
"¡Carlos!, ¡Pedro!... ¡Alberto!". Y por fin Alberto se enteró de que su madre le llamaba. Es un ejemplo común pero no ocurre solo de madres o padres a hijos o hijas. Confundir los nombres de familiares o amigos es fallo que se debe al almacenamiento de nombres por grupos en el cerebro.
Un estudio llevado a cabo por David Rubin y publicado en Memory and Cognition (Memoria y Cognición) explica que este error al nombrar a las personas cercanas no tienen nada que ver con la edad.
Según ha explicado el profesor de psicología y neurociencias de la Duke University en su trabajo, el fallo se debe al modo en que 'guardamos' a las personas en nuestro cerebro: archivamos por grupos sociales a quienes conocemos.
Así, esa categorización provoca que una madre, por ejemplo, mencione varios nombres antes de acertar con el que realmente quiere decir; sus hijos están archivados en una misma 'carpeta' y no es consciente en un primer momento de la diferencia entre los miembros de ese grupo. Y así con nombres de familiares o amigos. Incluso, en algún caso de los 1.700 estudiados, el nombre de alguna mascota se ha colado en alguna de esas carpetas de archivo de personas.