Motor

Huevo Eléctrico: ¿te suena, Google?

El revolucionario coche autónomo de Google ya está en periodo de pruebas y a un paso previo de su industrialización. Rebuscando en el desván del automovilismo encontramos el que es probablemente su primer antecesor en cuanto a concepto automovilístico. En esa época, los vehículos autónomos sólo eran imaginables en los más calenturientos libros y tebeos de ciencia ficción.

Nos estamos remontando nada menos que a 1942, época convulsa en las que el invasor alemán imponía en Francia fuertes restricciones de carburante a la población. Para hacer frente a la inmovilidad forzada de sus compatriotas, que tenían la mayoría que hacer uso de la bici, el ingeniero Paul Arzens se puso a la tarea de construir un coche barato que no dependiera de la escasa gasolina.

Arzens era un diseñador de ferrocarriles, que hasta ese momento había desarrollado potentes locomotoras de tren. Nada más lejos de los utilitarios que se proponía crear para la ocasión. Pero lo hizo, y con un resultado que aún hoy nos resulta brillante y sorprendente en lo que aporta de diseño y tecnología.

Autonomía de 100 kilómetros

Por su forma, este microcoche de tres ruedas enseguida fue llamado popularmente el "Huevo", como pasaría una década más tarde en España con el Isetta de similar concepción.

Se trataba de una ligera carrocería ovoidal, fabricada en aluminio, cerrada por una capota de plexiglás transparente y montada sobre un chasis de estructura tubular, también de duraluminio. En su interior tenía espacio para alojar a dos personas y su ligereza, 300 kilos sobre la báscula, permitía a una sola persona incluso levantarlo desplazarlo "a mano" en las maniobras de aparcamiento.

Sus 5 baterías convencionales permitían al Huevo una autonomía de 100 kilómetros desarrollando una velocidad máxima de 70 km/h, lo que no estaba nada mal tratándose de un vehículo destinado al transporte por la ciudad.

La brillante idea quedó como tal, ya que el final de la guerra cuando cesaron las restricciones de combustible se sustituyó el motor eléctrico del Huevo por un motor de gasolina Peugeot de 125 cc. El periodo de prosperidad de los años 50 relegó al olvido los coches eléctricos y Paul Arzens conservó toda su vida el Huevo, convencido de que algún día sería útil .

El prototipo de Arzens se donó tras su fallecimiento al Museo de Artes y Oficios de París, donde había estudiado Paul Arzens, y posteriormente se restauró y trasladó para exhibirse en la Ciudad del Automóvil de Mulhouse ya convertido en un ícono del diseño industrial.

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