo simplemente un presupuesto con un déficit que deja boquiabierto, de 1,75 billones de dólares, un aumento de cuatro veces en un año. El presidente está tratando de reencauzar las corrientes fuertes de la sociedad estadounidense.
El 5% más adinerado de la sociedad estadounidense pagará un billón de dólares en impuestos adicionales durante la próxima década, mientras la mayoría de los demás conseguirán alivios fiscales.
Las industrias tendrán que comprar e intercambiar permisos para emitir los gases que atrapan el calor en la atmósfera. Los ancianos de más ingresos tendrán que pagar más por las prestaciones que reciben bajo el programa de seguro médico del gobierno. Las compañías farmacéuticas recibirán menos utilidades del gobierno. Los bancos representarán un papel menor en los créditos para estudiantes.
La cuesta planteada por Obama es empinada. Incluso con mayorías demócratas sólidas en la Camara de Representantes y el Senado, el presidente sólo aseguró un paquete de estímulo de 787.000 millones de dólares después de aceptar compromisos que enfurecieron a los liberales pero que permitieron ganar el apoyo de tres senadores republicanos.
El rechazo republicano
Ni un solo republicano en la cámara baja lo respaldó. A juzgar por la condena inmediata de parte de los líderes republicanos en la Camara de Representantes a su proyecto de presupuesto, Obama puede esperar más del mismo en los próximos meses o años.
Lo más preocupante para él, sin embargo, son las divisiones que están surgiendo rápidamente entre los distritos electorales demócratas, liberales y centristas, que apoyaron su plan de estímulo o se hicieron a un lado.