
Navidades a gas. Quien esto escribe decidió hacer una prueba "integral" de una combustión de gas en unas vacaciones que iban a ser muy "movidas" en cuanto a kilómetros. Por cuestiones familiares, Madrid-Barcelona-Alicante-Barcelona-Alicante-Barcelona-Madrid en dos semanas. Unos 4.500 kilómetros en total. Y para afrontarlos, el A5 Sportback g-Tron, una de las tres modelos híbridos de gas y gasolina que Audi ofrece a día de hoy en su gama, junto al A3 y al A4. Y no olvidemos que tiene etiqueta ECO, con las ventajas que ello conlleva en grandes ciudades.
Y si la historia va de nuevas combustiones... ¿por qué elegir un vehículo de gas y no uno molón eléctrico, de los que todos hablan? La razón es evidente: la autonomía. Hoy en día es inviable afrontar un desplazamiento largo en condiciones normales con un vehículo eléctrico. Sí, empieza a haber instalaciones con supercargadores en las carreteras españolas con las que recargar el vehículo eléctrico, pero en ningún caso podríamos contar con toda su autonomía, y nos obligaría a hacer varios parones de unos tres cuartos de hora –siendo muy optimistas– como mínimo.
Con el gas, los tiempos son similares a las paradas para repostar con las combustiones habituales. El tiempo de recarga completa de un depósito de gas puede ser, como mucho, un 50 por ciento más lento. O sea, un minuto más de lo que podemos tardar en llenar un depósito de gasolina o diésel.
El vehículo: Audi A5 Sportback g-Tron
Lo primero de lo que hay que hablar es, evidentemente, del vehículo protagonista del "experimento". El Audi A5 Sportback g-Tron 2.0 TFSI S tronic llegó hace un año al mercado español, y ofrece prestaciones y magnitudes idénticas según esté impulsado por gas natural o por gasolina. Esto es, 170 caballos de potencia, 270 Nm de par, cuatro cilindros en línea, 224 kilómetros por hora de velocidad máxima, 8,4 segundos de aceleración 0 a 100 km/h, consumo medio de gasolina de nueve litros a los 100 kilómetros, y consumo medio de gas de 4,7 kilos cada 100 kilómetros. Emisiones de CO2 de 106 gramos por kilómetro. Depósitos de combustible de 25 litros para gasolina y 19 kilos para gas, lo que deja la capacidad del maletero en 390 litros. Tracción delantera y caja de cambios automática de siete velocidades. Autonomía máxima: 390 kilómetros con gas y 300 con gasolina, 690 en total. Y todo ello, por 46.000 euros.
Es un Audi, no hace falta decir más. La inmensa mayoría de los 4.500 kilómetros recorridos fueron por autopista o autovía, y en todo momento notamos que llevábamos una gran máquina, que responde a la perfección en los momentos de mayor exigencia, y que en todo momento exhibe un confort y una suavidad de conducción dignas de un vehículo de su segmento. A pesar de ser un vehículo largo, 4,73 metros, se comporta también con mucha agilidad en carreteras más pequeñas y reviradas.
Experiencia de conducción
El A5 g-Tron, como todos los vehículos que utilizan gas, funciona con este combustible siempre que tenga en el depósito. La gasolina solo entra cuando se agota el gas, y la transición se hace sin ninguna señal externa, ni acústica ni de vibración. La única diferencia es que se apaga el indicador que dice que estamos cabalgando con gas.
Por lo demás, la conducción es exactamente igual con un combustible que con otro. No afecta para nada, ni a prestaciones ni a sensaciones, el ser propulsados por gas o por gasolina. Ni siquiera en el ruido del motor, muy comedido con ambos combustibles.
A la hora de repostar gas
Las grandes diferencias entre la propulsión a gas y a gasolina es, desde luego... la recarga. En este caso, hablamos de GNC (gas natural comprimido), que en algunos sitios se conoce también como GNV (gas natural vehicular). Existe otro tipo de gas para automoción –volvemos a los tiempos del vídeo Betamax, VHS y 2000–, el GLP (gas licuado de petróleo), cuya experiencia afrontaremos en un futuro cercano.
