
Expediente X no fue sólo una serie de éxito. Marcó un hito en la televisión de los años 90 por su compleja trama gubernamental-alienígena y dos personajes que enamoraron a las audiencias de forma masiva: los agentes del FBI Fox Mulder y Dana Scully. La pareja proyectó una nueva relación entre protagonistas, más platónica que carnal, algo poco explorado en las tramas televisivas, pero, sobre todo, el personaje de Scully supuso una revolución en una época en la que la heroína de la pequeña pantalla era C.J., el personaje de Pamela Anderson en Los vigilantes de la playa. Veinte años después de que esta serie de ciencia ficción alcanzase su apogeo, un estudio ha demostrado que Scully influyó en cientos de mujeres que decidieron emprender una profesión ligada a la ciencia o carreras STEM (Ciencia, Tecnología, Ingeniería y Matemáticas, en sus siglas en inglés).
Gillian y Pamela, pese a compartir apellido, se situaban en las antípodas como actrices. La primera era una joven intérprete de pequeñas dimensiones, nariz aguileña, rellenita y de un atractivo menos obvio. Y Pamela... Bueno, era Pamela Anderson, la rubia neumática con la que todos soñaban en los 90.
Gillian Anderson no daba el tipo deseado por la productora de la serie, pero fue su explosiva química con David Duchovny (Mulder) lo que hizo cambiar todo el proyecto e impulsarlo hacia un estadio más arriesgado. La asunción de este riesgo se transformó en su principal triunfo. La primera mujer científica con un rol protagonista en la historia de la televisión conquistó a hombres y mujeres, adolescentes y adultos, con su objetividad, inteligencia, valentía y pragmatismo, a miles de kilómetros de la clásica 'damisela en apuros' que espera ser rescatada por el galán. Pero la construcción de este personaje alcanzó cotas nunca imaginadas: logró cambiar la percepción de muchas mujeres hacia los estudios y profesiones científicas y las imantó hacia ellas. Esto fue bautizado como 'efecto Scully', un concepto manejado comúnmente en EEUU aunque sin evidencias probadas. Veinte años después, un estudio ha demostrado su solidez.
21st Century Fox y el Geena Davis Institute on Gender in Media (Instituto Geena Davis de Género en los Medios de Comunicación) han publicado los resultados de una investigación realizada con más de 2.000 norteamericanas a partir de 25 años, y que confirma que el 63% de las encuestadas que trabajan en profesiones científicas y técnicas (carreras STEM) se valieron de Dana Scully como modelo a seguir. ¿Sorpresa? No para todos. Anne Simon, la bióloga, catedrática y asesora científica de Expediente X durante sus nueve temporadas, contó en 1999 una curiosa anécdota. Preguntó en el aula de la Universidad de Maryland en la que impartía clase si alguna de las alumnas allí presentes se había decantado por estudiar ciencias por el influjo de Expediente X. Dos tercios de las estudiantes levantaron la mano.
En la investigación llevada a cabo en febrero de este año, el 91% considera el personaje de Gillian Anderson un modelo ejemplar para niñas y mujeres; y el 50% de las encuestadas que veían la serie reconoce haber sentido mayor interés por las áreas de conocimiento técnico-científicas. Las seguidoras de Expediente X tienen un 43% más de posibilidades de haber considerado una carrera profesional en STEM.
Además, según este estudio, el 63% de las féminas familiarizadas con la agente pelirroja del FBI reforzó su confianza en emprender una carrera profesional dominada por hombres.
Un asunto de confianza
El asunto de la confianza resulta clave, ya que es uno de los factores apuntados para explicar el hecho de que cada vez menos mujeres elijan el estudio de una licenciatura en Ciencias, Tecnología, Ingeniería o Matemáticas. En el caso de EEUU, sólo el 10% de las licenciaturas finalizadas por mujeres pertenecen a campos STEM, y ellas ocupan menos del 24% de los trabajos en áreas técnicas y de investigación. Sucede también en el resto del mundo: en España, sólo el 25,8% de matrículas en estudios de ciencias, ingeniería y tecnología fueron realizados por chicas en el año 2015, y son ellas quienes acaparan casi el 60% de las titulaciones universitarias en nuestro país.
Los psicólogos han tratado de explicar este fenómeno con el concepto de la amenaza del estereotipo. Es decir, no es que las mujeres tengan menos capacidades que los hombres para abordar las carreras científico-técnicas, ni que les atraigan menos. Más bien, existe un estereotipo creado socialmente de que son peores en estos campos, y esta proyección mina su confianza y funciona como una profecía que se autocumple. En concreto, a las chicas más jóvenes les pesa el estereotipo de que no son tan hábiles para las ciencias, la informática y la ingeniería como los chicos. No lo decimos nosotros: el 63% de los españoles y el 67% de los europeos creen que las mujeres no sirven para ser científicas de alto nivel, según reveló una encuesta de la Fundación L'Oreal en septiembre de 2015.
Los ciudadanos que participaron alegaron que a ellas les falta interés por las ciencias, además de carecer del nivel de perseverancia, racionalidad, pragmatismo y capacidad de análisis que -supuestamente- demuestran ellos. De hecho, sólo el 40% de los participantes imaginaba a una mujer cuando se hacía referencia a un científico.
El personaje de Scully, encarnado por Anderson como una mujer absolutamente racional, escéptica, lógica y analítica fue un acicate para derribar en los años 90 el estereotipo que alejaba a las chicas de las profesiones científicas, y su efecto queda patente en las conclusiones de esta investigación. Su legado, aunque de capa caída 16 años después de la desaparición de la serie -se han emitido un par de temporadas nuevas sólo para nostálgicos-, tiene una profundidad cuantificada por primera vez, y de mayor valía que la melena cortada a capas que nos dejaría a todas Jennifer Aniston tiempo después con su Rachel de Friends. En palabras de la misma Gillian Anderson, la médico a la que interpretó "representó a una mujer nunca vista en la televisión, y como demostraron los fans, un modelo desesperadamente necesitado por las mujeres de cualquier edad en todo el mundo".
Es un hecho: estamos en sequía de 'Scullys'. Y volvemos a necesitarlas si queremos lograr la igualdad en las próximas generaciones.