Cataluña

El fin del bipartidismo

En 1978, los políticos que redactaron la Constitución respaldados por sus grupos políticos, decidieron crear una democracia que evitara los riesgos advertidos durante la época republicana, sobre todo el pluripartidismo y el individualismo de los diputados que vendían su voto al mejor postor.

Confeccionaron una Constitución en la que primaba el bipartidismo y una posterior ley electoral donde se imponían las listas cerradas que generaban obediencia ciega al partido.

Hasta ahora este bipartidismo ha sobrevivido, se inicia con la UCD de Adolfo Suarez y el PSOE de Felipe Gonzalez. Continúa su vigencia a pesar del hundimiento de UCD en 1982 ya que poco a poco, mediante fusiones y absorciones de otras fuerzas políticas se articula el PP.

Nuestra historia reciente nos ha demostrado que el potenciar dos fuerzas políticas, imposibilitando a las nuevas emergentes su consolidación, genera que los dos partidos consolidados se constituyan en castas, máquinas de poder que pretenden abarcar toda la vida política e institucional española. Ambos partidos saben por experiencia de su alternancia en el poder y se confabulan para que nada cambie ya que ambos disfrutaran de estos privilegios cuando gobiernen.

Al hallarse nuestra democracia encorsetada por los dos partidos dominantes, el ciudadano se desinteresa por la cosa pública ya que advierte que todo esfuerzo es inútil puesto que nuestro país se halla gobernado por una oligarquía integrada por las cúpulas de los dos partidos.

A Esto hay que añadir que ante la alternancia de los dos partidos, cuando uno de ellos no alcanzaba la mayoría suficiente para gobernar se apoyaba en los dos partidos nacionalistas hegemónicos, PNV y CIU, que se han beneficiado enormemente de la estructura de partidos creada por nuestra Constitución al ser necesarios para obtener mayorías parlamentarias los grandes partidos gobernantes.

Esta estructura ha evitado la posibilidad de generar coaliciones entre los grandes partidos y en consecuencia se han generado normas sectarias para deleite de sus votantes pero que han durado lo que ellos en sus gobiernos ya que cuando ha llegado la alternancia, aquellas normas las ha derogado, modificado o inclinado al sentir de los nuevos amigos del gobierno.

Desde los Pactos de la Moncloa, no se ha legislado para modificar las estructuras del Estado a largo plazo, ha imperado el corto plazo y los cálculos electorales. Solamente hubo una excepción, cuando gobernó Zapatero se modificó la Constitución en un dia por imperativo comunitario con el voto unánime del PP y del PSOE.

El ciudadano ha comprobado que esta estructura genera ingente corrupción, amiguismo, negocios y toda clase de corruptelas pero comprueba que con este bipartidismo es imposible intentar cualquier modificación de este statu quo.

Ante la imposibilidad de modificar esta situación desde dentro del sistema, desde el interior de los partidos dominantes, están aflorando nuevas formaciones políticas que desde la izquierda hasta la derecha, pasando por el centro que tienen como común denominador la regeneración democrática.

El solo hecho de su existencia demuestra que la sociedad la reclama. A la vez estamos comprobando que algunas formaciones con cierta historia, aunque reciente, cosechan cada dia más votos y por el contrario disminuye el votante del PP y del PSOE.

Por aquí puede existir el cambio de estructuras democráticas, ante el debilitamiento de los grandes partidos que precisarán apoyos externos y coaliciones sólidas de partidos de ámbito estatal y no solamente de ámbito autonómico que a cambio de su apoyo les exijan mejorar las estructuras. Esta es la esperanza de muchos de nosotros.

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