La sociedad catalana vive perpleja los aconteceres de sus preclaros políticos y descubre con cierto temor que la embarcación navega por aguas procelosas. Su tripulación, con su capitán al frente, se halla desnortada y sin conseguir enderezar la nave hacia un rumbo cierto y un puerto conocido.
Advierte la sociedad que CiU, con su presidente al frente, convocó unas elecciones generales con el fin de conseguir obtener una mayoría importante para que a nuestra sociedad se le permitiera decidir sobre su independencia. Obtuvo un resultado desastroso, perdiendo por el camino doce diputados y se asoció con Esquerra Republicana sin admitir la derrota, partido sin responsabilidad de gobierno pero muy radical en cuanto al independentismo que ha obligado a Convergència i Unió a presentar un documento en el Parlament que ya ha tenido que modificar por su radical e ingenua redacción, rechazada por todos los demás grupos políticos.
Convergència se precipita hacia el abismo empujada por Esquerra, que será la única ganadora, y arrastrará con ella a Unió, dirigida por Josep Antoni Durán i Lleida, que se encuentra en un mal momento por haber sido obligado su partido a devolver mucho dinero obtenido ilegalmente. A medio plazo, Durán puede continuar, pero a la larga sus militantes le pedirán que se vaya.
Todo ello al perplejo elector le sabe a improvisación, inexperiencia e infantilismo y con palabras más duras a corrupción, egoísmo y ambición de poder irrracional. En definitiva, una total falta de profesionalidad y responsabilidad por parte de toda su clase política, ya que si a ello unimos la indefinición del PSC, que está en el limbo, y el inmovilismo pétreo del Partido Popular, tenemos un triste panorama político catalán que el ciudadano asimila a un barco a la deriva.
Sinceramente, creo que el president Artur Mas, en poco tiempo, no tendrá más remedio que dimitir y convocar nuevas elecciones y su resultado nos proporcionará un Parlament totalmente diferente al actual. Esquerra ampliará su espacio consiguiendo nuevos diputados, ya que conseguirá votantes del espectro independentista a costa de Convergència.
Por su parte, Convergència perderá el votante que la sustentaba, el de centro y derecha de tinte moderado catalanista y nacionalista, además del empresarial que al comprobar la deriva radical de Mas dejará de apoyarle. Unió, seguramente quedará como partido testimonial si rompe con Convergència y si no lo hace, seguirá la misma suerte de aquella y perderán ambos muchos diputados por el camino. Los restantes partidos podrán subir algo pero no mucho más.
En nuestra sociedad y a la vista de este posible y probable panorama, comprobamos que existe un gran sector de la población que no se halla representada por ningún partido de los que existen ahora en Cataluña.
Son personas (muchas de ellas, hasta ahora votantes de Convergència i Unió, que dejarán de prestarle su apoyo) que desean profundizar en la autonomía, desean poder modificar nuestra Constitución para conseguir mayor poder para Cataluña, desean administrarse por sí mismas en la mayoría de los ámbitos, pero también desean continuar perteneciendo a España y no adentrarse en aventuras rupturistas que solamente pueden derivar en radicalismos sociales y mayores perjuicios económicos.
Todas estas personas carecen de un partido político que las represente si Convergència i Unió continúa por la senda iniciada que, a la vista de lo acontecido hasta la fecha, es lo más probable y en definitiva todo espacio vacío acaba ocupado.