A Robin Wright, que se interpreta a sí misma, le llega una oferta por parte de un importante estudio para comprarle su identidad cinematográfica. Vea aquí el resto de la cartelera.
El acuerdo consiste en escanearla digitalmente y poder hacer uso de su imagen sin ningún tipo de límite, incluso en aquellas películas comerciales para las que hasta ahora se ha negado a trabajar.
A cambio, la actriz recibirá una gran cantidad de dinero y el estudio aceptará la eterna juventud de su personaje digital. Transcurridos los veinte años de duración del contrato, Robin vuelve y se introduce en el cine fantástico del futuro.