
Francia ha rebajado el límite de velocidad en las carreteras secundarias de 90 a 80 kilómetros por hora, una medida que entró en vigor este pasado domingo 1 de julio y con la que se espera evitar entre 350 y 400 muertes al año en accidentes de tráfico.
"Queremos que Francia obtenga mejores resultados en seguridad vial", subrayó el primer ministro francés, Edouard Philippe, en un acto celebrado el pasado viernes en Saint Denis, ciudad limítrofe con París, organizado para promocionar esta medida que se enfrenta a una fuerte oposición popular: las tres cuartas partes de los franceses están contra, según una encuesta de Odoxa.
Philippe insistió en que la velocidad "es sistemáticamente un factor agravante" de los accidentes y recordó que cada año mueren en las carreteras francesas entre 3.500 y 3.600 personas, a las que hay que sumar unos 75.000 heridos, de los cuales 25.000 quedan con lesiones "permanentes e irreversibles".
"Es evidentemente una constatación que no resulta aceptable, con un costo humano terrorífico", añadió.
Preguntado sobre si habrá una tolerancia inicial en la aplicación de la nueva limitación de velocidad, respondió que "habrá un periodo de pedagogía" de la que se van a encargar las fuerzas del orden, y se esforzó en afirmar que "no se trata de castigar a nadie" ni de recaudar más dinero con las multas.
En cualquier caso, indicó que se están calibrando los radares para controlar los excesos de velocidad.
Philippe dijo asumir la impopularidad actual de la reducción a 80 kilómetros por hora la velocidad máxima a la que se podrá circular por las carreteras con doble sentido en las que no hay una separación física entre los dos carriles.
La siniestralidad vial aumentó ligeramente en Francia (un 1,4%) en 2017, después de haber subido el número de muertos en carretera en los tres años anteriores.