
La demanda interna, hasta que llegara la crisis en 2007, era la que, en esencia, sustentaba la economía española. En el primer trimestre de 2008 llegó la primera recesión y con ella la caída del consumo privado y la paralización de la inversión empresarial. En aquel tiempo la realidad se dibujaba con una clientela con el cinturón apretado, por miedo, falta de confianza, y porque su capacidad adquisitiva se había visto mermada.
El tejido económico y productivo se resintió e incitó a cambiar la mentalidad empresarial y poner la vista en el exterior. Ese parón en la economía interna ha hecho que quiénes no nos habíamos planteado de forma seria explorar nuevos mercados más allá de nuestras fronteras o atender a las demandas y necesidades de las economías emergentes, lo hiciéramos. Y es que para muchos, en el exterior, estaba la tabla de salvación. Así las exportaciones han aumentado; y España ha conseguido hacerse un hueco entre los países cuyo sector exterior tiene una mayor importancia en sus economías -en 2013, las exportaciones suponían el 34 por ciento del Producto Interior Bruto-.
La internacionalización no es fácil ni para las grandes empresas, ni para las medianas, ni para las pequeñas; menos aún para los empresarios autónomos, a los que nos falta músculo. Pero que no sea fácil no es sinónimo de que sea imposible, pues las pequeñas empresas, para acceder a los nuevos nichos de mercado, tenemos herramientas como Internet. De hecho, la web es una de las opciones preferidas por las pymes y los autónomos para operar en el exterior, al precisar menos recursos y conllevar un menor coste.
Medidas como las Líneas ICO Internacional 2014, Exportadores corto plazo 2014 o planes como el Estratégico de Internacionalización 2014 -2015, han favorecido estas nuevas prácticas y las han acercado a un buen número de pymes y micropymes. Pero no podemos obviar que también han sido muchas las que han desistido. Si en 2011 se incorporaron más de 65.000 pymes a la actividad exportadora, en 2012 fueron más de 70.000 y en 2013, un total de 79.000. Pero al igual que aumenta el número de empresas que exportan, se incrementa el número de las que abandonan su proyecto de internacionalización: 51.000 en 2011; casi 56.000 en 2012 y más de 65.000 en 2013.
Por ello y aunque la internacionalización haya sido el soporte para la supervivencia de muchas empresas, para consolidar esta nueva etapa de crecimiento es preciso que se reactive el consumo de las familias y la inversión de las empresas.
Los empresarios en general y los autónomos en particular, que copamos más del 90 por ciento del tejido empresarial en España, tenemos una gran responsabilidad social. Los empresarios autónomos somos pieza clave en la reactivación de la economía, tenemos capacidad para generar puestos de trabajo, para contribuir a que las familias aumenten su capacidad adquisitiva, consuman, y ayuden a dar firmeza y solidez a esta nueva etapa de crecimiento.
Pero para ello necesitamos un marco favorable a la actividad empresarial. Necesitamos medidas encaminadas a estimular la demanda interna; financiación, que el flujo del crédito llegue a las familias y a los autónomos y, sobre todo, que sea menos costoso.
Es preciso que se alivie la carga fiscal, que el sector público deje de ser tan gravoso; que se acorten y cumplan los plazos de pago, etc., en definitiva que se culmine el proceso de reformas pendientes y se cree un escenario atractivo que impulse la confianza de los potenciales inversores.
Yolanda Hernández Cordero
Presidenta de Feacyl /Ceat Castilla y León