Motor

China resucita la industria automovilística de Detroit con inversiones 'silenciosas'

En las últimas décadas, la deslocalización de la industria del automóvil y la crisis de General Motors o Chrysler llevaron a Detroit a un triste ocaso que ha dejado a la otrora capital del motor estadounidense al borde de la quiebra. Pero ahora, esa situación está comenzando a cambiar gracias a sigilosas inversiones realizados por compañías de origen chino.

En un movimiento similar al que hicieron las grandes firmas japonesas en la década de los ochenta, en la actualidad una docena de empresas chinas se asientan en Detroit invirtiendo en compañías locales y contratando ingenieros y diseñadores, según recoge The New York Times, con el fin de absorber el talento y la experiencia de los fabricantes de automóviles americanos y sus proveedores.

De esta forma, estas pioneras de origen chino pueden pues empaparse del know-how de uno de los centros de producción con más tradición a nivel global, para alimentar así su incipiente industria automovilística, y beber de las fuentes de tecnología y diseño americanas de las que poder partir para alcanzar el deseado estilo propio que busca la automoción en el gigante asiático.

Pero éste no es el único objetivo de las inversiones chinas. Como hicieran los grupos nipones hace tres décadas, con ellas, también se busca acercarse a un mercado que puede ser, en el futuro, el principal importador de sus coches en todo el mundo; no en vano es el segundo que más coches vende únicamente por detrás, precisamente, de China. Si se fabrica y se invierte en Estados Unidos, es más probable que sus productos sean vistos con mejores ojos que si llegan, sin más, desde el otro lado del Pacífico.

Llegada a la corte del automóvil sin ser anunciados

Pero, a diferencia de como actuaron sus homólogos japoneses, estas compañías no están publicitando en absoluto su desembarco en Detroit. Más bien al contrario, sus llegadas son silenciadas, disimuladas mediante la inversión en compañías locales, con el fin de evitar el rechazo que en un principio generaron las Toyota, Honda y compañía, cuyo aterrizaje en la industria estadounidense fue vista como una amenaza por los trabajadores de la capital del motor.

En una estrategia un tanto inaudita en una industria que vive de la cobertura en los medios, ahora lo habitual son actuaciones como las de Shangai Automotive Industries, la mayor automovilística china, que el año pasado abría, sin ninguna publicidad, una nueva sede en Detroit desde donde poder trabajar más estrechamente con sus socios de General Motors.

Pero estos sigilosos movimientos provenientes desde China están empezando a ser detectados ya en suelo americano. Sin ir más lejos, el presidente Barack Obama llegó a denunciar el año pasado ante la Organización Mundial del Comercio (OMC) supuestos subsidios del gobierno chino a la producción de componentes de automóviles producidos en Estados Unidos.

Y el resultado se deja notar en Detroit; y de qué forma: se estima que sólo en el área metropolitana viven ya unas 50.000 ciudadanos chinos, muchos de ellos ingenieros y diseñadores, que trabajan en General Motors y Ford. Además, la Asociación de Empresas de China de Detroit cuenta a estas alturas con cerca de un centenar de empresas de propiedad china en la región, la mayoría de las cuales está relacionada con el sector del automóvil.

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