Entre 2010 (fecha en la que José Luis Ruiz Bartolomé publico Adiós, ladrillo, adiós) y 2015 (sale a la luz Vuelve, ladrillo, Vuelve, escrita al alimón con Susana Burgos) han pasado cinco años en los que España ha cambiado.
España y los españoles, que aún se afanan en entender cómo pasaron de las mieles a las hieles sin que nadie hiciera nada. Quizás porque estemos en campaña electoral o bien, porque como reconocen los entrevistados, hay indicios claros de que lo peor ha pasado, algo se mueve en el negocio inmobiliario.
La exministra María Antonia Trujillo dijo que "parece mentira que para vender una lechuga haga falta el carnet de manipulador de alimentos, mientras que para vender un inmueble no hace falta nada". ¿Vuelven los 'señores del ladrillo' al olor de las sardinas?
(S. B.) Irán volviendo poco a poco, pero serán otros inmobiliarios. Porque el mercado no tiene nada que ver con el de los años del boom, por pragmatismo, por sentido común... me cuesta creer que volvamos a toparnos con otro Enrique Bañuelos, por ejemplo, al que le dio por encargar una paella para 20.000 en el Central Park de Nueva York en el verano de 2006. De producirse, detrás de cada signo de ostentación en el futuro, estará el trauma de lo mucho sufrido cuando empezaron a venir mal dadas.
¿Qué ha cambiado?
(J. L. R.) Todo. Ha habido una purga enorme en el sector. Hemos asistido a la caída de grupos promotores inmobiliarios a los que se les ha retirado la respiración asistida. También hemos visto una purga en la banca y en las cajas y que fueron las que dieron gasolina a esa burbuja inmobiliaria. La cura ha puesto activos inmobiliarios bajísimos y, por supuesto, ya no se financian al 120%. Existen también nuevos protagonistas como los fondos de inversión o las socimis que antes no existían, o una apuesta clara por el alquiler.
Son los argumentos que dan en su libro para ver la botella medio llena, pero también la ven medio vacía... y eso preocupa.
(J. L. R.) Sí, todavía es necesario definir aspectos como una legislación común. Hoy por hoy hay una cesión a las CCAA, lo que genera inseguridad en los mercados. Hace falta una unanimidad, un pacto entre gobiernos regionales. Otro aspecto pendiente de regular para evitar burbujas locales es la liberalización del suelo.
España llegó a construir más casas que Inglaterra, Alemania e Italia juntas. Hasta 800.000 en un año. El ladrillo suponía un 20% del PIB. ¿Cuál es el ideal?
(S. B.) Probablemente la mitad: en torno al 10%-11%, como el sector turístico o el automóvil. Poner tantos huevos en un mismo cesto es un despropósito.
En su libro demonizan las hipotecas a interés variable. ¿Una hipoteca mal dada -como dice en su libro el consejero delegado de Irea, Mikel Echavarren-, es un arma de destrucción masiva?
(J. L. R.) Por supuesto. Todo el mundo, también yo, se apuntó a la variable. Al banco le interesa, porque todo el riesgo cae en el deudor y al comprador porque es a bajos tipos y a plazos muy largos fáciles de pagar. Además, con el tipo variable no se exige entrada y el esfuerzo por ahorrar es menor. Es la diferencia entre ser y sentirse rico. Habría que buscar otro modelo o pensar una fórmula mixta.
¿Qué hizo mal el Gobierno o qué no quiso hacer?
(S. B.) La irresponsabilidad fue mayúscula. Por parte del Gobierno socialista, del Banco de España, y, si me apura, de muchos promotores y constructores que, como la orquesta del Titanic, siguieron tocando para negar la evidencia de que el barco se iba a pique. En el libro enumeramos las medidas que debieron haberse tomado para evitar que se inflara una burbuja descomunal. Los ciclos económicos duran ocho años y los políticos, cuatro (en el mejor de los casos; pensando sólo en las elecciones generales). Ese es el problema.
De hecho se hacen eco de las declaraciones del exministro socialista Miguel Sebastián al periodista Mariano Guindal... "Menos mal que no vamos a ganar, porque la que se viene encima es gorda".
(J. L. R.) ¡Y lo fue! ¡Y muy gorda! Los españoles tenemos un problema y es que somos cortoplacistas. Pensamos en hoy y no en el futuro. La construcción generaba empleo y riqueza para todos y nadie se atrevía a tomar medidas impopulares que pudieran restar votos. La frase que más se decía era a ver quién le pone el cascabel al gato. Se practicaba la política del avestruz. Hacíamos como que no pasa nada.
La sombra de la crisis es alargada: Martinsa, Reyal? habrá más.
(S. B.) Es probable, porque una cosa es lograr firmar un convenio y otra, poder cumplirlo. Pero el proceso ha sido demasiado doloroso y han pagado justos por pecadores.
¿Cuál será el siguiente título?
Aquí hay diferencias de criterios. (J. L. R.) Sigue, Ladrillo, sigue.
(S. B.) Lo suyo es que no tengamos que escribir otro libro sobre el ladrillo. Ni porque enferme ni porque se cure.