Helsinki ha anunciado sus planes para transformar su red de transporte público hacia el desarrollo de una oferta de movilidad bajo demanda con un claro objetivo: convencer a sus ciudadanos de que no hay ninguna razón para tener la necesidad de disponer de un coche en propiedad.
La capital finesa pretende revolucionar el transporte público convencional hasta permitir que un ciudadano pague sólo por su movilidad en tiempo real a través de sus teléfonos inteligentes. La idea general es proporcionar a los que hoy son conductores una gran variedad de opciones flexibles, baratas y bien coordinadas que puedan competir con el coche propio no sólo en coste, también en velocidad y facilidad de uso.
El mecanismo, cuya implantación está prevista en un principio para el año 2025, según informa The Guardian, funcionaría de la siguiente forma: los suscriptores de la red deberán especificar un origen y un destino y algunas preferencias de viaje, de modo que la aplicación de la plataforma pueda establecer la mejor combinación de transporte, que comprenderá coches autónomos que circulen sin conductor, minibuses que realicen trayectos comunes, bicicletas compartidas... Todo ello implementado como un servicio público capaz de asegurar el acceso a todos los ciudadanos.
Una iniciativa precursora de este revolucionario sistema de movilidad es el lanzamiento el año pasado por parte de las autoridad competente en transporte de Helsinki de un innovador servicio de minibuses denominado Kutsuplus: una aplicación permite a los usuarios especificar su punto de recogida y destino y las distintas soluciones se agregan hasta que el sistema calcula la ruta óptima que satisfaga de la mejor forma a todos ellos.
Con este plan de movilidad, Helsinki aspira a dar respuesta a las nuevas demandas de las generaciones más jóvenes, cada vez más desapegadas por la propiedad (y en especial de los coches) en favor de una conexión permanente y de una mayor atención al consumo colaborativo; ello permite ser más sostenible tanto en términos económicos como de eficiencia medioambiental, sin perjuicio de la libertad de movimiento que ha ensalzado hasta la categoría de símbolo al automóvil en las sociedades occidentales.

De hecho, la de Helsinki no es la primera iniciativa de este tipo que surge en una gran ciudad europea: hace algo más de seis meses, la ciudad de Hamburgo cerraba un plan con el objetivo de eliminar el 100% de los coches de sus calles en un plazo de 20 años, potenciando, aunque a un menor grado tecnológico, los medios de transporte alternativos.
Críticas a la movilidad bajo demanda
Sin embargo, esa mayor conciencia ciudadana no es aún mayoritaria siquiera en la avanzada sociedad finesa y las reacciones en contra de los citados planes no se han hecho esperar. Las primeras críticas llegan en forma de reproche económico de quienes destacan que los minibuses de Kutsuplus son más caro que los autobuses estándar, a pesar de que son sensiblemente más baratos que el servicio ofrecido por los taxistas.
Asimismo, también hay quien levanta sospechas sobre las posibilidades reales de que esos planes se materialicen sin que la red de transporte deje de funcionar como el servicio público que debe ser. No sólo por el precio, sino también por la barrera que puede suponer un acceso tan dependiente de la tecnología para una parte de la ciudadanía, corriendo el riesgo de que, en última instancia, sólo sea verdaderamente conveniente para un segmento de la sociedad con más recursos.
En cualquier caso, los responsables de Helsinki son conscientes de lo extremadamente ambicioso de su proyecto y, a diferencia de Hamburgo, entienden que no pueden erradicar los coches de sus calles al 100%, pues para muchos fineses es indispensable en sus viajes de fin de semana a las casas de campo.
Pero lo que sí tienen claro es que la movilidad urbana necesita ser reformulada en una era en la que los usuarios están permanente conectados en red tanto con el resto de usuarios como con la infraestructuras que les rodean. Si serán capaces o no de hacer olvidar la cultura de la propiedad privada que ha marcado al automóvil durante más de un siglo, habrá que comprobarlo dentro de por lo menos diez o quince años.