Existe miedo entre los grandes empresarios catalanes frente a una hipotética independencia de Catalunya, pero también es cierto que los más pequeños y muchos autónomos se muestran más favorables a las tesis soberanistas. Una regla no escrita indica que a mayor tamaño de la empresa más se oponen a la secesión sus dueños y a menor tamaño -y reducida dependencia del mercado español- la simpatía de los accionistas por la independencia crece. Lee el reportaje completo gratuitamente en la Revista elEconomista Catalunya
El pasado mes de agosto, el presidente de Freixenet, de Fira de Barcelona y de la Cámara de Comercio de España, José Luis Bonet, reclamó a los responsables de personal de las grandes empresas que explicasen los riesgos de la independencia a sus comités de empresa antes de las elecciones autonómicas del próximo 27 de septiembre.
¿Cuáles son esos riesgos? Aquí sintetizamos un decálogo de las grandes incógnitas que conllevaría la proclamación de la Declaración Unilateral de Independencia (DIU) anunciada por el presidente de la Generalitat, Artur Mas, y el jefe de la oposición, Oriol Junqueras, ahora unidos en la candidatura Junts Pel Sí.
1. Cataluña quedará fuera de la Unión Europea
De entre las muchas incógnitas que plantearía la independencia de Catalunya, quizá la que más preocupa a sus promotores es su eventual salida de la UE. Hasta ahora, todos restaban credibilidad a los numerosos avisos de altos dirigentes comunitarios en ese sentido, pero el líder de la Assemblea Nacional Catalana (ANC), Jordi Sànchez, admitió la semana pasada que la secesión conllevaría la expulsión del nuevo país de las instituciones europeas.
Pocos días después, la canciller alemana Ángela Merkel ratificó la opinión de Sánchez. Los soberanistas consideran que una Catalunya independiente sólo quedaría "transitoriamente" fuera de la Unión Europea y podrían establecerse "acuerdos temporales" para que eso no afectara a las condiciones de vida de los catalanes. Un informe de la ANC indica que "la ciudadanía europea se adquiere por ser ciudadano de un Estado miembro, pero también es un derecho individual" o que países como Suiza tienen una relación bilateral con la UE, y que Noruega e Islandia han optado por no integrarse pero que "disfrutan de derechos similares a través del acuerdo europeo de libre comercio (EFTA)".
Esta posibilidad ya se apuntaba también en un informe del Consell Assessor per a la Transició Nacional, el grupo de expertos que ha asesorado a Artur Mas en los últimos años: "dadas las características de Catalunya, no parece que pudiera haber grandes dificultades para que se adhiriera a la EFTA", aseguran los asesores de la Generalitat.
2. Un país al margen del euro
Aunque Catalunya pudiera adherirse al acuerdo europeo de libre comercio, como Noruega o Islandia, o mantener una relación unilateral con la UE como Suiza, lo que queda claro es que ninguno de estos tres países utiliza el euro. Sin duda el uso de la moneda común es la gran línea roja que más intranquiliza a los grandes empresarios catalanes.
En caso de independencia el nuevo estado tendría su Hacienda, su Banco central, control sobre su política fiscal y económica y, en teoría, tendría que emitir una nueva moneda que, muy probablemente, sufriría una fuerte devaluación. El pequeño empresario catalán ve en esa devaluación una oportunidad para recuperar el mercado local y a su vez ganar competitividad para exportar, pero no tiene en consideración el cataclismo económico que la mayoría de los analistas y bancos de inversión internacionales avanzan. Un estudio de Credit Suisse considera que el nuevo Estado catalán podría perder hasta el 20 por ciento del PIB.
Por el contrario, los economistas pro independencia aseguran que el nuevo país podría optar por seguir utilizando el euro de manera unilateral, pero sin representación en el Banco Central Europeo y sin ninguna influencia sobre su tipo de cambio ni sobre los tipos de interés. Es una opción que ha utilizado Kosovo. Para Catalunya, el euro se convertiría en una moneda extranjera cuya utilización encarecería sus exportaciones y mermaría su competitividad.
3. Traslado de sedes bancarias
No hay dudas de que los dos grandes bancos con sede en Catalunya -La Caixa y Banco Sabadell- tendrían dificultades para mantener su sede fuera de la Unión Europea, Se complicarían sus vías de financiación y sus clientes se quedarían sin la protección de la Eurozona -como el Fondo de Garantías de Depósitos, entre otros mecanismos-.
Si el Banco traslada su sede a otro punto de España, el riesgo vendrá para aquellos que tengan hipotecas en euros con estas entidades y permanezcan en Catalunya, ya que les afectará la política monetaria que se imponga y el hipotético cambio de la nueva divisa. Si la nueva divisa se devaluara frente al euro, los compradores deberían destinar más recursos a pagar las cuotas en euros, una divisa más cara que la suya.
