
El Banco Central Europeo y su capitán Mario Draghi han disparado una granada de mano, en forma de compra de bonos por valor de 60.000 millones de euros mensuales hasta 2016. Una medida que ha tenido, como estaba previsto, un impacto inmediato en el euro, que llegaba a cambiarse a mínimos de los últimos 11 años.
Precisamente, la devaluación de la divisa europea fruto de la expansión cuantitativa de Draghi ha sido interpretada por muchos como una nueva batalla en la conocida como guerra de las divisas. "La preocupación es que esto se ha convertido en una guerra con el dólar estadounidense, una expanisón de este tipo es una manera imperfecta de mejorar la economía si tiene como objetivo hacer a los exportadores europeos más competitivos, otros países responderán a este hecho", explicó Nick Colas, estratega jefe de Convergex.
A pie de parque de la New York Stock Exchange, Art Cashing, director de operaciones de USB, avisaba a la CNBC que esta decisión "cerebral" podría perderse y hacer que en algún momento la devaluación de la divisa cause un daño considerable a otro y "esto acabe por convertirse en una verdadera guerra".
Según el Financial Times, el BCE ha incrementado la "hostilidad" en el mercado de las divisas. Como ocurre con el Banco de Japón, Draghi y sus chicos están utilizando implicitamente una divisa de reserva importante como un arma política. De momento, ya hemos visto parte del daño colateral incluso antes del anuncio.
El Banco Nacional de Suiza y su decisión de la semana pasada ha generado una brutal apreciación del franco suizo que amenaza con sumir al país en una profunda recesión. Esto se produce en un momento en que el Banco de Japón sigue teniendo problemas a la hora de convencer a los inversores que es capaz de conseguir su objetivo de inflación. Los halcones del Banco de Inglaterra que apostaban por subir los tipos de interés en Reino Unido comienzan a echar marcha atrás mientras que Dinamarca ha recortado los tipos de interés, al igual que Canada y la India.