Cataluña

Los catalanes mayores de 65 años triplicarán a los menores de 21 en 2040

  • La caída de la natalidad autóctona y la intensidad del fenómeno migratorio en Catalunya augura una sociedad catalana mucho más diversa y envejecida con los riesgos económicos ello que comporta

Marty McFly regresó al futuro en su De Lorean y aterrizó en California, precisamente, en el año 2015. Se topó con un escenario muy distinto al que frecuentaba en la década de los ochenta de la que era oriundo.

Si el protagonista del famoso film de Steven Spielberg hubiese viajado en el futuro pero en suelo catalán, la fisonomía de la sociedad con la que hubiera encontrado también sería muy distinta. En 1985, Catalunya estrenaba democracia y la homogeneidad de la sociedad imperaba tras haber absorbido las olas migratorias internas de los años 50 y 60. Por el contrario, en 2015 la crisis hace estragos en el status quo social y la diversidad de culturas es una realidad a causa de la olas migratorias externas de principios de siglo.

Pero, ¿y si McFly viajara desde 2015 otros 25 años adelante hasta el 2040? La panorámica con la que se encontraría el protagonista Regreso al Futuro en Catalunya sería muy diferente. Aterrizaría en una sociedad mucho más diversa que la actual, donde un tercio de los jóvenes catalanes tendrían raíces foráneas y donde los mayores de 65 años serían casi el triple que los menores de 21.

Una sociedad con una evolución tardía

La evolución de la sociedad española y catalana ha ido a la par durante siglos pese a tener fenómenos migratorios internos, sobre todo, tras las diferentes etapas de la tardía revolución industrial que provocó un fuerte éxodo rural a las urbes que comenzaban a convertirse en centros fabriles. Los lugares de mayor recepción de migrantes fueron Catalunya y Euskadi, que alojaron compatriotas de regiones menos desarrolladas como Andalucía, Murcia o Extremadura. Pese a las diferencias culturales que puedan existir entre estos territorios, la sociedad catalana siempre ha sido muy homogénea. Esto se ha mantenido a lo largo de los decenios hasta la última mitad del siglo XX cuando la inmigración extranjera aún era un rara avis.

Fue a finales de la última década del pasado siglo cuando Catalunya y España empezaron a ver otras culturas y escuchar otras lenguas que en nada se asemejaban a la raíz latina de la que vienen todas las peninsulares, a excepción del euskera.

La transformación social y cultural de la sociedad española ha ido con retraso en comparación al resto de países homólogos al nuestro, por lo que sus efectos también se están produciendo con retardo. En Catalunya, el babyboom de las décadas de los años 60 y 70, que se produjo con más vehemencia a causa de la migración interna provocada por el desarrollismo y un estado del bienestar incipiente, supuso el momento en que más niños nacían en los últimos tiempos y rejuveneció la edad media de la población.

La familia posmoderna tiene menos hijos

Algo sucede a mediados de los años 70 con el fin de la dictadura, pues mientras las condiciones mejoran, la esperanza de vida se alarga y la autarquía es una amarga reliquia del pasado se produce también el fin el aislamiento sociocultural y la apertura al estilo de vida de las sociedades desarrolladas. Este modelo llega al español medio a través del cine de Hollywood, del turismo en crecimiento y de los contingentes e emigrantes que retornan a sus lugares de origen desde Europa y América.

Se produce un descenso rápido de las tasas de natalidad y fecundidad, cerrando el llamado boom demográfico. En los países del arco mediterráneo, donde el número de hijos por mujer era el más elevado de Europa en 1970 -a excepción de Irlanda-, esta caída de la fecundidad se acelera e intensifica en nuestro país donde no se llega ni de lejos al nivel de reemplazo generacional. La tasa de natalidad también sufrió una contracción de más de la mitad y con el avance de la medicina y de las condiciones en general, la esperanza de vida se alarga en un lapso de tiempo mucho más reducido que en el resto.

El cambio del modelo familiar católico que se había mantenido durante la dictadura franquista se acaba con la llegada de la democracia y la Constitución de 1978, que declara la igualdad entre ciudadanos sin distinción por razón de sexo o de nacimiento, retira la sanción legal a una institución cultural de largos siglos como la autoridad patriarcal, además de suprimir todo tipo de discriminación legal entre hijos legítimos y biológicos. La libertad, la justicia, la igualdad y el pluralismo político en un estado aconfesional se erigen como una realidad que afecta a la evolución demográfica del país.

