Ciencia

Descocer un huevo o dejar que te piquen las abejas: los premios Ig Nobel

Un científico actúa durante la gala anual de los IG Nobel. Imagen: Reuters

En 1991, Marc Abrahams, editor de la revista de la ciencia más absurda e improbable, Annals of Improbable Research, decidió que era hora de reconocer y hablar de la otra cara de la ciencia. Una ciencia divertida, graciosa y que muestra el lado más desconocido de las investigaciones que "primero hacen reír, y luego hacen pensar".

Abrahams, entonces, decidió crear los premios Ig Nobel, que reconocerían las investigaciones más diminutas, insignificantes, absurdas, y sobre todo, desternillantes. En una ceremonia con todo el boato y glamour que merece la ciencia más seria y comprometida con la evolución de la vida humana; lo principal es reírse.

Este año, coincidiendo con su vigésimo quinta edición, y tal y como recogen varios medios, la risa ha vuelto a ser el elemento en común con anteriores ediciones de los premios, que suelen contar con la participación de algún premio Nobel.

La Universidad de Harvard volvió a ser un año más el escenario de la antítesis de los Nobel. Pero que nadie se engañe, porque esto no es ninguna ceremonia sobre frikadas o descubrimientos sin sentido ni utilidad. Se trata de llevar la ciencia más allá, hacia un aprendizaje ameno, divertido y lejos de la seriedad y de tener que "exprimirse el seso" en el laboratorio cada día.

¿Se puede descocer un huevo?

Ésta fue la idea de un grupo de investigadores australianos y estadounidenses, que se hicieron con el premio Ig Nobel en la categoría de Química. Su experimento consistía en cocer durante 20 minutos a 90ºC un huevo y tratar de revertir el proceso parcialmente.

Con un simple proceso que 'afloja' las estructuras que enlazan las proteínas a la clara del huevo al cocerlo, este grupo de investigadores consiguió su objetivo, y de paso, se llevó el reconocimiento a su investigación con el galardón. A simple vista no es gran cosa, pero ellos aseguran que su experimento tendrá repercusión en la investigación del cáncer y la industria farmaceútica.

El peor lugar para que te pique un insecto

Michael Smith, estudiante de postgrado de la Universidad de Cornell, tuvo esta idea cuando una abeja se coló por sus pantalones bajos, y tuvo la fatal idea de picarle en los testículos. A partir de esa dolorosa experiencia, el joven científico empezó a investigar donde sería el peor lugar para que un insecto picara a un humano.

Tras elegir 25 puntos de su cuerpo, Smith empezó a picarse tres veces en cada sitio y evaluar el dolor sentido en una escala de 1 a 10 usando un picotazo en el antebrazo como zona de control y referencia. Durante su experimento, se administró cinco picotazos de abeja diarios durante 38 días, en lugares con sensibilidad muy distinta, como la planta del pie, el pezón, el escroto, la nalga y en lo alto de la cabeza.

Los lugares con menor dolor fueron el cráneo, la punta del dedo corazón del pie, y el brazo. Los peores sitios y los más dolorosos fueron la aleta de la nariz, el labio superior y el pene. Puro amor por la ciencia.

Otros premios curiosos y muy divertidos fueron el de Medicina, por publicar los beneficios y consecuencias biomédicas de besarse intensamente; el de Matemáticas, por calcular como Ismaíl de Marruecos, conocido como 'El Sanguinario', fue capaz de tener los 888 hijos que le atribuye la leyenda. Le bastaron 65 mujeres y 32 años, a una media de dos encuentros sexuales por día.

Hay premios Nobel, como Andre Geim, Nobel en 2010 por sus investigaciones sobre el grafeno, con un Ig Nobel entre sus galardones científicos. Fue en el año 2000, por hacer levitar una rana sobre un campo electromagnético. Y es que la ciencia, a veces seria y sesuda, también es capaz de reírse de sí misma, de sus conclusiones más disparatadas y de enfocar sus investigaciones con humor y con una sonrisa en la cara.

WhatsAppFacebookTwitterLinkedinBeloudBluesky