
Hemos visto recientemente cómo la crisis económica ha tenido fuertes consecuencias en todos los ámbitos de la sociedad. En el mundo del automóvil, el desplome de las ventas y la necesidad de reponer los coches obsoletos han obligado a las marcas a lanzar al mercado modelos low cost o con soluciones técnicas más económicas -por ejemplo, las versiones de dos ruedas motrices en los SUV-.
Pero crisis económicas ha habido anteriormente, y todavía más graves y prolongadas. Durante el pasado siglo, tras la segunda guerra mundial, una Europa arrasada y agotada por los combates intentaba recobrar la normalidad con los pocos medios que habían sobrevivido a la hecatombe.
La necesidad de transporte privado se comenzó a suplir con los vehículos, civiles o militares, que habían sobrevivido a las requisas y a la contienda. Eran escasos o estaban dañados, por lo que el ingenio suplió a las destruídas cadenas de montaje y comenzaron a fabricarse pequeños vehículos con los materiales que habían sobrevivido a los bombardeos de los almacenes en las factorías.
Éxito de público, fracaso industrial
En la asolada Francia, Gabriel Voisin, un polifacético ingeniero que impulsó la aviación, se puso manos a la obra. La demanda exigía un coche muy barato, de mantenimiento sencillo y de gran fiabilidad. El diseño de Voisin, retomado de uno de sus bocetos de entreguerras, es uno de los coches más básicos que hayan existido. Era un concepto de scooter de cuatro ruedas y lo bautizó Biscooter. Se basaba de una carrocería Potez biplaza, construida en aluminio y de poco más de 2,5 metros de largo. Disponía de un parabrisas abatible y una capota de lona para proteger a sus ocupantes de la lluvia. Incluso se ofrecían unas sencillas puertas opcionales si se quería dotar de mayor intimidad y protección a los ocupantes.
Equipaba un motor de origen motociclista, monocilíndrico, de dos tiempos y 125 centímetros cúbicos de la marca Gnome et Rhône. La refrigeración era por aire forzado y disponía de una caja de cambios de tres velocidades, sin marcha atrás, algo que no preocupaba demasiado pues una sola persona podía empujarlo o incluso levantarlo para aparcarlo mejor. Se arrancaba mediante una manivela y su depósito de combustible tenía una capacidad de 10 litros para la mezcla de gasolina y aceite. Los frenos eran de tambor, uno delantero acoplado al diferencial y dos traseros en los bujes de las ruedas.
Presentado en el Salón del Ciclo y de la Moto de París en 1950, aparte de su precio, su principal argumento comercial era que no necesitaba carné para conducirlo al pertenecer a la categoría de los cuadriciclos. Sin embargo, los primeros prototipos no pasaron a ser ensamblados en serie y el proyecto se abandonó pese a la gran expectación que levantó entre los visitantes del salón y en la prensa especializada.
Ni siquiera las versiones posteriores de tres y cuatro plazas con motor de 200 centímetros cúbicos desarrolladas por Voisin lograron reactivarlo y el fracaso del Biscooter fue rotundo en su país de origen. Problemas empresariales de Voisin con sus socios condenaron definitivamente la producción francesa del Biscooter.
Sin embargo, cuando ya todo parecía perdido para el minúsculo coche, al otro lado de los Pirineos un grupo de avispados empresarios compraron la licencia a la compañía francesa CAF para ofrecer un vehículo asequible a los españoles, ávidos de acceder a cualquier tipo de vehículo que tuviera ruedas y motor.
Al final triunfó en España
A efecto de comenzar la fabricación del rebautizado Biscúter, se fundó en Barcelona en 1953 la empresa Autonacional S.A. En total, y hasta la aparición los años 60 en que apareció un competidor imbatible, el Seat 600, se fabricaron unos 10.000 Biscúter en sus diferentes versiones, descapotable, familiar, furgoneta y hasta un deportivo cupé con carrocería plástica.
A pesar de ver fracasar su proyecto en Francia, Gabriel Voisin se implicó en esta nueva oportunidad para su vehículo y, con casi 80 años, condujo personalmente uno de los prototipos desde París a Barcelona para asesorar y colaborar en la puesta en producción.
El Biscúter "español" tenía algunas diferencias con el original, debidas a la propia evolución del modelo y a la disponibilidad de proveedores nacionales. El motor pasó a ser un Hispano Villiers de 9 caballos con culata refrigerada por aceite.
Lo que no había conseguido en Francia, Voisin lo hizo en España al cubrir parte de la deficiencia de transporte durante los años 50. El Biscúter será ya siempre una imagen simbólica de nuestro país durante aquellos años de penuria general.