Mercabarna comercializa más de 12 millones de unidades actualmente y el 60 por ciento del total procede del área de Valls (Tarragona), donde este producto es la base económica de toda la región
La historia cuenta que, a finales del siglo XIX, un chico de la localidad de Valls (Tarragona) conocido como Xat de Benaiges descubrió el calçot, cada una de las cebollas blancas cultivadas especialmente para ser alargadas y asadas al fuego. Lo mostró en el pueblo, donde se fue extendiendo hasta convertirse su ingesta, más de cien años después, en la cita imprescindible que es hoy para los catalanes la fiesta de la calçotada.
El evento conlleva el consumo de más de 70 millones de calçots en toda Cataluña y, según la Asociación Gremial de Empresarios Mayoristas de Frutas y Hortalizas de Barcelona y Provincia (AGEM), el principal distribuidor de este producto, el número de unidades comercializadas ha aumentado cerca de un 150 por ciento desde 2002.
Valls, que tiene en la calçotada uno de sus emblemas tradicionales, goza de denominación de origen propia como Indicación Geográfica Protegida (IGP). Esta etiqueta agrupa unos 50 productores de las comarcas del Tarragonès, Alt Camp, Baix Camp y Baix Penedès y comercializa, en los últimos años, unos 12 millones de unidades por temporada.
Se trata del principal foco de producción de calçots, pues se calcula que se producen unos 60 millones más en el resto de Cataluña, pero la IGP de Valls es la única que hace una medición real de la producción, el resto está poco regulado. La capital de la comarca del Alt Camp se erige también como la capital del calçot, y la propia IGP señala que este producto se ha convertido en la base económica de toda la región.
La gastronomía se convierte, en este punto, en un importante reclamo turístico en el área de Valls, y el principal atractivo en los meses de invierno. La fiesta atrae a centenares de miles de personas a la provincia, y solo durante el día en que se inaugura la temporada, en la Gran Fiesta de la Calçotada, el último domingo de enero, se dan cita entre 35.000 y 40.000 personas en la localidad.
Cabe remarcar aquí que la temporada empieza entre octubre y noviembre y se alarga hasta marzo o abril, pero febrero es el mejor momento para los calçots, cuya producción se ve favorecida por el frío, aunque el viento y la lluvia la perjudican, por lo que las previsiones pueden variar.
Según el secretario de la Cambra de Comerç de Valls, Rafael Castells, este año se espera una producción de "unos 13 millones de unidades de calçots". Coincide con él Joan Antoni Linares, secretario de la IGP. Estas cifras han crecido mucho en los últimos años, y con ello, el número de visitantes. Castells explica que "unas 300.000 personas van a Valls entre noviembre y abril", la mayoría para asistir a las calçotades del fin de semana que se organizan, solo en el área de Valls, en cerca de 50 restaurantes. Aunque, para los agricultores, la influencia de la calçotada va mucho más allá, pues también es muy importante para la venta de otros productos como aceite, tomate, cava o vino, de los que se consumen "miles" de unidades, según Castells. Sumando estos conceptos y otros derivados del turismo, estiman que el impacto económico "ronda los 10 millones de euros".
La explicación de este éxito la encuentra Castells en que la calçotada es "cada vez más popular, a poca gente no le gusta, está de moda, hay fiesta y es un alimento saludable; dieta mediterránea".
Sin embargo, los calçots se consumen en toda Cataluña, y su distribución es cada vez más extendida. Solo hace falta ver los datos de venta de la AGEM. Según sus cifras, han pasado de comercializar 4,7 millones de unidades en 2002 a una cifra anual que alcanzó los 11,3 millones en 2016 y más de 12 millones en 2017, según sus previsiones, que afirman haber superado. Esto supone un ascenso aproximado de un 150 por ciento en el consumo. Son cifras en las que la IGP de Valls tiene gran incidencia, pues en el último ejercicio, según la AGEM, aportaron "entre 6 y 7 millones de las unidades distribuidas en Mercabarna, un 60 por ciento del total" que se vende en Barcelona. Sobre ello, tanto los mayoristas del gremio como la Cambra de Comerç de Valls coinciden en destacar el auge de la popularidad del calçot fuera de Cataluña.
En este sentido, Rafael Castells remarca, en referencia a las cifras del municipio, la importancia del AVE contra la estacionalidad del turismo, para "atraer a gente de fuera" en los meses de invierno. Según él, la cercanía de la estación de la línea de alta velocidad a la capital del Alt Camp -a unos 15 minutos de distancia por carretera- facilita que visitantes de puntos "como Madrid o Guadalajara puedan llegar a la zona".
Más demanda exterior
Por otro lado, el auge del calçot ha sido tan grande que su consumo se ha extendido a otras regiones de España como "Madrid, Zaragoza o las Islas Baleares" que, según la AGEM, suponen "una demanda bastante regular" desde hace años. Además, desde la temporada pasada, el gremio ha empezado a notar un aumento significativo de la demanda exterior desde Europa.
Actualmente, de los calçots que comercializa la AGEM, un 5 por ciento del total va dirigido a la exportación, con Francia, Bélgica y Alemania como principales destinos, y a los que el año pasado se sumó Londres. Según el gremio barcelonés, esto se debe a que "hay mucho extranjero" en Mercabarna, a la "curiosidad" por conocer nuevos productos y a que "donde hay un catalán, se hace calçotada".