No obstante, el Gobierno catalán contempla en su hoja de ruta la posibilidad de que, pese a que se produzca una salida de la UE, se pueda mantener el euro y los bancos con sede en Catalunya puedan seguir beneficiándose del acceso al crédito del Banco Central Europeo, algo que habría de conseguirse mediante un acuerdo expreso.
4. Encarecimiento de la financiación
Los independentistas calculan que el endeudamiento del nuevo Estado catalán se situaría entre un 52 por ciento del PIB, en el caso de que no se herede deuda española, y un 103 por ciento del PIB, en el peor de los escenarios analizados. Catalunya ya no contará con el apoyo del Fondo de Liquidez Autonómica (FLA) y deberá acudir a los mercados financieros para financiarse.
La última vez que lo intentó los inversores le demandaron tipos de entre el 7,5 y el 8 por ciento, frente al tipo casi cero que abona ahora por el dinero del FLA. En paralelo al encarecimiento de la financiación pública se producirá un aumento del crédito a las empresas que, según un informe del Ministerio de Exteriores, deberán hacer frente a una Tarifa Exterior Común, un gravamen que, sumado a la burocracia de los costes de transacción, implicaría que las exportaciones catalanas se encarecieran el 20 por ciento. Esa pérdida de competitividad, según el Ministerio, disminuiría las ventas a la UE en un 13 por ciento.
Por el contrario, los independentistas aseguran que Catalunya independiente tendría una calificación crediticia de A+, pero en la parte baja, muy cerca de la A. Por tanto, una Catalunya independiente se situaría claramente en la zona del grado de inversión, y con un potencial de progreso considerable, ya que actualmente, como Comunidad Autónoma tiene un rating de BB.
5. Fuga de empresas y caída de la inversión extranjera
La huida de empresas que tienen su sede en Barcelona ante un horizonte desconocido donde la seguridad jurídica y monetaria no estaría garantizada es uno de los puntos que perjudicaría más una hipotética Catalunya independiente.
El primer empresario que alzó la voz para asegurar que no dudaría ni un ápice en salir de Catalunya si se produjera una ruptura es el empresario fallecido hace unos meses José Manuel Lara, histórico presidente del Grupo Planeta. Lo cierto es que en los últimos años, la excesiva fiscalidad en la región catalana y la situación de Madrid como un mercado con un marco jurídico y político mucho más estable y atractivo fiscalmente ha hecho que muchas empresas ya hayan cogido el puente aéreo. Esto traducido en cifras desde que Artur Mas accedió a la presidencia de la Generalitat ha provocado la fuga de más de 3.800 empresas, aunque un informe de Axesor también pone de relieve que la comunidad catalana ha recibido 2.547 compañías, lo que la deja con un saldo negativo de casi 1.300 empresas.
La amenaza de que una secesión paralizara la inversión extranjera también es uno de los mayores temores que tienen; de hecho, en 2014 la inversión foránea cayó un 15,8 por ciento en Catalunya, cuyo peso en la inversión total se ha reducido del 22 al 16,8 por ciento.
Uno de los ejemplos más sonados de grandes empresas que han cambiado el domicilio social de su matriz en Catalunya para instalarlas en otras regiones españolas es Naturhouse, que trasladó Kiluva a Madrid justo cuando Mas convocó las elecciones anticipadas de 2012. Volkswagen también condicionó su mayor inversión en España a que Catalunya siga en el euro, a lo que se comprometió firmemente Mariano Rajoy en una reunión en 2013.Más recientemente, la fabricante francesa de componentes de automoción Valeo también trasladará su fábrica de Martorelles y la llevará a Zaragoza, donde tiene la central. Este caso está en proceso aunque la versión oficial alude a una optimización del negocio ante la gran competencia del mercado.
6. Pérdida del mercado español y posible boicot
Una posible independencia también hace surgir los nervios a flor de piel a los empresarios ante un posible boicot por parte del mercado español, que podría mostrar una actitud reticente e incluso de total rechazo a cualquier producto que venga de Catalunya como ya se produjo de forma leve con el cava catalán. En el año 2000, el mercado español nutría el 57 por ciento de las ventas catalanas en el exterior, frente al 43 por ciento de las de fuera del país.
Actualmente, esta situación se ha revertido y el peso exterior es más importante que el español aunque con un nada desdeñable 43 por ciento de las exportaciones. Lo que ha hecho que empresarios de la talla de Jose Luís Bonet, presidente de Freixenet y de la Cámara de Comercio, haya reiterado por activa y por pasiva su negativa ante la inestabilidad que provocaría, ya no una independencia, sino un hipotético proceso de transición.
