
"Las autoridades locales han decidido prohibir el consumo de agua hasta que no esté controlado el vertido tras la ruptura del depósito de una estación de servicio de la localidad. Miles de personas se quedan sin agua potable tras verse afectado el acuífero que surte a los millares de hogares de la población en la que estaba la gasolinera que ahora se enfrenta a una severa sanción por los daños causados".
Se trata de un caso hipotético, pero no descabellado, que podría llegar a producirse en cualquiera de las miles de instalaciones desperdigadas por nuestro país y que, tras un accidente de estas circunstancias, podrían verse abocadas al cierre.
La voz de alarma la acaba de dar la multinacional aseguradora Willis que recuerda a través de su director Business Development Corporate, Alfonso Urquijo, que "el que produzca un daño tiene una responsabilidad". Una responsabilidad administrativa, que tiene un caracter objetivo e ilimitado, y con la que se pretende devolver los recursos naturales a su estado original.
Pero, ¿realmente son las empresas conscientes de lo que se les avecina si sufren un accidente medioambiental? Urquijo tiene claro que no, que "la mayor parte no tienen en cuenta los riesgos económicos derivados de un accidente de este tipo que podría conducir hasta el cierre de la empresa".
Responsabilidad medioambiental
Por eso insiste en la necesidad de que identifiquen y analicen los riesgos a los que está sometida una empresa o grupo, que se cuantifiquen las potenciales pérdidas y que se elijan los mecanismos de financiación más adecuados para mantener el patrimonio y los resultados de la empresa.
Urquijo lamenta la escasa importancia que se da a este tipo de cuestiones en las empresas, algo en lo que coincide con el director de calidad y medio ambiente de Ferrovial, Valentín Alfaya, quien considera que la "responsabilidad medioambiental tenía que tener su propio asiento en el consejo de administración de la compañía".
Ferrovial es una de las pocas que informa directamente al máximo órgano de decisión de la compañía, aunque hay muy pocas que adviertan a los consejeros de los potenciales riesgos que presentan sus instalaciones, del posible perjuicio económico que podría ocasionar a la cuenta de resultados si no es el cierre, y de los medios para evitar que un problema de ese calado se llegue a producir.
Alfaya rechaza, además, el argumento de que en tiempos de crisis las empresas se sumerjan en nuevos gastos como puede ser un seguro de estas características, a la vez que recuerda que "el efecto de un accidente de este tipo puede ser mucho peor que un gasto que es residual para una empresa".
Volviendo al ejemplo del principio, la responsabilidad de la estación de servicio quedaría cubierta hasta los tres millones de euros con un seguro que apenas sería de 1.000 euros de póliza. Un accidente que se podría haber evitado con una correcta gestión de riesgos que hubiese beneficiado a todos.