La necesaria inmigración

Desde mediados de los años 70 hasta bien entrada la década de los noventa, la caída de nacimientos en España se sitúa por debajo del peor dato de los últimos dos siglos, que fue durante la guerra civil y la posguerra. España pasó de estar cerca de los 700.000 nacimientos anuales en 1975 a una caída de los natalicios del 50 por ciento hasta los 350.000 en 1993.

La natalidad española fue rescatada por la ola migratoria externa de finales de siglo y principios del milenio, que rejuveneció la población e hizo que el número de nacimientos en España volviese a crecer hasta 530.000 anuales.

La aportación de nuevos catalanes durante la última década ha sido fundamental, ya que si sólo se tuvieran en cuenta los nacimientos de madre española, la cifra habría repuntado sólo en unos 50.000 nacimientos más en 2008, cuando se llegó al pico más alto de natalidad a niveles de 1978 para luego volver a caer estrepitosamente.

Según un estudio de la Fundación Renacimiento Demográfico, presidida por Alejandro Macarrón, ingeniero de telecomunicaciones y consultor empresarial, España y toda Europa tiene una fecundidad inferior a la necesaria para garantizar el relevo generacional -que sería de 2,1 hijos por mujer en los países desarrollados y actualmente apenas está en 1,2 descendientes-. Los datos indican que la baja natalidad y una esperanza de vida cada vez más alta conducen a una población autóctona cada vez más envejecida.

Este fenómeno se ha producido con fuerza en países como España, Alemania, Italia, Japón y la Europa Oriental, y dado que no hay precedentes históricos, es difícil encontrar soluciones e incluso un entendimiento de sus causas e implicaciones. Lo que si sostiene el estudio es que esta deriva tendrá un resultado fatal para el bienestar social, ya que en ausencia de un público consumidor jóven, el consumo quedará lastrado.

El problema de la falta de reemplazo generacional se suele relacionar con el riesgo de que las generaciones que actualmente están activas, en un futuro no tengan pensiones de jubilación. El estudio va mucho más allá y, además de asegurar que el consumo quedaría estructuralmente lastrado por la falta de una masa joven de consumo, afirma que la democracia podría verse desnaturalizada ya que habrá una gran parte de la población mayor de 65 años. Ésta actuaría en base a unos intereses concretos y probablemente mucho más inmovilistas que el de las generaciones más jóvenes.

Menos hijos que a finales del siglo XVIII

España actualmente tiene menos hijos que a finales del siglo XVIII, cuando tenía un cuarto de la población actual. Entre finales de 1975 y 2013, la edad media de los españoles pasó de 33 a 43 años, un incremento causado en un 75 por ciento por el desplome de la natalidad. Contando los ciudadanos de origen extranjero, el promedio bajaría hasta los 42 años.

La transición demográfica deja datos para reflexionar. Si en 1976 había 2,5 personas menores de 21 años por cada mayor de 60, actualmente sólo hay un 0,9 menor de 21 años por cada persona que tenga más de 60. En el año 2032 la proporción sería de aproximadamente 0,5 a 1 y en el año 2040 de menos de 0,4 a 1.

El problema es que cada nueva generación es un 40 por ciento menos numerosa que la anterior. Las últimas proyecciones demográficas del Instituto Nacional de Estadística (INE) prevén una fuerte pérdida de población en las próximas décadas y un enorme grado de envejecimiento de la población. De hecho, en 2042 se calcula que habría la mitad de personas que ahora en edad activa, y en 2064 el 21 por ciento de la población tendría 80 años o más, siendo un 8 por ciento nonagenarios o centenarios.

A causa de la mortalidad y la baja natalidad, Catalunya perdería más de 220.000 personas en 2029 en comparación a 2013, con una caída de la natalidad del 30 por ciento y con más de un 24 por ciento de catalanes con más de 65 años. Este fenómeno, sumado a que uno de cada tres nacimientos en Catalunya a día de hoy son de personas de origen extranjero, presenta una futura sociedad catalana mucho más diversa que la actual.

