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El gran truco de los Juegos Olímpicos de Barcelona 92: la flecha nunca entró en el pebetero

  • Fue una jugada orquestada por un expero en efectos especiales
  • Antonio Rebollo lanzó la flecha...fuera del estadio de Montjuic
Antonio Rebollo, lanzando la flecha en Montjuic. Imagen: EFE.

Una de las imágenes más memorables de los Juegos Olímpicos de Barcelona 92 fue la de Antonio Rebollo, antiguo arquero paralímpico, lanzando una flecha hacia el pebetero de Montjuic, que se encendía entre el jolgorio de los espectadores presentes en la ceremonia de inauguración de la cita olímpica, seguida a su vez por millones de persones en todo el globo. Un acto convertido en leyenda que, sin embargo, se trataba simplemente de un espejismo.

El Mundo recoge el testimonio de Reyes Abades, propietario de una de las empresas más relevantes de España en la preparación de efectos especiales y dueño de la flecha real que se lanzó esa noche del 25 de junio de hace 25 años. Abades cuenta la verdad: el objeto nunca llegó a entrar en el pebetero.

El especialista planeó todo, hasta el más mínimo detalle. Bajo la premisa de que el pebetero siempre se activaría (de hecho, ya lo estaba antes de lanzamiento, aunque al nivel mínimo de gas para que no se viera por la televisión), Rebollo tendría que lanzar la flecha para que pasara por encima del pebetero, que se encendería a plena llama en el momento en que esto ocurriese, de manera sincronizada con el arquero.

Abades dispuso a dos de sus hombres en los aledaños del estadio para recoger la flecha que lanzase Rebollo y que acabaría fuera de las instalaciones, en un recinto acordonado. Bloqueó la gran mayoría de planos que se podrían haber realizado con las cámaras televisivas y los redujo a los más escasos posibles. También obligó a emplazar a los cámaras y sus dispositivos en lugares determinados para que no se viese el truco. El resultado sí se pudo captar desde fuera, como puede verse en este vídeo que revela la verdad sobre ese momento clave de los Juegos.

Otro asunto fue el de la flecha en sí misma: Abades estuvo mucho tiempo planeando cómo construirla para que fuese óptima para la argucia. 100 gramos de peso con un tubo de 109 centímetros fabricado en EEUU que finalizaba en un cono de aluminio. Hasta ocho modelos pasaron por sus manos antes de ver cumplidas sus exigencias.

El éxito se consiguió 20 días antes de la fecha límite: la flecha tenía una abertura en el cono para eliminar lo máximo posible el aire que pudiese apagar la llama, propiciada por un líquido del que se desconoce la fórmula (éter y varios componentes más). A eso se le unía un cono interno, dentro del visible, que reducía la fuerza del aire.

Rebollo tampoco tuvo su misión completada con poca preparación. Intentó en 1.000 ocasiones el lanzamiento para tener una conciencia plena de lo que tenía que hacer en la cita clave. Fue un entrenamiento en toda regla para lanzar la flecha donde lo necesitaba: fuera del estadio y con una trayectoria concreta, rozando el pebetero y recogida al final por los hombres de Abades para culminar la 'treta'.

Los esfuerzos de Abades y su empresa, así como los de Rebollo, surtieron efecto. El testimonio perfecto es la flecha original, en posesión del especialista, ligeramente doblada y chamuscada por la llama que, a pesar de la ilusión óptica, jamás hizo arder el pebetero olímpico.

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