7. Caída del PIB y crisis económica
El Colegio de Economistas de Catalunya presentó hace unos meses un estudio donde remarcaba que, dependiendo del grado de boicot que se podría producir entre las dos economías, la caída del PIB catalán podría tener un socavón de entre el 1,7 por ciento, en caso de que el boicot fuese mínimo, y hasta un 13,2 por ciento, en el peor de los casos. En tal caso, dependería de la estrategia que adquiriera el nuevo Estado catalán, si siguen de una forma similar a la de ahora, donde los productos que se consumen son preferentemente españoles o miran hacia el norte y hacia Europa.
Con una caída del 13,2 por ciento del PIB acontecería como una debacle para los intereses generales, tanto de empresarios, como de ciudadanos catalanes. Aunque en el caso de la población, según una encuesta del Centro de Estudios Generales de la Generalitat (CEGG), un 43 por ciento de los ciudadanos cree que la crisis se podría superar mejor siendo independientes, frente a un 35 por ciento que piensa lo contrario.
8. Deuda Superior al 100% del PIB
La deuda catalana, que suma en la actualidad 64.792 millones, sería, a consecuencia del cierre del grifo a la financiación por parte del Gobierno a través del Fondo de Liquidez Autonómico (FLA) y la dificultad del nuevo Estado para acceder a los mercados. El pasivo que acumula Catalunya equivale a un 32 por ciento de su PIB. La necesidad de asumir competencias y servicios del Estado, unido a la inexistencia de vías de financiación, elevaría sus compromisos de pago hasta los 228.000 millones de euros, es decir el 114 por ciento de su PIB.
El hecho de que la nueva Catalunya independiente tendría que hacerse cargo de gastos que hasta el momento corresponden al Estado español tendría un efecto multiplicador sobre su deuda. No obstante, mediante la independencia, la Generalitat defiende que estaría en una situación que le facilitaría la obtención de financiación ajena. En su hoja de ruta se contempla pedir préstamos contra garantías de bienes del nuevo Estado, como puertos o aeropuertos, emitir deuda por parte del Banco Central de Catalunya o emitir bonos para ser suscritos por los catalanes.
9. Tasa de paro del 34%
La destrucción de empleo que conllevaría la deslocalización empresarial y la caída de las transacciones entre Catalunya y el resto de España supondría la destrucción de 446.000 puestos de trabajo, equivalente a un 16 por ciento de ocupación. El nuevo Estado elevaría la tasa de paro más allá del 34 por ciento, frente al 19,1 por ciento de la actualidad, según un estudio de Societat Civil Catalana. Unas cifras muy lejos de las que defiende la Generalitat, que considera que ante este escenario, la tasa de paro se podría reducir en hasta diez puntos porcentuales.
La tasa de paro en el segundo trimestre fue del 19,1 por ciento. Según defienden en la Generalitat, el nuevo Estado les permitiría tener más margen de maniobra para poder combatir el desempleo, poniendo en marcha más políticas para fomentar la ocupación. El principal argumento con el que los nacionalistas aseguran esa reducción del empleo radica en la necesidad de dotarse de personal para crear nuevas estructuras, como podría ser la Seguridad Social Catalana.
10. El pago de las pensiones, con ayuda del Estado
En un Estado independiente, el pago de las pensiones no dependería únicamente del Gobierno de la Generalitat, a través de una nueva Seguridad Social Catalana. Según los asesores de Artur Mas para la transición nacional, "Catalunya sólo tendría que asumir la parte que proporcionalmente le corresponda en relación con el periodo cotizado en el territorio catalán y el resto sería una obligación jurídica del Estado español". Y a la inversa, Catalunya tendría que asumir la parte proporcional de las pensiones que sean generadas en España correspondientes al tiempo cotizado en territorio catalán.
En la práctica, los pensionistas recibirían dos transferencias mensuales de cada uno de los Estados, que sumadas corresponderían a la pensión que habría sido generada sin provocar "ningún perjuicio a resultas del proceso de independencia". Los asesores de Mas contemplan un escenario de boicot por parte del Gobierno central por la independencia, por lo que se negara a pagar su parte en este ámbito. Por ello, habla de crear un Fondo de Garantía de Prorratas Impagadas, para asumir esas cantidades.
La Seguridad Social recauda en Catalunya 5.768 millones de euros en cuotas, mientras que la nómina de prestaciones contributivas en esa región supone una cifra considerablemente superior: más de 8.803 millones, lo que implica un déficit de más de 3.035 millones entre lo que ingresa y gasta en esta partida.