¿Problemas? Unos cuantos. Primero: el número de estaciones que dispensan GNC en el territorio español. A fecha de hoy, recién estrenado 2019, encontramos no más de 50 puntos en el medio millón de kilómetros cuadrados de España donde podamos recargar un depósito de gas natural vehicular. Nada menos y nada menos. Esto requiere planificar un viaje con bastante cuidado a la hora de establecer los puntos de recarga. En mi caso, partiendo de Madrid no había problema, pues la capital del reino cuenta con 12 "gasineras" GNC, solo superada por Cataluña, con 13. Y, por fortuna, a mitad de camino entre Madrid y Barcelona, en Zaragoza, tienes para elegir una de las dos únicas gasineras existentes en Aragón. Luego, en el desplazamiento en ambos sentidos entre Barcelona y Alicante, ocurría lo mismo, pues disponía de un surtidor en Castellón y dos en Valencia. En Alicante, para afrontar el viaje de vuelta, llegaba otro problema. La ciudad de Alicante, una de las más importantes de España, no tiene a fecha de hoy una sola gasinera GNC activa, por lo que, para llenar el depósito y no tener que ir en modo gasolina hasta Valencia, había que desplazarse hasta San Isidro, cerca de Crevillente, al sur de la capital y por tanto en contradirección a Barcelona. Cuarenta y cinco kilómetros de ida y 45 de vuelta, 90 en total, que ya te hacen pensar si merece la pena. Sí por el ahorro, no desde luego por el tiempo. Segundo problema: que funcione la gasinera en cuestión. En mi caso, en todo este periplo, con 12 cargas de gas para los 4.500 kilómetros, tan solo en una ocasión, en Valencia, la estación estaba averiada. Y es que, si entras en Google Maps a la hora de buscar la gasinera en cuestión, los comentarios y valoraciones de los usuarios tienden más bien al negativismo. La principal queja es la falta de mantenimiento en unas estaciones, de momento muy poco utilizadas, y que cuando tienen un problema pueden estar días inutilizadas hasta que el operador de turno la repare. Pero, repito, en mi caso tuve mucha suerte en general.
¿Y cómo se reposta gas? El proceso es muy sencillo. Eso sí, solo se puede hacer con tarjeta de crédito. Todas las gasineras que visité no están atendidas por personal humano, por lo que la opción del pago en metálico no está disponible. Alguna gasinera estaba "encerrada" tras una puerta de cristal, que se abría metiendo la tarjeta en una especie de "cerradura" al efecto, pero la mayoría son surtidores abiertos. Metes la tarjeta de crédito en el "cajero" correspondiente, eliges tipo de gas –por si también se dispensa, en otro surtidor, el GLP–, el número de surtidor, el importe que quieres cargar (1, 5, 10, 15, 20, 25 o 50 euros) y, una vez que el sistema comprueba tu tarjeta, te pide que la recuperes y te invita a servirte. Se desengancha la manguera, se abre el depósito del vehículo –en el A5 está al lado del de gasolina–, se engancha bien la manguera dando media vuelta a una palanca, que tiene que terminar "mirando" al depósito, y se vuelve al surtidor a darle al "Play". Y ya está. El surtidor va suministrando el gas por "oleadas", esto es, se pone en funcionamiento y se para varias veces –la primera vez hubo un poco de "mosqueo" por esta circunstancia–, pero sigue hasta el final (depósito completo o la cantidad que hayas elegido), y termina el proceso. A continuación, desenganchas la manguera volviendo a dar la vuelta, en sentido inverso, a la palanca, la cuelgas en su sitio y esperas al recibo de la operación. Al ser un proceso automático, si lo que quieres es llenar el depósito, lo mejor es que elijas un importe superior a tu máximo –en el caso del A5, el depósito admite 19 kilos, por lo que lo mejor es elegir 20 euros (el kilo está a 0,92 euros)– y puedes estar tranquilo, que aunque elijas 20 euros, si se te sirve gas por un valor de, por ejemplo, 15 euros, eso será lo que se te cargue en la tarjeta.
Una recomendación: intentar cargar siempre de día. Las pocas gasineras disponibles en España están situadas casi en su totalidad en polígonos industriales que resultan ciertamente oscuros y solitarios por las noches –recordemos que no están atendidos–, por lo que siempre estaremos más "tranquilos" repostando a plena luz del día.
Ahorro más que notable
A la hora de echar números, no hay color. El consumo de gas en el Audi A5 g-Tron fue, por término medio, de 4,7 kilos cada 100 kilómetros. Y como el precio medio del kilo de gas fue de 0,92 euros, echando una cuenta por encima los 4.500 kilómetros del viaje navideño tuvieron un coste de 195 euros. Si esos mismos kilómetros los hubiéramos recorrido solo con gasolina, a un precio medio de 1,3 euros por litro, y con un consumo de nueve litros cada 100 kilómetros, el coste hubiera ascendido a 525 euros, más o menos. Evidentemente, el ahorro económico no tiene color.
Por lo tanto, y para resumir, la experiencia de hacer largos y continuos desplazamientos con un vehículo propulsado por GNC ha sido altamente positiva. No ya solo por el evidente ahorro económico, sino porque, a pesar de todos los inconvenientes que conlleva la escasez de surtidores a día de hoy en España, si te planificas bien, y si circulas por lugares más preparados para este tipo de combustión, elegir un coche de gas es sin duda una elección muy a tener en cuenta. Otra cosa es que vivas en Cantabria, Canarias, Extremadura o La Rioja, donde el número de gasineras es de CERO patatero. O en Asturias, Baleares, Castilla y León, Galicia, Murcia y Navarra, donde solo existe UNA en cada una de estas comunidades. Una vez más, en España disponemos de aparatos de última generación, en todos los ámbitos de la tecnología, a disposición del usuario. Pero luego fallamos en una red de infraestructuras que sin duda no están a la altura de dichas tecnologías.