
Se habla mucho en los últimos meses de la conducción autónoma. Es sin duda una revolución que llegará algún día a nuestros automóviles, que tomarán entonces a su cargo todas las funciones de conducción. Pero, por el momento, la autonomía total de los vehículos es inaplicable por los problemas informáticos y, sobre todo, legales, que plantea en la circulación por vías públicas.
Pero lo que ya está funcionando y se va a generalizar en poco tiempo es la llamada conducción predictiva. Hace unos años, fabricantes de tecnología punta como Bosch ya perfeccionaron unos avanzados sistemas que, utilizando la cartografía del GPS, adecuaban el funcionamiento del vehículo anticipándose a las variables de la orografía. Es decir, el coche sabe de antemano que va a afrontar un desnivel, una curva, un cruce, etcétera.
Horizonte electrónico
En un principio, la aplicación de la conducción predictiva se enfocó principalmente en el acuciante problema de la disminución del consumo de combustible y por ende de las emisiones contaminantes. Pero esta previsualización de la carretera sirve para mucho más, pues el llamado horizonte electrónico que analiza el ordenador del vehículo puede también a contribuir a mejorar las condiciones de seguridad, controlando por ejemplo la orientación y alcance de los faros, o adaptando automáticamente el frenado y la velocidad al diferente radio de giro de las curvas, poblaciones o puntos negros de accidentes.
No es difícil imaginar que el control adaptativo de la velocidad ACC, conectado a los datos suministrados por el horizonte electrónico, ofrece unas grandes posibilidades de mejorar la conducción y la eficiencia del vehículo. Bosch ha calculado que la conducción predictiva ahorra de entrada un 15 por ciento de carburante al adaptar la velocidad idónea para circular por cada tramo de la carretera.
BMW y Audi, los primeros
Los beneficios en cuanto a eficiencia energética de la conducción predictiva no se limitarán a los coches de motorización convencional. Se adaptará también a los híbridos y a los eléctricos, pues la predicción de la carretera les ayuda también a realizar un cálculo previo de la energía consumida y aprovechar la almacenada en sus baterías. Si por ejemplo nos espera una larga bajada donde los generadores podrán recargarlas, el propio coche decidirá utilizar la electricidad sobrante para gastarla antes de llegar a ella, ahorrando así el combustible del motor térmico.
La primera marca en adaptar el sistema de conducción predictiva fue BMW, que interconectó así sus automatismos de conducción a los datos suministrados por el GPS. En diversos modelos de la marca alemana, el coche entra en el modo de conducción predictiva cuando pulsamos la tecla Eco Pro del control de crucero, aunque no utilicemos el navegador. El coche va así ahorrando pequeñas cantidades de combustible a lo largo de los kilómetros que, en un viaje largo, pueden suponer una considerable rebaja en el gasto y en las emisiones.
Prueba de que el sistema de conducción predictiva va a ser el siguiente paso en cuanto a la generalización de los automatismos a bordo es que lo va a incorporar el nuevo Audi Q7 que se presentará oficialmente en unos días.