Un especial de 4x4 en Ecomotor no estaría completo sin una prueba de un todoterreno "de los de toda la vida". teníamos dos opciones: o un Jeep o un Land Rover. A la espera de probar en breve el Defender, hemos disfrutado como niños con el Wrangler Rubicon.
UNA PRUEBA 'SUCIA'. Puede que algún lector se sorprenda de que publiquemos, tanto en la portada como en esta doble página, imágenes del Jeep Wrangler tan 'sucio'. Pero es que, si ofreciésemos un Rubicon blanco (nunca mejor dicho), impoluto y brillante... el reportaje, la prueba, sería un poquito falso. Porque un cacharro como este modelo solo se prueba, solo se disfruta, desde el barro, la nieve (como también fue el caso) y la 'mugre' más absoluta, prueba inequívoca de que hemos, al menos intentado, sacar todo lo que tiene dentro, y fuera, uno de los pocos todoterrenos puros que quedan en el mercado.
El Jeep Wrangler, tras su 'resurrección' en 1987, vive ahora su cuarta generación, denominada JL. Y no ha perdido en absoluto su pedigrí, su razón de ser, casi su único objetivo en la vida, que es circular fuera del asfalto. Esa construcción de caja, esa altura libre al suelo de 252 milímetros, y esas ruedas de tacos, no son desde luego para circular por carretera, aunque en esta última generación se ha implementado la estabilidad del vehículo para circular a altas velocidades. Pero cuando nos desviamos del asfalto y entramos en terrenos arenosos, pedregosos, deslizantes o incluso nevados, la cosa cambia, y de qué forma.
LA MEJOR ARMA 4x4. Como ya hemos dicho, disponemos de una de las mejores máquinas para la conducción 'off-road'. La sólida estructura de caja (clásica en uno de los modelos que menos debe haber cambiado a pesar de estar ya en su cuarta generación) no es capricho, pues engloba un chasis de doble viga y ejes rígidos. Lo que, unido a toda la gestión electrónica de la tracción total, con bloqueo de ambos diferenciales, el delantero y el trasero, y la presencia, no solo teórica, sino práctica, de la tan añorada reductora, nos anima a meternos por los caminos más intrincados de la sierra madrileña, en las cercanías de San Lorenzo de El Escorial.
Y a pesar de todas las ayudas electrónicas, la esencia pura del todoterreno sigue al ciento por ciento presente a bordo del Jeep Wrangler. Un salpicadero que, aunque lógicamente ha evolucionado en estos más de 30 años de historia, sigue ofreciendo ese toque espartano que tanto ayuda a la experiencia de conducción. Pero en el que tenemos una pantalla, de tamaño no demasiado grande, pero suficiente, para poder ir monitorizando la experiencia, así como en el cuadro de mandos, donde tenemos acceso a todas las magnitudes de la conducción, tanto en ángulos de entrada y salida como de gestión de la tracción y transmisión.
A CIELO ABIERTO. Por lo demás, el Wrangler Rubicon está muy bien equipado, no solo con un potente motor de 270 CV en su versión gasolina (200 CV en diésel), que se comporta como un complemento perfecto a las ayudas electrónicas para, insistimos, sacar toda la esencia con tierra o piedra bajo las ruedas. Porque también disponemos, entre otros detalles, de un techo que puede ser de lona o duro, pero que en ambos casos se puede abrir, electrónica o manualmente, para que la inmersión en la naturaleza sea total.
En resumen, que 34 años después de su llegada, la experiencia 4x4 del Jeep Wrangler sigue siendo única y espectacular.