El pasado día 18 y hoy se celebran dos días mundiales de especial incidencia en la calidad de vida de la mujer; nos referimos al día mundial de la menopausia y el día mundial de la osteoporosis respectivamente.
La menopausia realmente hace referencia al día en el que la mujer tiene su última menstruación, así pues deberíamos hablar de posmenopausia y éste es un estado fisiológico de la mujer, no una enfermedad. Se diagnostica doce meses después del último sangrado menstrual y se va instaurando progresivamente llevando a la mujer hacia la ancianidad.
Es un periodo largo puesto que suele ocurrir sobre los 50 años de edad y si estimamos una esperanza de vida de 80 años, serán 30 años, muchos para no tenerlos en cuenta y dotarlos de la máxima calidad de vida posible.
La desaparición de la menstruación produce cambios hormonales en la mujer; el más importante es la ausencia de hormonas femeninas, los estrógenos, y persistencia de las masculinas, los andrógenos. Esto, si bien es natural, en algunos casos puede llevar a situaciones de pérdida de calidad de vida e incluso la aparición de enfermedades no deseadas si no llegamos en perfectas condiciones a esta etapa vital.
De estas, las más importantes son el aumento de riesgo de padecer osteoporosis, hipertensión, empeoramiento del perfil lipídico y accidentes cardiovasculares, y un aumento obesidad por la disminución del metabolismo basal, algo importante y no muy tenido en cuenta.
Durante la edad fértil, la mujer ha estado acumulando calcio en los huesos; si el pico de masa ósea es adecuado en el momento de la menopausia, la descalcificación progresiva no será trascendente y la osteoporosis se retrasará o no aparecerá y se evitarán las fracturas patológicas derivadas.
En España se estima que hay más de 2,5 millones de mujeres con osteoporosis. Los gastos generados por las fracturas derivadas de esta patología al sistema sanitario son muy altos, sin olvidar la tremenda pérdida de calidad de vida para la mujer y su entorno, lo realmente importante.
La obesidad es un factor de riesgo en la menopausia porque los cambios hormonales la acentuarán y podrían derivarse de ella otros problemas graves. No podemos olvidar que la obesidad en sí misma es un factor de riesgo para muchas enfermedades. La grasa en la mujer menopaúsica cambia de localización, pasando de ser periférica, neutra en sentido fisiológico, a ser central, abdominal, con repercusiones negativas para su salud y aumentando el riesgo cardiovascular.
La alimentación, por tanto, cobra especial importancia para la mujer en todas sus etapas tanto antes como después de la última menstruación.
Desde la infancia es muy importante que la mujer consuma las raciones de lácteos recomendadas que aseguren la ingesta de calcio óptima para cada etapa de su vida. Habrá que prestar especial importancia en los periodos de gestación y lactación con requerimientos de este mineral más elevados.
El ejercicio físico es fundamental durante toda la vida puesto que además de ayudar a evitar la obesidad y el sobrepeso, entre otros muchos beneficios, está plenamente demostrado que potencia el depósito de calcio en los huesos y mejora su estructura fortaleciéndolos. En el mercado existen leches y lácteos enriquecidos en calcio que pueden suponer un aporte extra en aquellas situaciones en los que se requiera mayor aporte de este importante mineral.
Posteriormente, ya durante la posmenopausia, para mantener el peso adecuado es importante reducir el aporte calórico ya que el metabolismo basal disminuye. La actividad física sigue siendo muy importante, aumentar el gasto calórico y disminuir el aporte de calorías es una medida profiláctica esencial para esta etapa.
Además el ejercicio físico mantiene la estructura de los huesos y ayuda psicológicamente. Los ejercicios físicos que no ejercen un efecto gravitacional como la natación no tienen efecto sobre los huesos por lo que se recomiendan aquéllos que sí lo tienen como caminar, correr, montar en bicicleta, etc. Es mejor aumentar la duración del ejercicio a una hora o más que la intensidad.
Debido al riesgo de enfermedades cardiovasculares en esta etapa hay que eliminar hábitos tóxicos como el tabaco y alcohol y seguir una alimentación saludable, rica en pescado azul, aceite de oliva virgen y productos derivados de la soja, todos ellos contribuyen a mantener un perfil lipídico saludable, entre otros beneficios; los derivados de la soja además contribuyen mejorando el perfil proteico de la dieta al aportar proteínas vegetales de buena calidad. Su contenido en ácidos grasos insaturados ayuda a disminuir la enfermedad cardiovascular.
La soja es rica en isoflavonas, substancias vegetales muy parecidas estructural y químicamente a los estrógenos de la mujer, por eso se las llama fitoestrógenos -estrógenos de origen vegetal-.
Las isoflavonas se comportan como los estrógenos pero su efecto sobre el receptor beta de los estrógenos es débil y no tienen efecto sobre el receptor alfa. Ello es responsable de sus efectos beneficiosos en la nutrición. En la actualidad hay evidencias científicas de alto nivel en lo que respecta a su eficacia en el alivio de sofocos, prevención de osteoporosis posmenopáusica, disminución de tensión arterial, disminución del colesterol LDL, y en la prevención de la obesidad.
Por último, en este periodo de vida de la mujer también se producen cambios en la piel de las mujeres y en sus mucosas íntimas que pueden afectar a su calidad de vida. Existen buenos productos cosméticos que ayudan a paliar estos efectos y existen bebidas vegetales como algunas de avena que están enriquecidas en biotina contribuyendo al mantenimiento de la piel en el contexto una dieta sana y equilibrada, y un estilo de vida saludable.