Desde hace una semana, ya es obligatorio que bares y restaurantes sirvan los aceites etiquetados y en envases que no se puedan rellenar. Esta normativa, que ya se aplica en Portugal desde el año 2005 y en Italia desde 2006, ha provocado un considerable revuelo en Cataluña y algunos restauradores se han apresurado a buscar alternativas a la botella de aceite de oliva.
¿Por qué parece que la restauración local le cuesta tanto incorporar nuestros aceites a la oferta gastronómica de los productos de proximidad?
Cuando viajamos a Italia tomamos aceite italiano, vinos italianos y quesos italianos, además de disfrutar de los típicos platos italianos. Sin ir tan lejos, en Andalucía es impensable no encontrar aceite andaluz, al igual que en La Rioja te ofrecerán riojas a las cartas de vinos y en Galicia beberás albariños.
¿Por qué en Cataluña no hacemos esta apuesta decidida por nuestros productos? ¿Por qué tenemos la tentación de utilizar productos de otros lugares? No queremos ni podemos desprestigiar los alimentos de otros territorios, pero nos sabe mal ver cómo nuestros productos se tienen que acabar destinando a la exportación. ¿Saben que si todos consumiéramos aceite elaborado en Cataluña, seríamos una comunidad deficitaria en la producción de aceite de oliva?
En la práctica, la diferencia entre poner a la mesa un aceite virgen extra y un aceite de semillas es de 0,02 euros por menú. El cálculo es muy sencillo: con una botella de un cuarto de litro de aceite virgen extra se pueden aliñar 20 menús y tiene un coste de 2,13 euros, mientras que el coste de una botella de aceite de girasol de la misma capacidad es de 1,63 euros.
Por una diferencia de 2 céntimos de euro, restauradores y productores colaboraríamos juntos para explicar que, en nuestra casa, hay cinco denominaciones de origen de aceite de oliva virgen extra, que garantizan una calidad excelente y preservan las peculiaridades de cada zona.
Poner en la mesa un aceite de oliva bien etiquetado es una medida que mejorará la transparencia entre restaurador y consumidor igual que ya sucedió, hace años, con las bebidas de alta graduación alcohólica. Además, se mejorará la higiene, se evitarán posibles fraudes y favorecerá la identificación de la categoría, la calidad y el origen de un producto que es pilar de la Dieta Mediterránea y que tiene un peso indiscutible en nuestra economía.
En Cataluña, unas 30.000 familias vivimos del aceite de oliva. Las cooperativas representamos el 70 por ciento de la producción y generamos 1.500 puestos de trabajo.
¿Cuándo estaremos orgullosos de lo nuestro?