Las incógnitas son varias, la falta de experiencia y la rapidez con la que se ha sucedido dicha inmigración presenta una serie de retos como su integración, algo que se vislumbrará con mayor claridad en la segunda generación de migrantes. Es un reto que, el sistema sanitario universal español, así como el sistema escolar, deberían poder asimilar sin problemas como los que se han podido detectar en Estados Unidos o Australia.

El cambio en el paisaje social catalán será mayor que en el resto, de España ya que Catalunya ha tenido una mayor recepción de migración africana y magrebí. Por provincias, destaca Girona donde la mitad de los niños y niñas que nacen actualmente son de origen foráneo lo que será un cambio significativo en el futuro del panorama sociocultural gerundense.

Actualmente, no solo se nota la caída de la natalidad a causa de la crisis económica que dificulta las condiciones para poder tener hijos, sino que se está notando ya la bajada de nacimientos en los ochenta, ya que como nacieron menos niñas, ahora también hay menos mujeres que puedan tener hijos. Otro de los problemas que prevé el estudio es la desvalorización de las casas, además de otros activos. El resumen que hace es que a menos gente no serán necesarias tantas viviendas, por lo que la oferta será muy inferior a la demanda y estos activos que significan más de la mitad de la riqueza nacional "tenderán a depreciarse".

Soluciones y perspectivas del "invierno demográfico"

Las soluciones que se prevén son tan básicas como importantes: tener más hijos. Parece fácil y todo el mundo sabe que no lo es. Es algo de extrema dificultad en tiempos donde la conciliación familiar y laboral cada vez es más costosa, incluso desde el punto de vista de horarios. El estudio aboga por volver a "introducir" a nivel cultural la idea de que "hay que tener hijos" y que esto se incentive desde el Gobierno como han hecho los países nórdicos.

En todo caso, el declive demográfico es inevitable y una de las soluciones imprescindibles es el "ahorro y la inversión". Hacer reformas estructurales para mejorar la productividad y competitividad, así como suprimir gasto público superfluo y racionalizar el Estado de Bienestar, además de complementar de forma creciente las pensiones públicas con las generadas por el ahorro personal con capitalización.

El problema es muy grave y no está teniendo ningún tipo de relevancia en lo público. Desde 2007, el gasto en pensiones ha aumentado en 35.000 millones y este incremento acumulado ya se está pagando con deuda pública. De hecho, según los cálculos de la consultora especializada en previsión social Towers Watson, al ritmo que España está tirando de la hucha de las pensiones (Fondo de Reserva) para pagar prestaciones sociales, este se habrá agotado entre 2020 y 2028, dependiendo de la evolución del mercado laboral. Si el desempleo sigue al mismo nivel que actualmente, el agotamiento llegará en cinco años; si baja al 10 por ciento se mantendría hasta 2028 y si se quedara estancado en el 15 por ciento, el fin del Fondo de Reserva llegaría en 2024.Y es que el Gobierno español ya ha gastado un 38 por ciento del Fondo de Reserva en tres años, pasando de los 66.815 a 41.634 millones entre 2011 y 2014.

En Catalunya, la proyección del gasto en pensiones de jubilación en términos de PIB significaría un 10,5 por ciento en 2041, cuando hoy se sitúa en torno a un 7 por ciento. La Generalitat reconoce este problema en uno de sus informes del Consell Assessor per a la Transició Nacional, donde se prevén diferentes escenarios de una hipotética independencia. Se reconoce que las prestaciones por jubilación son con diferencia las más importantes, tanto en número de beneficiarios como en términos de gasto total.

La distribución por tipo de prestaciones es practicamente idéntica en Catalunya que en el resto del país. Las pensiones de jubilación representan alrededor del 60 por ciento del total, seguido de las pensiones por viudedad que representan cerca de un 26 por ciento.

Es destacable la diferencia existente entre la cuantía media de pensiones en Catalunya y el resto del Estado, ya que la pensión media de jubilación de los catalanes es un 30,6 por ciento superior a la del resto de España (1.156,6 euros mensuales frente a los 885,4). En datos de diciembre de 2012, la diferencia es también de un 23,5 por ciento superior en el caso de las pensiones por incapacidad permanente, un 13,8 por ciento más en las de viudedad y un 6,36 por ciento para las de orfandad.

Un problema que acontece como emergencia nacional y del que no se está haciendo absolutamente nada desde las altas instancias políticas, que miran hacia otro lado.

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