Isidre Fainé Casas (Manresa, 1942) se enfrenta a uno de los dilemas más interesantes de su prolongada carrera profesional. La nueva regulación sobre las cajas de ahorro pactada entre el Gobierno y la Unión Europea le obligará a elegir entre seguir al frente de La Caixa, la omnipresente caja de ahorros de Cataluña, o liderar el proyecto bancario que supone el crecimiento y la internacionalización de CaixaBank, el banco filial de la entidad.
Ambos son retos apasionantes para un directivo que ha entregado sus mejores años a garantizar el futuro de una entidad que legalmente nació en 1990, fruto de la fusión de la Caja de Pensiones para la Vejez y de Ahorros de Cataluña y Baleares y de la Caja de Ahorros y Monte de Piedad de Barcelona, pero que hunde sus raíces en el siglo XIX.
Fainé es presidente de CaixaBank y miembro de su consejo de administración desde el año 2000. Además, es presidente de La Caixa, de la Fundación La Caixa y de Criteria CaixaHolding, que agrupa las participaciones industriales de la entidad (excepto Telefónica y Repsol). También ocupa la presidencia de la Confederación Española de Cajas de Ahorros (CECA) y es vicepresidente de Telefónica, Abertis, Repsol y Sociedad General de Aguas de Barcelona. Asimismo es consejero del Banco Portugués de Investimento (BPI) y de Bank of East Asia.
El anteproyecto de ley de que derogará la LORCA (Ley de Órganos Rectores de Cajas de Ahorros) impone que las cajas de ahorro con filiales bancarias se conviertan en fundaciones bancarias y que los gestores de estas no puedan compatibilizar el cargo con su pertenencia al consejo de administración del banco. Es decir, Fainé deberá convertir La Caixa en un fundación bancaria y cuando lo haga deberá elegir entre seguir al frente de ella o mantener la presidencia de CaixaBank.
Haciendo un frío análisis de los cargos que ocupa en la actualidad, Fainé debería decantarse por seguir en la presidencia de CaixaBank y liderar el proyecto de internacionalización de la entidad a imagen y semejanza de las figuras de Emilio Botín (en el Santander) o Francisco González (en BBVA). Si ésta fuera su decisión, también mantendría sus vicepresidencias en Telefónica, Repsol y su presencia en los consejos de BPI y Bank of East Asia. Por el contrario, debería renunciar a la presidencia de la nueva Fundación Bancaria La Caixa, a la de la Obra Social y a la de Criteria CaixaHolding. También debería abandonar los consejos de Abertis y Agbar, además de ceder la presidencia de la CECA (una entidad que deberá desaparecer o adaptarse a la nueva realidad de las fundaciones bancarias).
Sin embargo, la historia de Caja de Pensiones para la Vejez y de Ahorros de Cataluña y Baleares, fundada en 1904, tiene un fuerte peso sentimental para Fainé. Desde incluso antes de acceder a la presidencia de La Caixa, cuando era director general bajo el mandato de Josep Vilarasau, Fainé destinó todos sus esfuerzos a trazar un plan para garantizar el futuro de la entidad. La separación del negocio bancario y la creación de una fundación se han mostrado como una vacuna eficaz para superar una crisis que se ha llevado por delante a la mayor parte de las cajas de ahorro españolas. El objetivo básico de Fainé es traspasar a su sucesor una entidad sólida y poderosa, igual que él la recibió de manos de Ricardo Fornesa.
Un proyecto vital
Fainé no ha hecho pública su decisión y, posiblemente, aún no la tenga tomada. Tiene 71 años y una vitalidad envidiable para liderar el proyecto CaixaBank. También dispone de toda la tramitación parlamentaria de la ley para ajustarla a sus intereses antes de que sea aprobada a finales de este año. Sólo cuando el texto sea definitivo, el prudente presidente de La Caixa optará entre mantenerse en el cargo o por remangarse para crear una entidad bancaria aún mayor de lo que es ahora.