Motor

La cúpula de Volkswagen se vuelve a cuestionar el futuro de su filial Seat

Seat tiene la habilidad de aquel funámbulo que se pasea por el alambre haciendo acrobacias y que siempre se libra de la caída por los pelos. La marca española, la única que queda en nuestro país tras la desaparición de Santana, ha vivido muchos episodios en los que parecía sentenciada a desaparecer, pero en el último momento siempre ha resurgido.

La peor crisis la vivió Seat a finales de los años 80, cuando Fiat la abandonó a su suerte y la empresa tuvo que improvisar el primer Ibiza de la historia. Aquel coche, equipado con un motor System Porsche, salvó a la compañía y la hizo atractiva a los ojos de Volkswagen (VOW.XE) (VW). Previo cobro de cuantiosas ayudas públicas, la multinacional alemana decidió alargar la vida de Seat y construir la actual fábrica de Martorell en Barcelona.

La llegada de Ferdinand Piëch a la presidencia de VW en 1992 supuso un nuevo reto para la antigua Sociedad Española de Automóviles Turismo. Piëch nunca vio con buenos ojos la compra de Seat y nada más llegar a la cúpula de la multinacional decidió cerrar la vieja fábrica de la Zona Franca de Barcelona. Aquella decisión supuso reducir la plantilla a la mitad.

Pérdida de peso

La retirada de Piëch como presidente de VW parecía que podía abrir el camino a la recuperación de Seat , pero la compra de la checa Skoda por parte de los alemanes fue un nuevo obstáculo en el camino. Desde la sede de Wolfsburg, los directivos de VW apostaron más fuerte por Skoda y Seat fue perdiendo peso dentro del grupo.

Además, la retirada de Piëch sólo fue parcial, ya que se convirtió en el presidente del comité de vigilancia de VW, un organismo que tutela las decisiones de los ejecutivos de la firma germana. Desde ese organismo, este brillante ingeniero alemán, nieto de Ferdinand Porsche (el fundador de Porsche), diseñó una fórmula para reforzar su posición.

Poco a poco, permitió la entrada de Porsche en el capital de VW en detrimento de las participaciones que tenían el estado alemán de la Baja Sajonia y los propios sindicatos de la compañía. Hoy Porsche controla, directa o indirectamente, el 66% de VW.

Convertirse en sólo una fábrica

Tras años de travesía en el desierto y una retahíla de ayudas públicas, la llegada a la presidencia de Seat de Erich Schmitt parecía garantizar el futuro de la compañía. Schimtt, un hombre fuerte dentro de VW que había triunfado en China, anunció que la marca española duplicaría su producción de coches actual en el año 2018. De los 400.000 coches fabricados en 2007, la marca pasaría a 800.000 en sólo una década.

La crisis financiera internacional y la caída de ventas de automóviles en todo el mundo pueden convertir las previsiones del presidente de Seat en papel mojado.

Por el momento, durante los primeros nueve meses de este año, la empresa ha padecido una caída de ventas y de facturación, lo que ha supuesto un aumento de las pérdidas hasta los 30 millones de euros, frente a los 12 millones registrados en los nueve primeros meses de 2007. Y lo que es peor, Seat se ha consolidado como la oveja negra del grupo, ya que ninguna otra compañía pierde dinero. Las malas perspectivas del mercado automovilístico europeo, y especialmente del español, han hecho replantearse el futuro de Seat dentro de VW.

Además, el anuncio de Porsche de que controla el capital de la multinacional puede suponer la sustitución del actual equipo gestor que encabeza el presidente Martin Winterkorn , el principal valedor de Erich Schmitt.

Una nueva acrobacia de Seat sobre una cuerda que con el paso del tiempo cada vez está más floja.

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