
Estados como Nevada, Florida, Michigan o California, en Estados Unidos, ya permiten la conducción autónoma de vehículos. En el Reino Unido se está valorando hacer una propuesta de enmienda legislativa para permitirlo, al igual que en Suecia para comenzar las pruebas de circulación real en 2017. A su vez, la inversión de los fabricantes de coches ha supuesto más de 10 billones de dólares en sistemas avanzados de asistencia a la conducción en los últimos años, y se estima que ascienda a los 130 billones en 2016.
¿Indicios éstos de que el coche del futuro ya está aquí? En mi opinión, no será hasta dentro de 10 años cuando los cambios tecnológicos impacten de verdad en el mercado global de automóviles. Mientras, serán necesarios grandes e importantes pasos, como eliminar las limitaciones legales a los coches autodirigidos, resolver los problemas de las baterías o mejorar la conectividad.
¿Cómo es el coche del futuro?
Además de imaginar coches que sobrevuelen sobre tráficos abarrotados en las grandes urbes, el vehículo del futuro se identifica, por un lado, con su método de propulsión y, por otro, con sus sistemas de conectividad y de inteligencia artificial. En lo relativo a la propulsión, destacan los avances de los últimos años en la producción de combustibles más ecológicos y la comercialización de coches híbridos, la apuesta por vehículos 100% eléctricos o la búsqueda de combustibles alternativos como el hidrógeno.
Los nuevos desarrollos en los sistemas de conectividad, cada vez más lejos de una trama de ficción cinematográfica, empiezan a tomar forma impulsados por los grandes grupos tecnológicos. Así se reflejó en una reciente jornada del IESE sobre el sector en la que se analizaba qué caminos debían abordar los fabricantes de coches para seguir innovando. Los sistemas de conectividad ya despuntan entre los más innovadores, tras las emisiones -que sigue siendo el más crítico- y, por supuesto, la seguridad y el abaratamiento de los costes y los precios.
Sin embargo, el usuario demanda cada vez más que su vehículo esté conectado a la red. Y que como su teléfono, su tablet o su ordenador, tener acceso a la información en tiempo real y a otras opciones de confort a bordo, como la música o el ocio. Un entorno en el que progresivamente se empieza a hablar más de la autonomía. Y donde los coches estén dotados de una inteligencia artificial que, además de ser autodirigidos, permitan una conducción más eficiente y reducir las emisiones.
El intrusismo de las tecnológicas
Las grandes tecnológicas como Apple o Google ya han puesto aquí su punto de mira invirtiendo en investigación para crear los primeros coches autodirigidos. La primera de ellas ha anunciado la contratación de expertos en diseño y desarrollo procedentes del sector automoción confiando en que su anunciado coche Titán se comercialice en 2020. Google, por su parte, espera comenzar a circular en pruebas por el Reino Unido este mismo año, tras varias modificaciones legales en marcha.
Los fabricantes de coches trabajan en la misma línea, integrando en sus plantillas expertos en tecnología de la comunicación, como ha anunciado recientemente Tesla Motors. Marcas tradicionales, como Audi, BMW, Mercedes, Volvo y, recientemente, General Motors, han manifestado abiertamente su apuesta por este vehículo y comenzado a hacer pruebas reales en carretera.
Los nuevos retos
El nuevo escenario deja varias preguntas sobre el coche del futuro versus el actual. ¿Coches más silenciosos y que se dirigen solos? Quizás sea positivo en las grandes urbes, con ventajas como una mejor distribución del tráfico, menos accidentes, conducción eficiente con menos emisiones, facilidad para aparcar o posibilidad de conducir bajo síntomas de alcoholemia. Los amantes del motor en carretera se podrían preguntar, además, si podría coexistir el modo manual para las grandes vías y el automático para las ciudades.
Mientras el coche del futuro llega, debemos analizar cuestiones como su impacto en la seguridad o la responsabilidad en caso de colisión. También hay que plantearse las ventajas e inconvenientes de involucrar a las compañías tecnológicas en el proceso, que ahora tendrían acceso a nuestros patrones de comportamiento y obtener por ello beneficios.
Por último, el coche del futuro amenaza también con acabar con la pasión por el motor de la que ahora hacen gala determinadas generaciones. A cambio, genera un nuevo entusiasmo por las innovaciones en marcha y las venideras. Lo deseable sería abrir una posible vía de coexistencia para ambas. Un reto que ahora está en el tejado de los fabricantes, las marcas y ahora también de las compañías tecnológicas.